Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

viernes, 16 de enero de 2015

BIG EYES, la última de Tim Burton (R. Creek)


El martes, a través de La 2 Noticias, y gracias a la promoción de la película de Tim Burton, supe de Margaret Keane, pintora patológicamente tímida con marido estratosféricamente jeta que presentó durante años la obra de su mujer como propia sin saber coger un lápiz con éxito.




Lo más sorprendente es que, según la misma noticia, el marido firmó contratos ¡¡¡millonarios!!! con UNICEF, que utilizó sus dibujos campañas publicitarias, con lo cual, la tristeza de ella y el ventajismo de él dejaron de ser centro de mi atención, abducida ahora por la extraña e inmasticable idea de UNICEF invirtiendo millones en publicidad contra la pobreza infantil... Se me volvieron los ojos Big Eyes en todos los sentidos.



Buscando más información sobre ello, he dado con un blog (de Niury) que, a priori, me ha parecido muy interesante seguir: https://elblogdeniury.wordpress.com/2014/12/26/la-increible-historia-de-la-pintora-de-los-ojos-gigantes/

lunes, 5 de enero de 2015

A VECES BASTA UN EMPUJÓN (IV): En memoria de Carla (Elvira Lindo)



En memoria de Carla (Elvira Lindo)

A las víctimas hay que individualizarlas. Ponerles un rostro, una edad, una familia, un barrio, algunas inquietudes, unos cuantos sueños, una debilidad visible o escondida. Los activistas sociales lo saben desde hace tiempo, tanto como para presentar cualquier campaña que pretenda provocar empatía en el ciudadano con un rostro concreto, un nombre y una edad. Carla, por ejemplo. Una chica de 14 años que estudiaba en un colegio, el Santo Ángel de la Guarda, y con una madre que ahora conocemos, Monserrat. Carla se suicidó arrojándose por un acantilado de su ciudad, Gijón, enferma de desesperación por el acoso y la burla a la que le sometían algunas compañeras de clase. Se mofaban de su físico y de su supuesta condición sexual. Las dos chicas que lideraron las vejaciones a las que la adolescente fue sometida el año antes de que se quitara la vida han sido condenadas a cuatro meses de tareas socioeducativas para mejorar su empatía con el prójimo, en particular, con los seres más débiles. ¿Es suficiente? Si es esa la única medida, no, desde luego que no. En cuatro meses no se cura la chulería ni el desprecio por el dolor del otro. Cuatro meses no son nada si no se exige también a los padres de las autoras del delito que recapaciten sobre los valores que jamás se inculcaron en casa y por la poca atención que prestaron a la personalidad oscura y diabólica que iba haciéndose presente en sus hijas. Cuatro meses pasan volando y son estériles si la dirección del colegio en el que tuvo lugar la pesadilla que llevó a Carla a precipitarse al vacío no asume su culpa y emprende un debate para reflexionar sobre una responsabilidad que también debería recaer en un claustro que ignoró o no dio importancia al padecimiento de una de sus alumnas.

Cosas de niñas. Así se resume en más ocasiones de las que pensamos y sabemos la persecución, la burla, el escarnio que ocurren secretamente en los centros escolares. La mayoría de las veces nadie se entera del padecimiento de un niño o de una adolescente. Los chavales no suelen contar demasiado en casa porque viven el acoso al que están sometidos con culpabilidad y vergüenza. Ese silencio permite que los chulos o las chulas actúen impunemente, divirtiéndose con el sufrimiento de la criatura acorralada; por lo demás, el resto de la clase, por un temor comprensible a ser también estigmatizados, suelen callar o colaborar vagamente. Cada cierto tiempo, el horror del acoso escolar se hace visible en la prensa porque la víctima, viéndose sin capacidad para acabar con su angustia, pone fin a su vida. Es así de crudo: sabemos de la víctima por su suicidio. A Carla le daba terror ir al instituto, pero al temor que le producía el encuentro con sus torturadoras había que añadir uno de nuevo cuño: la angustia que le provocaba el comprobar cómo se burlaban de ella a través de las redes, es decir, como divulgaban en el ciberespacio la mofa para tenerla paralizada en un terror sin escapatoria. Ni en su propio dormitorio estaba a salvo la pobre desdichada de sus torturadores, ya sabemos que las injurias en Internet tienen la peculiaridad de colarse por cualquier resquicio. Esta es una historia más común de lo que parece y no se trata solamente de un delito juvenil ni que sufran en exclusiva los adolescentes. La justicia va más lenta que la tecnología y castigar al que delinque en la red, aunque es posible y cada vez más frecuente, tarda un tiempo que a la víctima se le representa como insoportable. Imagino que el castigo al bulling cibernético, agazapada la identidad del malhechor en el cobarde anonimato, acabará precisando de un mecanismo exprés para ser penalizado, dada la rapidez con que en el medio se difunden las injurias.

Parece que en estas fechas hay una voluntad colectiva de concordia, que las rivalidades pierden fuste y nuestras columnas se engalanan con buenos propósitos. Tal vez deba ser así, conviene y es saludable que sea así, que el pensamiento se mantenga en suspenso unos días antes de volver a la carga, a la bronca, a la opinión, a la arena. Pero me ha resultado inevitable, después de ver en el periódico esta semana el rostro de Montserrat Magnien, la madre de Carla, pensar que para ella no habrá Nochevieja ni Año Nuevo, que desde el 11 de abril de 2013 el tiempo avanza en una densidad amorfa, sin conceder tregua alguna ni consuelo, empecinada como está su mente en un solo propósito: que se haga justicia. Y he querido que el primer artículo de este año que acabamos de inaugurar esté dedicado a ella, a esta madre que sólo va a encontrar razones para vivir litigando a fin de que su caso, el caso de su hija Carla, se convierta en paradigmático, y que su muerte no haya sido en vano, que nos enseñe a atajar la crueldad cuando brota: desde la casa, la escuela, la justicia, que entendamos la necesidad de enseñar a quienes no tienen demasiadas luces, a los resentidos, a los duros de corazón a sufrir con el dolor ajeno. Y si es que la naturaleza no les ha dado la capacidad de comprender el sufrimiento del prójimo que sea la justicia quien ponga freno a su tara. Quería que mi artículo tuviera un rostro, el de Montserrat, y enviarle desde aquí un abrazo para que no se sienta, como seguro que se sentirá, tan sola.


sábado, 3 de enero de 2015

AS TIME GOES(,) BY(E) - Dooley Wilson (R. Creek)




A todos os habrá pasado: Observamos la admiración quasi-religiosa de alguien hacia algo (una peli, un libro, una ciudad, una persona, una bebida, un antiguo amor...) que ya habíamos visto, experimentado, visitado, saboreado,... sin ninguna especial emoción, y necesitamos volver a vivir la experiencia para ver qué se nos habrá pasado por alto, o para comprobar si "la primera vez" no es suficiente o si no la vimos en un momento oportuno.

Eso me ha pasado siempre con Casablanca. Y aunque la he visto varias veces para ver qué me pierdo que no me parece imprescindible, nunca he conseguido aprehender esa esencia por la que se convierte en reverenciable. Curiosamente ahora, después de mucho tiempo sin volver a verla, cuando ya me he rendido a la evidencia de que no va a ser uno de mis fetiches, la observo a distancia y compruebo que se ha convertido en toda una metáfora existencial para mí, y ya nunca será una película más. Ha pasado a ser uno de mis tótems, más allá de mis gustos cinéfilos. 

La primera vez que escuché hablar de ella como se habla del primer amor, fue en algún programa de sesuda tertulia sobre el Séptimo Arte, no recuerdo cuál. Como (profana en todo) no suelo coincidir con los gustos de preparadísimos expertos -se trate de la materia que se trate-, en esa ocasión mi reacción no pasó de una leve sorpresa que no me incitó en absoluto a correr al vídeoclub a alquilarla.

Más adelante la vi siempre entre las 5 primeras de esas listas que a los americanos tanto les gustan y, por tanto, al resto del planeta también: Las 10 mejores películas de los 40. Las 50 mejores películas en blanco y negro. Las 100 mejores películas del siglo XX... Tampoco suelo coincidir más allá de lo casual con las elecciones populares, por lo que, de nuevo, no sentí la acuciante necesidad de revisionarla, aunque si la emitían nunca me disgustaba volver a verla (sin conseguir jamás ser bendecida por ese halo de sacralidad).

También supe, por Sueños de un seductor, que Woody era otro de los atrapados por la secta Curtiziana. Y aunque Allen me encanta, me consta que ni soy judía, ni hipocondríaca, ni neoyorkina, no toco el clarinete, sigo loca y sin psicoterapeuta, estoy a mil UA de su humor y su genialidad además de otro millón más de distancias/diferencias: tampoco me pareció que tuviese que buscar la peli de forma perentoria.



Sin embargo, cuando mi más intenso, profundo, verdadero, maravilloso, indescriptible, reciprocado amor se pronunció al respecto, haciéndome partícipe de que era su favorita y declarándose devoto acólito de la escena final, sí corrí como el viento a descargarla y la vi por enésima vez, con un interés, una atención, una pasión,... de forense a punto de resolver el enigma de su/la vida. Me habría gustado, habría dado algo a cambio de presenciar el milagro, cualquier cosa por que me abduciese, por que saliese un poltergeist de la pantalla y me arrastrara dentro, por presenciar una Rosa Púrpura del Cairo en la que es Bogart quien me impronta... No pasó nada. Bien sabe diox cuán diferentes fueron mis ojos en esa ocasión; pero no conseguí ver nada nuevo, para mi total desconsuelo y definitiva claudicación al respecto.



Ahora que hace años que perdí a mi más intenso, profundo, verdadero, maravilloso, indescriptible y, ya, inreciprocado amor (sin haber perdido jamás el sentimiento), y total y absolutamente consciente, más que nunca, de que sólo siempre nos quedará París, pienso en la película sin necesidad de volver a verla, escuchando a Sam sin necesidad de que toque, deseando no mirar atrás y rezando por que la niebla me envuelva y sólo me permita ver el vuelo que tengo por delante, y sé que se ha resignificado sin previo aviso. Casablanca es ahora la que nunca fue. Su latido ha cambiado, su canción es distinta, el abrazo es estrecho, la distancia infinita... El adiós no es el mismo. As time goes by.






You must remember this:
A kiss is just a kiss, 
a sigh is just a sigh
The fundamental things apply
As time goes by

And when two lovers woo
They still say, "I love you"
On that you can rely
No matter what the future brings
As time goes by
Moonlight and love songs
Never out of date
Hearts full of passion
Jealousy and hate
Woman needs man
And man must have his mate
That no one can deny
it's still the same old story
A fight for love and glory
A case of do or die
The world will always welcome lovers
As time goes by

Moonlight and love songs
Never out of date
Hearts full of passion
Jealousy and hate
Woman needs man
And man must have his mate
That no one can deny
it's still the same old story
A fight for love and glory
A case of do or die
The world will always welcome lovers
As time goes by


Recuérdalo:
Un beso es sólo un beso,
Un suspiro es sólo un suspiro.
Te quedas lo esencial
con el paso del tiempo.

Y cuando dos amantes se buscan
 siguen diciendo: 'Te quiero',
puedes creerlo,
pase lo que pase en el futuro
con el paso del tiempo.

Las canciones de amor
a la luz de la luna
nunca pasan de moda.
Corazones apasionados, 
celos y odio.
La mujer necesita al hombre
y él a ella,
es innegable.

La misma vieja historia de siempre: 
luchar por el amor y la gloria,
cuestión de vida o muerte
El mundo siempre 
dará la bienvenida a los amantes
con el paso del tiempo.

ATRÉVETE (Sergio Dalma ft. Luis Ramiro)







Ya lo sé, 
sé que piensas que soy débil
pero escucha bien:
 Soy corriente como el agua clara y, a la vez,
si me meto entre las rocas las puedo romper,
 las puedo vencer.
 Y este amor ha llegado a un punto muerto,
  a la decisión de acabar con este juego de sufrir los dos,
de enseñar las cartas de una vez.
Atrévete y quiéreme sin miedos o márchate
  yvete lo más lejos que pueda haber.
No puedo soportar tenerte a la mitad.
Atrévete y quiéreme sin miedos o márchate
  yvete lo más lejos que pueda haber.
No puedo soportar tenerte a la mitad

Esta vez
 es la vez definitiva, puedes escoger:
O te quedas o te marchas, yo lo aceptaré.
Enseña lo que escondes bajo la piel.
Atrévete y quiéreme sin miedos o márchate
Y vete lo más lejos que pueda haber.
No puedo soportar tenerte a la mitad.
Atrévete y quiéreme sin miedos o márchate
Y vete lo más lejos que pueda haber.
No puedo soportar tenerte a la mitad.

No puedes decir "te quiero" y echar a correr.
No voy a perder más tiempo, ya lo ves.
Atrévete y quiéreme sin miedos o márchate
Y vete lo más lejos que pueda haber.
No puedo soportar tenerte a la mitad.
Atrévete y quiéreme sin miedos o márchate
Y vete lo más lejos que pueda haber.
No puedo soportar tenerte a la mitad.


HÉROES HOMÉRICOS O ESAS BELLAS PIEDRAS DE "AZINA" (HELLÁS III) (R. Creek)


Decidimos parar a tomar una cañita mientras pensábamos -preguntando o sobre plano (desde Omonia, por supuesto)- dónde cenar. La cañita resultó ser de medio litro. Se ve que en cuanto rozas no sé qué latitud las cosas dilatan. Cosas del calor. Y así, dilatado también (debía medir, le calculo yo, lo que el Coloso de Rodas), apareció un héroe homérico ante nuestros ojos. Miradita va miradita viene, lady por aquí, torpe repostero vaciando plásticos por allá,… total: terminó preguntándonos de dónde éramos, y una cosa llevó a la otra. Había estado en España hacía muchos años y aún conservaba muchísimo del idioma porque, al parecer, le gustaba tanto que leía en nuestra lengua. No recuerdo qué más nos contó esa noche, porque yo enseguidita flaqueé de talón (y porque yo mucho inglés hablado no domino, y menos con medio litro de cerveza colapsando conexiones neuronales, para qué nos vamos a engañar; de hecho, al parecer, habíamos aceptado cenar con él al día siguiente, pero yo no lo supe hasta que, un rato después de despedirnos de él, me lo comunicó Π como si yo estuviese al tanto ¡qué ingenuidad tan enternecedora la suya!). 


Άγιοι Aσωματικι- Iglesia bizantina de los Santos Incorpóreos

Tomamos una cena de lo más original (ensalada griega con doble de feta y moussaka) en el restaurante de al lado, el del torpe repostero que, minutos antes, reciclando una botella desrecicló 20, aunque las recogió toditas una a una; eso y su afán protector hacia mi bolso me hicieron convertirlo en el 4º héroe de la noche, encabezando la lista el Coloso y, de farolillos rojos, Starsky y Hutch. Como queríamos madrugar para no ver la Acrópolis bajo un sol de justicia, tal y como aconsejaban las guías (somos muy de hacer caso a guías y mapas, ya habéis visto y seguiréis viendo), no quemamos más noche y volvimos a nuestro sótano.
 

Al día siguiente descubrimos que, digan lo que digan las guías, si uno no quiere insolarse viendo la Acrópolis lo mejor es saltarse las verjas de noche. No eran las 9 y ya en la primera cuestecita parecíamos centrales térmicas ambulantes. La verdad es que el madrugar tuvo la ventaja de que no nos encontráramos todo ese hormiguero humano en que se convirtió apenas dos horas después. Nos lo tomamos con calma, pero después de ver casi todo el recinto, al llegar al templo de Héfestos, decidimos que el Tholos y el emplazamiento de la antigua asamblea democrática los dejábamos para otra ocasión. Total ¡yo iba a quedarme a vivir allí! ¡tiempo tendríamos de sobra en años venideros! 

Αγία Τριάδα - Aghia Triada (Santa Trinidad)
Tomamos algo en el barrio de Syri (o cerveza o frappé, ya no me acuerdo, pero fueron nuestras fuentes de hidratación básicas durante todo el viaje, así que cualquiera de las dos cosas) y comimos -¡a las 4 de la tarde casi, maravilladepaís!- en un restaurante donde la camarera… ¡también hablaba español! Así que no pudimos estrenar nuestro limitado vocabulario heleno, aunque incorporamos nuevas palabras gastronómicas acompañando la ensalada griega: σαγανάκι saganaki (pelín salado) -creo que de aquí saqué luego, inconscientemente, el neologismo de saganapo- y χταπόδι octopus (buenísimo). Teníamos una vista increíble de la acrópolis y pensamos cenar un día allí, frente a la visión nocturna iluminada que anticipábamos de cine, de modo que anoté el nombre del restaurante: Alfa. Lo ponía en los toldos: Alfa. Días después, cuando lo encontramos sin tener que preguntar, ya sabíamos que Alfa era el nombre de una cerveza (lalalalaaaa niniinoniiii fiufiuuuuu…).

Κεραμεικός - Cerámico

 Dimos otra vueltecita corta por Syri y descubrimos, por azar, buscando el Kerámeikos, una iglesia bizantina muy chula (la de los santos incorpóreos, aunque entonces ni idea del nombre). ¿Dónde estará el Kerámeikos, dónde estará el kerámikos? Venga a dar vueltas, venga a dar vueltas, venga a dar vueltas cual pollos al ast ¡maldita chicharrera de las cinco de la tarde!

Québonitaquellaiglesiaquesevealfondo.
Aquídicequesunasinagoga.
(creo que ni de conya era ésa)
Hayqueverlobonitaquesevedelejoseeh.
Quiénquierestropearloacercándose.
Noseréyodesdeluego.
 
Thissio
Por fin dimos con el Kerámeikos. Teníamos entrada para visitarlo, pero decidimos decir la frase mágica: “Bueno, ya nos lo hemos quitado”. Si es que Atenas antigua, lo que se dice Atenas antigua, si uno quiere se ve rapidísimo, sólo hay que tener voluntad térmica. Además guardo la entrada, total, como me voy a quedar a vivir allí...

QuébonitoelKerámeikos.
Sífíjatequéarcadasahícomounacisterna.
(era la Puerta Sagrada)
Sísíymiraquésombritadaestafarola.
Vamosdelujoycasisevemejordesdeaquí.
Nilodudes.
¿Probamos averquetal sevedesdesastacióndemetroThissio quehayahí?
Probemosyvayamoscorriendoquestoyansiosaporverla


Monastiraki

Huy, qué estación más bonita, ¡vamos a eponamestassi!
Bueeeeenoooo, las ruinas
in situ, a varios metros bajo tierra, se ven pero que muchísimo mejor a las 5 de la tarde ¡dóndevaustéaparar!
¿Vamos a la de Syntagma, que seguro que también es chula?
¡Vamos!
¡Qué bonita es Atenas aquí abajo a estas horas! ¡estosvida!

Syntagma

Σιγανοψιχάλισμα - Αθηναϊκή Κομπανία (Siganopsihalisma - ATHINAIKI KOMPANIA)




DE NOCHE TODOS LOS GATOS SON FELINOS DESORIENTADOS (HELLÁS II)








Había leído, en lo que me había dado tiempo de las 814 páginas de la guía que no pensaba cargar como equipaje, que los alojamientos de la plaza Omonia eran los más baratos porque era un barrio de compra-venta corporal. Para nuestra primera salida, por supuesto, elegimos la plaza Omonia. Sí, ya sé que esto da lugar a malos entendidos, pero dejadme que lo aclare: siendo, como creíamos, una capital europea, de interior, mes de agosto y día de diario, probablemente sólo allí encontraríamos lugares abiertos para tomar algo y cenar.


Bien, a mitad de trayecto llamaron a Π y, como pasa bastante del concepto de “móvil”, se sentó en un resalte de un comercio a responder. Quiso la casualidad que, no habiendo llegado a Omonia, el descanso nos pillara en una antesala bastante premonitoria: una pequeña placita-museo del underground. Yo, que había comenzado por esperar a escasos metros pensando que sería una llamada de corta duración, terminé empezando a pasear arriba y abajo, atrayendo miradas primero y pseudofertas después. Abrumada por la indecisión, le comuniqué a Π que iba a seguir caminando hasta la plaza siguiente, al otro extremo de la avenida (una tiene que tantear bien todas las oportunidades, no hay que quedarse con el primer chollo que te encuentres ¿no?). Esto le sirvió para abreviar un poco y unírseme (¡qué mala es la envidia! XDD).

ώδεiον 'Hρώδης ó 'Aττικός - Odeón de Herodes Atticus

Mientras buscábamos Omonia, zigzagueando en lo que creíamos el itinerario exacto (sólo días después fuimos capaces de apreciar que para un recorrido recto trazábamos la bóveda celeste), pasamos por una estación de autobuses de países del Este. Uno acababa de llegar, así que presenciamos, sin pena ni gloria, la alegría de los reencuentros familares. Caminamos unos metros más y, tras una cochera de taxis, llegamos a la plaza Omonia. No me sorprendió nada lo que vimos porque correspondía totalmente a lo que decía de ella la guía: a pesar de significar concordia, no era sino una plaza ganada por el asfalto, y con tráfico infernal. Callejeando mucho llegaríamos a saber, casi en el momento de abandonar ya Azina, que ésa era la plaza Omonia sólo porque nos había dado la gana. Aún no sabemos con exactitud qué era eso que rebautizamos con tal nombre, pero lo cierto es que no había ni un árbol, ni un alma tampoco (esto último fue lo que, con posterioridad, nos resultó algo extraño, al leer en otra guía que era lugar de encuentro multicultural -como también llegamos a comprobar cuando aparecimos allí por casualidad en otra ocasión en que buscábamos 28 de octubre odós-). Bien, no sabíamos ni por dónde atravesarla y nos dio rabia que las guías, como las madres, siempre tengan razón para lo murphysta. 

Este enlace lleva dedicatoria: Para divi con agapi.

Estábamos armándonos de valor para cruzarla como si de una avenida china se tratase (esto es, corriendo con los ojos cerrados y gritando “Tengomieeeedoooo” hasta chocar con el bordillo del otro lado), cuando nos abordó quien nos dijo ser un yugoslavo recién llegado. Por supuesto, no nos dio ninguna pista el que no llevara ningún equipaje. Nos bastó con haber visto, metros atrás, el autobús recién llegado, y su mapa de Azina en las manos, para no tener ninguna duda de que así era. Nos preguntó la procedencia y si sabíamos de algún hotel. Curiosamente acabábamos de dejar una calle transversal atestadita de hoteles (esto también nos confirmó, claro, que estábamos en Omonia), así que, aunque acabábamos de decirle que no podíamos ayudarle porque no conocíamos nada (antes siquiera de que nos preguntase), resultó que sí que podíamos. Le indicamos la calle. Él no parecía tener intención de ir a verla, lo cual nos sorprendió ligeramente, y siguió mostrándonos el mapa y repitiéndonos lo mismo que ya nos había dicho: yugoslavo, recién llegado, y buscaba hotel. Nos miramos con cara de alunice, pero, conscientes de que podíamos no estar entendiéndonos mutuamente, volvimos a repetirle todo: lo de la calle plagada de hoteles y lo de nuestro absoluto desconocimiento sobre nada más.

Φιλοπάππου - Colina y monumento de Filopapos, desde la Acrópolis
Él nos señaló el mapa y repitió lo ya repetido varias veces. Nuestras caras eran todo un poema. Nos preguntábamos mutuamente: “¿Pero qué quiere? Yo no lo entiendo. Ya le estamos diciendo que no somos de aquí...", etc. Sí, sí, bonito (yesyespretty) pero es que no sabemos lo que quieres. Él no tenía ninguna prisa y, sin abandonar su sonrisa, nos repitió lo mismo. Π ya, para romper ese círculo infernal, ese agujero repetitivo en el tiempo en el que parecíamos habernos metido los tres, le señaló un pedazhotel que se veía enfrente. El hombre dijo que era demasiado caro, y le repetimos lo de la calle con hoteles con aspecto normal, ahí al ladito. Él ni siquiera miraba la dirección de nuestros dedos y señalaba el mapa. No nos llegó a chocar que un tipo recién llegado fuese más capaz de orientarse por un mapa que por unos índices apuntando a una calle. Somos así, ya veis. Esas cosas las pensamos después. Así que, siguiendo sus indicaciones, nos acercamos a un escaparate porque, al parecer, necesitaba luz sobre el mapa para saber dónde ir. Tampoco se nos ocurrió coger un boli e ir marcándole en el mapa todas las H que, a buen seguro, aparecerían. Lo hubiéramos dejado de una pieza. Pero ya digo, no se nos ocurrió sino seguirle hasta el escaparate con cara de estupefacción y diciéndonos: “Si es que no sé qué quiere, sí, sí, luz, pero si ya le hemos dicho que no somos de aquí, qué quiere este tío...”.

Προπυλαια - Propileos de la Acrópolis

Nadie sabe el tremendo daño que han causado las series policíacas de los 70 a las mafias actuales. Baste deciros que, mientras estábamos ya riéndonos abiertamente del hecho de vernos repitiendo la toma (ahora en un escenario más luminoso, eso sí) del yugoslavo recién llegado que intenta encontrar alojamiento barato preguntándole a dos guiris que tienen que orientarle en un plano, apareció a la carrera un joven delgadito, camisa blanca, vaqueros negros, y se nos plantó delante con las piernas abiertas, una mano hacia arriba, haciendo como si fuera una pistola que apuntase al aire (pensado después, quizá emulando a Tony Manero en la discoteca), y mostrándonos, con la otra, una cartera vieja de cuero negro abierta y con una placa, mientras gritaba, también repitiendo su escena una y otra vez, como por contagio: POLIIIIIIIIIIIICE POLIIIIIIIIIIICE, PASSPOOOOORT, PASSPOOOORT!!!!!!! Yo flipé. Hasta llegué a pensar que nos estaba pidiendo que lo invitásemos al famoso whisky. Le dije, como una novia despechada reprendiendo a su novio exalcohólico: “¡No! A ti no. ¡Ni hablar!”, por supuesto en castellano. Cuando una se rebela no tiene tiempo para morondangas idiomáticas. Y me dirigí, dándole la espalda, muy digna yo (la nariz apuntando hacia el luminoso hotelero que minutos antes habíamos indicado a modo de sugerencia al yugoslavo persistente), hacia el lugar inicial por el que habíamos estado pensando cruzar aquella plaza de tráfico infernal, nuestra plaza Omonia, antes de que nos tragase ese bucle del tiempo.


Al ver que Π no me seguía, me sorprendió comprobar que seguía con el plano del tío en sus manos, alunizando mientras nos miraba alternativamente a él, a mí y a Starsky -que seguía pidiendo a gritos música de los 80 y alcohol, pero un poco más alejado y desconcertadísimo al ver que no le habíamos hecho ni caso-. El yugoslavo ni se había inmutado. Era su primera vez en Azina y ya parecía más que acostumbrado a estos numeritos de la “policía” ateniense. Vamos, que ni se sobresaltó por los gritos ni hizo, en ningún momento, ademán de buscar documentación alguna. Vale que ninguno de los tres lo hicimos pero ¡yo qué sé! qué menos que una cara de fingida sorpresa, ¡¡qué menos!!

Το Ερέχθειο - El Erecteión

Cuando le sugerí a Π que nos fuéramos, respondió que ya, pero que no sabía qué quería el yugoslavo, ni de qué iba todo esto; dedujo, finalmente, que por mucho que repitiésemos la escena no llegaríamos a comprender nunca dónde quería llegar ese hombredediox, así que le dijo, a modo de despedida: lo siento, no somos de aquí; y ahí lo dejamos con su plano, a la luz del escaparate, y sin que pareciera afectarle ver alejarse a ese tipo de enfrente, nervioso, que no dejaba de saltar y gritar POLICEPOLICEPASSPORTPASSPORT mientras mostraba una estrella de sheriff de 3 kg. de peso y encima de color azul marengo, como para darle más realismo.

Καρυατις - Cariátides




En fin, que menos mal que somos muy de Siniestro (antetodomuchacalma) si no… los arrestamos a los dos allí mismo y los metemos en el sótano del Diethnes hasta que el uno aprenda a localizar las H en el plano de Azina y a sobresaltarse cuando su compinche (de eso no tuvimos ninguna duda) le pida el passport; y hasta que el otro se dé cuenta de que un policía nunca llega a un sitio tranquilito, donde no hay más que tres personas en amor y compaña, gritando como un poseso y haciendo como que pega tiros al aire con la uña sucia de su índice, y mucho menos cargado con una placa que pesa el doble de su masa corporal, con la inscripción “Fuerte Grant. Juguetes Comansi”; nunca salvo si salta por una puerta del "tomate rayado", o si, mientras, TJ sube al tejado.



Ἑλλάς (HELLÁS I)




τέμενος Ελευθερευς Διώνυσος - Teatro del témenos de Dionisos Eleuterius

    Prólogo   

    Vaya por delante que todo tiene un olor, sabor, amor, ternura, sonrisa,... que no se apreciarán y, como ya dije, todo tiene muchísima más intensidad: todo es más verde, más turquesa, más azul, más vivo, más alegre, más enamorante, más...

    Saldrán cielos nublados ¡cuando no vimos ni una neblina! y saldrán clarísimas las noches estrelladas sin luna. Y no sólo en las fotos. Pero intentaré que os zambulláis conmigo en los azules celestes y voléis entre los turquesas marinos.





    Aterrizaje

    Por ésta y por otras cosas que veréis si tengo tiempo para seguir contando, sabréis que no soy, precisamente, la compañera ideal de viaje. Al llegar a Atenas no nos costó nada encontrar el hotel que me había encargado, eficientemente, de buscar y reservar por Internet.



    Con bastante calor tras llevar a rastras el equipaje y subir unos cuantos escalones que daban acceso a la recepción, y sorteando algún obstáculo (estaban en obras), dimos los datos al recepcionista (al que desde ese día llamamos Jocke por lo mucho que se parecía a un amigo, os lo digo como presentación). Él alunizó un buen rato antes de decirnos que, efectivamente, existían tales reservas, pero... había pedido tres días de julio en los que ni siquiera habíamos despegado de nuestras sábanas españolas. No podía creérmelo. ¡Si había estado buscando como loca porque en ninguno de precio y zona razonables encontraba para los tres días que queríamos salvo en ése! Busqué mis papelitos, incrédula, y, nada más verlos, empecé a tararear, mirándome el ombligo, el píopíoqueyonohesío. El bueno de Jocke nos encontró algo... en el sótano. Las escaleras eran tan estrechas y empinadas que daban ganas de echarse a rodar, pero la habitación no estaba mal. Nos instalamos y nos preparamos para vivir, ya de estreno, nuestra primera aventura helena.