Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

viernes, 31 de julio de 2009

LOS GRIFOS SE CIERRAN HACIA LA DERECHA (LA ESPERADORA DEL AGUA) (R. Creek)


No sabe por qué (quizá se deba a que el movimiento es circular, no lo tiene claro), pero, a pesar de que aparentemente no sufre problemas de lateralidad, nunca ha abierto/cerrado un grifo con otra técnica que la de ensayo-error: empuja la llave alternativamente en ambas direcciones y, cuando afloja y cede, descubre el sentido correcto, pero no lo memoriza; idéntico proceso (pero con distinto resultado) para cerrarla. No automatiza este movimiento y, puesto que siempre ha conseguido abrir/cortar el paso al agua o al gas o..., tampoco le ha dado importancia a esa anomalía tan suya. Hasta hoy.

Al terminar de ducharse esta mañana, en una suerte de inspiración metafórica, ha sido plenamente consciente de que los grifos se cierran hacia la derecha, como cualquier llave. Ha pensado que los giros a la derecha también llevan a sellar y cortar caminos. De ahí, su mente se ha paseado por ejemplos políticos variados, pero, más tarde, ha pensado que esta observación no sólo se puede traducir a la simbología política. También en lo vital, en lo cotidiano, hay actitudes y giros bloqueantes a la derecha en lo emocional, en lo afectivo: negar el acceso al pasado, borrar la memoria histórica/sentimental, es una rotación hacia la diestra, y tiene idénticas consecuencias en lo sensible que en lo político: tabica el umbral de lo venidero. Ignorar la memoria o, peor, trastocarla, reconstruirla al modo que ¿mejor? nos convenga, intentando escapar del dolor, no conduce sino a un mayor sufrimiento, porque el olvido no responde nunca a la voluntad. Los recuerdos más reales, sobre todo si van cargaditos de latidos, se empeñan, por sí solos, en brotar abriéndose paso como sea, y si el grifo sigue, pertinaz, inamovible en su tope derecho, esas evocaciones se abrirán paso a la fuerza, rompiendo, si es necesario, las cañerías, los canales rememoradores, inundando de sollozos todo el habitáculo ¡la casa entera!


Podría parecer un pensamiento inútil, uno más de sus devaneos mentales que a nada llevan. Y así es para quien tal reflexión no adquiera sentido. Pero para Edwige lo tiene. Lleva un tiempo más que irrazonable con todas las llaves cerradas: las de las puertas a otros mundos y otros cariños; también las del gas (las del óxido nitroso que provoca hilaridad, las del helio que aligera el lastre y permite el vuelo); y las del agua limpiadora-curativa. Ha creído, así, estar a salvo del infierno, convencida de que, para alcanzar el edén, habría de pasar un tiempo de duración indeterminada en ese purgatorio de reclusión/oclusión. Contrariamente a sus expectativas, el transcurso de los días no ha paliado ni un ápice su aflicción. Inexplicablemente para ella, el puño que estrangula su corazón no ha aflojado lo más mínimo. Estaba, en su ignorancia, dispuesta a penar el tiempo que hiciese falta. Pero el totémico cierre del grifo ha abierto sus ojos: paradójicamente, para dejar atrás el pasado hay que franquearle el paso. Al principio el agua es chocolate con olor a óxido; volver a cerrarlo en ese momento, huyendo de la herrumbre, es un error: no sólo no cambia las cosas sino que las estanca más aún, de modo que en cualquier posterior intento de apertura el aspecto del agua será aún más sombrío. ¡Hay que dejar que mane, que fluya, que hiera en sus primeros instantes de contacto con el aire y con la piel! Sólo así irá aclarándose, recuperando su transparencia y sus mejores propiedades.


Hoy Edwige ha tenido esa revelación y se ha quedado tan trastornada como ese infame diagnóstico del que le ha hablado su amiga. Traducir tal oráculo en hechos supone abrir una espita que a duras penas ella ha ido logrando lacrar... ¿y ahora va a desprotegerla y desnudarse? ¿Se va a quedar sin la fortaleza que tanto ha costado cerrar? Sí, va a hacerlo: la fortaleza no sólo no la protege, sino que la encierra con su dolor. ¡Ha llegado a declararle la guerra a la vida! Ha jurado incluso, en los momentos más lacerantes, matar (por no poder doblegarla) su inevitable propensión a la ternura.


El grifo se cierra a la derecha. Hoy ha sido fenomenológicamente consciente. Todo se enclaustra y emponzoña a la derecha. ¡El truco no está en la incomunicación! Las raíces van a crecer igualmente, pero podridas y hacia dentro, sin fruto, sin sol, sin calor. Sin más dilación, ha entrado en la ducha y ha abierto los grifos, pensando, incluso, en convertirlos en caños de fontana marroquí sin llave. No le importa ya que no salga nada, o verse cubierta de agua turbulenta y turbia; un solo lance la devolverá a la clarividencia inocente que es causa y efecto del olvido: ha iniciado una pequeña vuelta de tuerca... pero hacia la izquierda, que es el lugar del corazón.

lunes, 27 de julio de 2009

ESPERADORES. RAATRI (R. Creek) / En un beso me entregó un mapa (Joseba Molina)


En un beso me entregó un mapa.

No habrá traición
por más que la memoria
impida que regrese
de mí mismo.

Con medio labio
me describió el futuro
en otra alcoba.

Buscaré. No importa
que no haya encuentro:
no habrá traición.

Hubo más,
pero sin mapas...




Raatri espera
un misterio, un secreto,
un ignoto arcón de desván por abrir.
Un rayo de sol a través de la rendija del desván.
Una montura de cabalgar haces de luz.
Una espuela de algodón, de las que dejan envueltos en polvo los desánimos.
Un gorro de cowboy dulce de nubes de feria.
Un tiovivo estropeado en el que los caballitos nunca bajan.
Una bajada en cuesta para dejarse ir corriendo con pies de niño,
de los que ni saben ni quieren frenar.
Una carrera sin obstáculos hacia sus ojos.
Unos ojos espejo de brillantes (lágrimas).
Un brillo misterioso, secreto, ignoto, que olvidar en un desván.

viernes, 24 de julio de 2009

ESPERADORES. DHARA (R. Creek)



Dhara es una esperadora.

Espera morirse. Dormir el sueño eterno, que es el único olvido definitivo.

Lo espera sin dramatismos. Sin prisa y sin tregua. Mirando de vez en cuando la esfera del reloj. Soñando alguna vez que por fin ha dejado de soñar.

Es una espera soportable y convencida. Una espera que a veces se confunde con anhelo. La espera de Dhara es la paradójica espera de la tierra del desierto: agonizar bajo la energía vivificadora del sol, languidecer mientras crece y se expande, caminar hacia la nada cuando se agrieta para albergar pequeños brotes nacientes, secarse humedeciendo los labios de quien aún quiere vivir, desangrarse perforada por una transfusión.

Es la espera lenta de quien ha desesperado. La espera ávida de quien desea matar el deseo.

sábado, 11 de julio de 2009

COLORINES (R. Creek)





A Vasil le gusta que le llame Colorines. Tiene una sonrisa clara, de permanente soñador inasequible al desaliento, un abuelo que canta y se carcajea a las tantas de la madrugada al amor del whisky, y una hermana que llora por las mañanas -demasiado, dice él- si no la espera para ir a la escuela.

Vasil es Colorines. Tiene el corazón irisado y la mente tan despierta como un amanecer; y unos padres que trasnochan y madrugan, sin que a veces se sepa a ciencia cierta si lo que hacen es madrugar primero para, acto seguido, trasnochar.

 
Vasil es alegría de vivir, y mi contagio durante breves pedacitos del día. No le gusta tanto la letra escrita como su rol de cuentacuentos infatigable. Le gustan las historias divertidas, le gusta engañarme y, sobre todo, le gusta reír y le gusta que me ría. Se parece al pirata Carapatata más de lo que quiere reconocer. Y no porque sea igual de feo, como le suelo decir riendo para que él se rebele a carcajadas, sino porque, como el navegante, se niega a dejar de soñar incluso a sabiendas de que, al llegar la mañana -sus mañanas del pasado y sus mañanas del presente- el sol se lleve sus sueños entre nubes de colores, de colores como él.

Vasil es ternura y vida, pasión, alegría y ensoñación. Mi narrador favorito, un mago que troca su vida en comedia con el único truco de las palabras que tan pronto ha dominado. No sé si él sabe todo esto. Lo que sí sabe es que es Colorines. Y también sabe que sólo la luz que desprende, incluso con la fatiga de apenas haber dormido 3 horas, lo convierte en el ser más bello del planeta. Él intuye que, desde que llegó desde esa tierra que tan desoladora ve en sus recuerdos, el slogan del sol español ha cobrado, al fin, sentido.
22 enero 2007

viernes, 10 de julio de 2009

CAZAMARIPOSAS (R. Creek)


Acabo de fabricarme
un cazamariposas
para atraparme tus palabras
cuando las veo volar
pasando ante mis ventanas,
pasando de largo.

Me he fabricado también
un atrapalágrimas
para empapar con éstas sus alas
y hacer que,
por el peso y a su pesar,
se detengan frente a mí
y para mí suenen.

Me he sentado -a esperar-
en el alféizar de tus sueños de futuro,
provista de mis inventos.

En cuanto las he divisado,
a tus palabras,
he empezado a agitar mis manos.
Pero han atravesado la red,
tal era la determinación en su rumbo.
Mis lágrimas han resbalado sobre sus formas
sin calarlas apenas,
tal era el amor con que iban cubiertas.

Y de nuevo han llegado,
irrumpiendo en mi vida,
anegándome en llanto:
Han pasado de largo.
Palabras al vuelo.


Pasando de largo.

jueves, 9 de julio de 2009

ESPERADORES. MIENTRAS NO ME QUERÍAS (R. Creek)



En color, citas de JUNTOS NADA MÁS (Anna Gavalda) -Julio 2007-

Claro que distinguía los días unos de otros, puesto que ya no tenía otra cosa que hacer más que contarlos.

Tenía que levantarse despacio, esperar a que los objetos recuperaran la normalidad.

Paulette hablaba sola, increpaba a los muertos y rezaba a los vivos.

¡Eh! ¡Paulette! ¿Está usted muerta? ¿Está muerta?

Concéntrate en tu muñeca, ella te dictará el primer trazo, y sólo el primer trazo importa, es el que dará vida a tu dibujo.

El problema es que nadie puede vivir sin expresarse. Nadie... Es imposible...

Pero hay una cosa que te tengo que decir: las personas que dejan de hablar se vuelven locas. Chu Ta, por ejemplo, no te lo he dicho antes, pero se volvió loco, y también muy desgraciado. Muy, muy desgraciado y muy, muy loco. Sólo recuperó la paz cuando ya era un anciano. Tú no vas a esperar hasta ser una anciana, ¿verdad? Dime que no.

Los tallos y las hojas del bambú son lo más difícil de dibujar que hay. Una hoja, bonita, una simple hoja que se balancea al compás del viento exigía de esos maestros años de trabajo, a veces toda una vida... Juega con los contrastes. Sólo tienes un color a tu disposición, y, sin embargo, puedes sugerirlo todo...

[Te cuento, sin que lo sepas: Menos mal que iba a reírme con este libro; estoy continuamente al borde del llanto.]

Se acerca el invierno, asesino de los pobres...

¿De qué sirven las emociones, si no se pueden compartir?

La única chica del universo capaz de llevar una bufanda tejida por su abuela, y seguir estando guapa, nunca sería para él. Qué cosas tenía la vida...

[Y te susurro, mientras ignoras casi hasta mi existencia: Frank es como tú. Como tú al principio, y como tú a continuación. Este libro siempre me va a recordar a ti, a tu rubor inesperado, a tus intempestivas reacciones, a mi rechazo...]

Como si su vida sólo pudiera solucionarse con la condición de volver a hacerle sufrir...

- ¿Eres creyente?
- No. Bueno, sí... Cuando escucho este tipo de música, cuando entro en una iglesia muy bonita o cuando veo un cuadro que me conmueve, una Anunciación, por ejemplo, se me engrandece tanto el corazón que me da la sensación de creer en Dios, pero estoy equivocada: en quien creo es en Vivaldi... En Vivaldi, en Bach, en Haendel o en Fra Angelico... Ellos son los dioses... El otro, el Viejo, no es más que un pretexto... De hecho, es lo único bueno que le encuentro: el haber sabido inspirar a todos ellos todas esas obras maestras...
- Me gusta cuando me hablas... Me da la sensación de hacerme más inteligente...

[A mí me gusta cuando hablas de mí como si no estuviese, pero diciéndome todo lo que quieres que sepa.]

- Calla...
- Que sí, que es verdad...
- Has bebido demasiado.
- No. No lo bastante, justamente...
- Mira, escucha... Esta parte también es muy bonita... Es mucho más alegre... De hecho es lo que me gusta de las misas: los momentos alegres, como los Gloria y tal, vienen siempre a salvarte después de un momento triste... Como en la vida...

[Delia hoy me ha dicho la misma frase que mi madre, respecto a la muerte: si el tiempo no clamase el dolor, nos moriríamos.

Comprar el libro ya fue especial: El librero me contó lo que le inspiró el leerlo, y se enredó en los horóscopos: Sagitario con ascendente Escorpio, y caballo en el chino.]

Lo que impide que la gente conviva no es la diferencia, sino la estupidez...

De hecho, es la primera cosa que suelen hacer los dictadores: romper gafas, quemar libros o prohibir conciertos.

¿A lo mejor incluso has elegido ese curro por ese mismo motivo? Para no salir nunca de la tripa de tu madre y tener la certeza de que siempre estarás en un lugar calentito, con mucha comida alrededor...

[Ya quería volar antes de conocerte. Luego me has dado alas, me las has quitado, me las has ensanchado, me las has recortado, me las has incendiado, me las has robado para volar tú mismo...]

- ¡Qué va! ¡Qué va! ¡Peludo lo justo, nada más!
[¡eres tú! jajajaja]

- Así... Tú déjate hacer, pedacito de hielo...

[¡Joé! ¡Cuántos resortes! La moto: ¡en Gien! ¡Huelva! ¡NachoAsio!]

- ¿Crees que son como las minas de tus lápices? ¿Crees que se gastan cuando se utilizan?
- ¿El qué?
- Los sentimientos.

[Estoy agotada. Es cierto que soy un espejismo evanescente. Ni siquiera para mí misma tengo de dónde beber: carezco de presente, pasado o futuro que contar. No soy un misterio. Soy un vacío.

Olvídalolvídalolvídalolvídalolvídalo ¿Cómo se hace eso?]

sábado, 4 de julio de 2009

MARNIE, LA LADRONA DESPOJADA (R. Creek)

Hubo una vez un momento
-uno de esos largos, eternos,
interminables momentos-
en el que, sin tú saberlo,
hiciste de mi pupila tu mirada,
tu aliento cayó sobre mis labios
y tu lengua exploradora
describió por vez primera,
al descubrirla,
la geografía de mi boca.

Y en ese instante fugaz
-permanente, inolvidable,
inacabable instante-
en el que tú aún hablabas para ella,
mis manos le robaron tu cadera,
y mi cuerpo entero,
obedeciendo consignas que no eran para él,
serpenteó de tu boca a tu vientre,
para terminar enlazándote
-sarmiento ávido de tus palabras-,
los dedos de mis manos
jugando sobre tu nuca;
los de mis pies,
enterrados en la curva de tu espalda.

Fue todo tan fugaz,
tan perentorio,
tan por deseo mío,
que tú aún no sabes nada.
Y quizá de esta mirada
que llevas prendida en tus pestañas,
y de este pensamiento
que se balancea feliz bajo tu vientre,
quizá de mis latidos
-que se ajustan, ahora, a tus suspiros-
ni sabes ahora, que te grito,
ni sepas jamás.


26-junio-2006

COMO AGUA PARA CHOCOLATE (R. Creek)

Algún día de 2006, quizá fuese ma Algún día de 2006, quizá fuese marzo.



A Ana le gusta "Como agua para chocolate". Dice que es una paleta en que se mezclan sentimientos y sentidos para componer una historia de pasiones. Coincido con ella: Primero lo leí. Compro a menudo libros de los que nunca he oído hablar, con todo lo que eso conlleva de decepción y de sorpresa. Tenía muchas veces que cerrarlo para llorar, para llorar de risa, para llorar de pena, para llorar de rabia, para llorar por el placer de llorar porque me desbordaba sin saber por qué.

Tuve mucho miedo de ver la película. Aún recuerdo las ganas que tuve de incendiar la pantalla y al director cuando vi "La historia interminable". ¿Cómo podía haber alguien tan necio en el mundo? Pero también recordaba la maravillosa adaptación de "El nombre de la rosa", de modo que me lancé a verla. Lo primero que me chocó fue el acento: ¡pero si ni Tita ni Pedro tenían acento mejicano! Tampoco tenían esos rostros. Mi Pedro no tenía carita aniñada y mi Tita era mucho más indígena bellezón. Mi miedo a seguir viéndola aumentó de pronto, pero mi curiosidad por ver cómo habían retratado en imágenes la escena de la fogosidad de Gertrudis convertida en incendiario aroma de rosas, o la de la explosión de fuegos artificiales del establo, pudo más que mis temores. Y no me arrepiento. Una maravilla. No podía ser de otro modo, siendo el director el amado amante de la escritora.

 Ana: Contigo me iría al cine sin dudar.