Hubo una vez un momento
-uno de esos largos, eternos,
interminables momentos-
en el que, sin tú saberlo,
hiciste de mi pupila tu mirada,
tu aliento cayó sobre mis labios
y tu lengua exploradora
describió por vez primera,
al descubrirla,
la geografía de mi boca.
Y en ese instante fugaz
-permanente, inolvidable,
inacabable instante-
en el que tú aún hablabas para ella,
mis manos le robaron tu cadera,
y mi cuerpo entero,
obedeciendo consignas que no eran para él,
serpenteó de tu boca a tu vientre,
para terminar enlazándote
-sarmiento ávido de tus palabras-,
los dedos de mis manos
jugando sobre tu nuca;
los de mis pies,
enterrados en la curva de tu espalda.
Fue todo tan fugaz,
tan perentorio,
tan por deseo mío,
que tú aún no sabes nada.
Y quizá de esta mirada
que llevas prendida en tus pestañas,
y de este pensamiento
que se balancea feliz bajo tu vientre,
quizá de mis latidos
-que se ajustan, ahora, a tus suspiros-
ni sabes ahora, que te grito,
ni sepas jamás.
interminables momentos-
en el que, sin tú saberlo,
hiciste de mi pupila tu mirada,
tu aliento cayó sobre mis labios
y tu lengua exploradora
describió por vez primera,
al descubrirla,
la geografía de mi boca.
Y en ese instante fugaz
-permanente, inolvidable,
inacabable instante-
en el que tú aún hablabas para ella,
mis manos le robaron tu cadera,
y mi cuerpo entero,
obedeciendo consignas que no eran para él,
serpenteó de tu boca a tu vientre,
para terminar enlazándote
-sarmiento ávido de tus palabras-,
los dedos de mis manos
jugando sobre tu nuca;
los de mis pies,
enterrados en la curva de tu espalda.
Fue todo tan fugaz,
tan perentorio,
tan por deseo mío,
que tú aún no sabes nada.
Y quizá de esta mirada
que llevas prendida en tus pestañas,
y de este pensamiento
que se balancea feliz bajo tu vientre,
quizá de mis latidos
-que se ajustan, ahora, a tus suspiros-
ni sabes ahora, que te grito,
ni sepas jamás.
26-junio-2006

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