Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

domingo, 31 de mayo de 2009

VUELTA A LA CUEVA (R. Creek)




Había pasado tanto tiempo de luto, tanto tiempo humedeciendo mi coraza en lágrimas, que ésta devino en papel, sin apenas yo enterarme. Recuperé, tras ese duelo prolongado, la virginidad angélica, ese estado de idiocia en el uno cree que nadie que te quiera te hará llorar, nadie pisoteará a sabiendas sentimientos ajenos,… la inocencia, en fin. En tal estado de gracia virginal, de corazón desacorazado, lo suyo es que hubiese aparecido de pronto una suave mariposa acariciadora de cicatrices. Y así fue: el destino me regaló un aleteo dulce y ateniense en brazos del héroe de débil talón. Pero apareció, a la par, el tiburón. Un escualo que yo quise disfrazar de delfín, y que empezó a lanzar cantos de sireno mientras yo atravesaba Ítaca. Echémonos de menos –le dije, confundida, para alejarlo, mientras mi tripulación me amarraba al mar Jónico con una soga de palabras: Esuntiburónesuntiburónesuntiburón…-. Su canto pudo más, y me deshice de la tripulación.

A mi regreso, pude escuchar, ya sin rumor marino que me incitase a la confusión, la letra de su canto: Soyuntiburónsoyuntiburónsoyuntiburón… Me amarré, yo misma, a la cuenta atrás de las hojas de un calendario de Esther y su mundo. Esta vez no llegué ni a dos: me desaté y traduje la letra ayudada del diccionario ilusión-amenaza amenaza-ilusión, y quedó como sigue: Los tiburones también saben a-mar. Y me lancé a sus fauces. Él seguía cantando: soyuntiburónteharejirones; y, a mi alrededor, mil corazones que sufrían anticipadamente por mí, le hacían eco: te hará pedazos y volverás a esa cueva de luto del corazón coraza. El canto era tan agudo, tan presente, que llegué a no poder disfrazarlo con ningún diccionario traductor; no me quedó más remedio que extraerme los tímpanos para seguir amándole, acariciando su aleta de delfín. Era tal mi pasión, era tal mi almacén de caricias, eran tales mis ganas de amar, que cuando me clavaba sus mil hileras de dientes de cartílago yo no podía ver sino su miedo, mientras esos corazones -que lloraban anticipadamente por mí- me hacían torniquetes de urgencia y vendaban mis desgarros con carteles de aviso: esuntiburónesuntiburónesuntiburón y te devolverá a la oscura profunda cueva del dolor


Me dio él tantas señales, me vendaron los demás tantas y tantas veces que… ¿desistí? ¡En absoluto! Mi recién estrenado estado de inocencia absoluta me obligó a arrancarme los ojos, a anular otro sentido más. Ahora sólo acariciaba, acariciaba una aleta de delfín que de pronto se convertía en mandíbula que me devoraba el corazón. Tenía tantas ganas de latir que, no obstante, hecho carne picada ya, seguía acariciándole en son de palpitaciones: Tran-qui-lo-tran-qui-lo, no-tie-nes-por-qué-ser-ti-bu-rón-yo-te-quie-ro-no-te-de-fien-das-tran-qui-lo-tran-qui i i lo, traa nnn… Ni modo. Desgarró mis pechos, de los que se había amamantado golosamente; se hizo paso entre mis costillas, ésas que habían dejado de protegerme para protegerlo a él, y lanzó un último bocado, engulléndome hasta el alma.

Un día, mientras permanecía aún en la UCI, me lanzó aún otra dentellada. Cogí el teléfono para asegurarle que no era ya necesario: no quedaba ya nada que destrozar o de lo que alimentarse. Él respondió con una mordida que yo conocía de sobra porque se había encargado de tatuármela por todo el cuerpo desde el día en que me desamarré del calendario: me clavó los dientes superiores mientras me cantaba las alabanzas de una nueva sirenita.

Sigo aquí, informe, convaleciente, pendiente de mil operaciones que me sacarán, quizá, de esta oscura, familiar y profunda gruta del desengaño que tan bien conozco. Estoy recuperando la visión, aunque sigo pidiendo ocelos de cristal porque quiero seguir ciega, a pesar de todo; creía seguir sorda, porque no escucho a mi alrededor el telodijetelodijetelodijeamor de esos corazones que sufren por mí de forma póstuma, pero sé que oigo de nuevo; lo sé porque lo que sí que escucho (y no tengo ya que amarrarme ni traducir) es la canción soyuntiburónsoyuntiburónsoyuntiburón y tengo ya nueva presa a la vista con la que seguir haciéndote jirones.

viernes, 29 de mayo de 2009

EL SEPULTURERO DEL CORAZÓN DE POE (R. Creek)


Qué pocas palabras y cuánto contenido en lo poco que se dice, en cómo se dice, en lo que no se dice...

Hablar en pasado, en un pasado tan remoto y tan acabado, me dice que hace tiempo, tiempo verbal, tiempo cronológico, ¡tiempo afectivo! que formo parte de una nebulosa ensoñadora que a duras penas ayuda a discernir si todo fue realidad o fue sueño; me dice que hace tiempo ya, bastante antes de que cerrásemos la puerta, tenías tú abiertas las ventanas. Me insinúa incluso que, realmente, tú jamás abriste nada más allá de la verja comunitaria (¡de la comunidad autónoma, ni siquiera la vecinal!).

Hablar en un tono tan conciliador, con tanto de fuebonitomientrasduró, me dice que las páginas de tu libro son apenas un álbum de fotos bajado de internet: evoca cosas, pero nunca te han sucedido a ti, te son ajenas, son una añoranza de la de Princesas, de esa añoranza "a cuenta" por si un día te toca añorar de verdad, añorar como añora quien tiene su nombre hecho jirones si se mezcla con el tuyo, añorar como quien se amputa la pituitaria por no olerte más, añorar como quien se vuelve loco deseando que venga una paloma que haya estado en tus manos y, a la vez, queriendo despertar de una vez y para siempre de su propio espejismo y ver que nunca hubo palomas en tus manos, más: que nunca existieron tales manos.

Sobre todo me duele el dolor de siempre, el dolor más profundo, el dolor de oír el modo en que me nombras (¡cuando se te escapa por error!) ante oídos ajenos, el oír mi nombre hecho ridiculez y sombra, aventura tonta, nadería, apenas si una pluma que un día de viento viste pasar por tu ventana. Cuando dudo y me duelo, y siento quéhubierasidosi, me re-presento la cruenta canallada que soporto cada vez que sé de ti: verme a mí misma también, pero a través de ti, que es lo mismo que no ver nada, o, peor aún, nada que valga la pena nombrar, nada que haya que gritar cuando el alma escapa por la boca. Nada específico, en fin. Ni especial. Ni especiado.


Lloro el haberte dado un día mi nombre, tan devaluado en tu boca desde entonces que hoy apenas si quiero conservarlo si tú vas a volver a pronunciarlo, a darle ese sonido sordo que lo pervierte y abarata, que lo alimenta con desechos para después desmigajárselo a los cuervos. Lloro no poder editarme entera de tu boca y de tu memoria (de lo que atesoras he estado siempre más que ausente), no ser capaz de resetearme y restaurar mi sistema hasta el día aquél en que, por empatía, escribí mi primera frase sobre frutas isleñas.


Cómo duele y cómo ayuda acabar igual que empecé: con el vano intento (por parte de un fatuo enterrador) de ocultar con papel de fumar (tras haberla asesinado con el repertorio completo de trucos de Hitchcock, de King, de Heidegger,...) toda una presencia latente, todo un corazón delator de relato de Poe.

jueves, 28 de mayo de 2009

JUEGOS DE ESCONDER PALABRAS (R. Creek)


Recién invisibles los luceros, despegó del lecho y posó sus pies en el suelo. Luchó en tibio desenredo con el lienzo que le había envuelto de sueños y, veloz, puso sus ojos en el exterior por ver si el pulso nocturno había detenido el gemido húmedo de los cielos. Eso vio: el sol fundido en un prístino recomienzo y sólo unos pocos espejos térreos de nubes. Sus proyectos se hicieron, de ese modo, posibles: cerró los ojos y se vio -se previó- en el refugio de su segundo yo, su eterno gemelo, quien le prestó los utensilios precisos en ese su perentorio momento.



miércoles, 27 de mayo de 2009

SOBREVIVIRÉ (Manzanita)

En ausencia de felicidad, no existen la cura ni el olvido.




Sola y en el invierno azul
la muerte rompió el velo
sola que se quedó sin luz
sin vida y sin consuelo
Sola desheredada y sin dinero
sola como una estrella
que cae del cielo
sola frente a un abismo
que habita el miedo

Sobreviviré
aunque la vida me aseste su golpe mortal
aunque la noche de niebla me impida mirar
a esta vida que tengo y que es la mía
Sobreviviré
aunque las horas del tiempo me quieran matar
aunque la pena me ahogue cada despertar
sobreviviré a esta vida que tengo y que es la mía

Sola que quiso mirar
y a nadie ya encontraba
sola que quiso gritar
y el llanto la callaba
sola sin ilusiones
rompió el velo
sola fente a una noche sin luz ni cielo

Sobreviviré...

martes, 19 de mayo de 2009

QUE TAN CERO SOY (R. Creek)




Te merezco tan poco que te merezco un poema que tú ni soñaste.

Te merezco tan poco que merezco un adiós pero no para siempre.

Te merezco tan poco que merezco la amenaza de que tu sombra me persiga, me angustie, me aprisione, allá por donde vaya.

Te merezco tan poco que merezco los pibes que me sigan mas no los que me llamen madre.

Te merezco tan poco que no merezco siquiera lo bello omitido, bello que tampoco era tuyo ni de tus pensamientos.

Te merezco tan poco que no merezco, ni aún en el tercer chau, en el chau definitivo, más que remedos y remiendos, migajas que convertir en oro (este cuento me suena).

Te merezco tan poco que me seguirás negando, habiendo batido hace tiempo el Guiness de Pedro.

Te merezco tan poco que, ni invisible ya, te parezco lo suficientemente pequeña y me oprimes más para ver si perezco.

Te merezco tan poco que he llegado al confín de todos mis límites, al rebosado del rebosado de un vaso más que colmado y desbordado.

Ha sido duro, una vez más, ver que, vencidos mis miedos sin apenas resistencia, prendida en tus optimismos, me encontraba teniendo que lidiar con los tuyos. Luchar sin tregua ni esperanza de éxito, pues cuanto mayor era mi lucha, mayor tu resistencia. Luchar sola contra tus miedos. Luchar sin ti. Y luchar, por ti, contra ti que no sólo los alimentabas hasta convertirlos en terrores, sino que amagabas con envolverme en ellos y volverme aún más nada de lo que ya me espejabas.

Ha sido duro ver que nada era y que nada soy, pues como a nada me despides, sin la menor neurona o emoción propia en el gesto.

Ha sido duro ver que hasta la mayor cabrona gratuita y sin disfraz merece más que la nada en que me imaginas.

Pero yo no soy cero, ni lo he sido nunca. Me he hecho a un lado cuando te sobraba. Me he camuflado en tus sombras para poder mecerte desde ellas. Me he evanescido inodora cuando has querido embriagarte en otras esencias. Me he enterrado en mierda para poder brotar flores para ti. Me he deshecho de mí misma para crecerte si menguabas. Pero no soy nada ni aun cuando lo parezco. Tengo el poder mágico de hacerme cero tras un uno para que él sea 10. Tu torpeza es no mirar jamás tras de ti, no mirar bajo tus zapatos para despegar de la suela a quien pisaste cuando sólo buscaba alar tus pies si querías volar. No soy cero, no: Ni soy nada cuando me pisan, ni soy nada cuando me arrastran, ni soy nada cuando me reflejan cual si fuese fantasma, ni soy nada cuando me vacío para llenar a otro, ni soy nada frente al mayor de los ciegos, que es el que no quiere ver, porque hasta un ciego es (e)vidente si guarda la e-videncia de que puede tocar, oler, sentir,... ese algo que ha tomado por nada porque, al no ser capaz de verlo, lo ha ninguneado; sí, hasta un ciego ve si abandona la prepotencia de privar de existencia a todo lo que para él no es accesible a los ojos.

No soy 10, ni lo seré nunca. Soy apenas una curva de un número incompleto hasta que llegue el pedazo que me falta a desvelarme quién soy o para qué soy. Quizá no hayan de llegar pedazos de ningún tipo y sea ésta mi esencia, un ser sin terminar. Lo que sí que no soy ni seré es esa curva cerrada por el desengaño, una curva convertida en cero a fuerza de heridas que acorazar permanentemente. No soy tan cero y, si lo fuese, volvería a romperme tantas veces como hiciese falta para volver a ser un trocito incompleto. Quizá, finalmente y pese a mis resistencias, un trocito de la nada. Pero sólo "muy quizá". Un quizá que no alcanzaría nunca el mundo de lo posible de un Benedetti. Pero que se convertiría en certeza científica en la retina de un ciego voluntariamente asensorial. Me haré cachitos hasta olvidar que en tus ojos fui nada, me desharé en casi nada hasta que tú, que has sido mi infinito, seas, cuando renazca, nada; sí, será aún más arduo, pero hasta el infinito, cuando se le da la vuelta y se le desenlaza, se convierte en cero.

Yo sí te lo digo con mis palabras: Adiós, adieu, good bye, adío sas. En definitiva: kalinijta sin, ya nunca más, kalimera.

lunes, 18 de mayo de 2009

CREO QUE NO (R. Creek)




Creo que no me resigno a la efemeridad de los afectos mediada o mediatizada por lo efímero de la physis. Mi apariencia no va a cambiar, si acaso a peor. Dentro aún puedo crecer, expandirme, empaparme, embellecerme, embeberme de la belleza misma. ¿No me vas a querer en mis de-cadencias? Me cuesta creerlo porque no quiero que así sea. Quiero aprender a volar cometas para remontar contigo mis estados de ánimo; a manejar halcones para pilotarlos contigo;… pero no me quiero ingravitar las tetas ni puedo ingravitarme el alma. Yo también, como todos, siento a veces una carga pesada que me hace llover de la nube en la que flotaba. Soy humana. Soy mortal. Y necesito que me ames con toda esa consciencia.

domingo, 17 de mayo de 2009

ME HAS HECHO VOLVER A CRUZARLA - DEFENDER LA ALEGRÍA (Benedetti)


Aunque ahora mismo sea muy, muy, muy difícil, tarea titánica y casi imposible, cumpliremos, en cuanto esta orfandad reciente y punzante nos lo permita, tu encargo:




Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
(BeNeDeTtI)

Un beso tan infinito como tu presencia.

lunes, 11 de mayo de 2009

SECA (R. Creek) / EL REPARADOR DE SUEÑOS (Silvio)


Estoy seca. Completamente. Inundada por fuera y árida hasta la grieta por dentro. Lo peor es que no quiero volver a zambullirme. No quiero ni jugar a reflejar los dedos de los pies contra el estanque, no vaya a ser que un carpín dorado pase por allí en ese preciso instante, me salpique y vuelva a sentir ese afán perentorio de empaparme hasta la duramadre, suceso que, habitualmente, termina en muerte por ahogamiento. Ya no quiero resucitar más. He perdido mi chispita y no quiero más experimentos electromagnéticos.

Yo, que tanto disfruto de las carreras de sonrisas cuando aparece una inesperada lluvia torrencial; yo, que me contagio allí mismo de tonta felicidad, sin peluquería que defender con carreras, no quiero mojarme más.

Yo, que adoro el agua en catarata porque te desnuda quieras o no, sin que te importe, ya no quiero desprenderme de mis mil y un capas de cebollas hasta que te encuentre a ti, que tanto estás tardando en aparecer...
Te necesito, enanito.


Siempre
llega el enanito
con sus herramientas
de aflojar los odios
y apretar amores.
Siempre,
llega el enanito,
siempre oreja adentro
con afán risueño
de enmendar lo roto.

Siempre,
apartando piedras de aquí,
basura de allá,
haciendo labor.
Siempre va
esta personita feliz
trocando lo sucio en oro.
Siempre,
llega hasta el salón principal,
donde está el motor
que mueve la luz.
Y siempre allí
hace su tarea mejor,
el reparador de sueños.


Siempre,
llega el enanito
hasta la persona,
hasta todo el pueblo,
hasta el universo.
Siempre,
llega el enanito
y desde esa hora
se acaba el silencio
y aparece el trino.
(1983)

MUY POCAS VECES ACONTECE... (R. Creek) / EGOÍSTA LA LUNA (Masciano) / SOÑAR CONTIGO (Toni Zenet)


©ras
Muy pocas, pero sucede. Llegas a un punto de dolor que crees que no superarás. Llegas a un abismo, quizá de un instante, en el que desearías pactar toda la felicidad futura a cambio de no llegar nunca más, nunca jamás, a ese punto tan lacerante. Un gesto de corrección política puede matar con mayor dolor y saña que una crucifixión exhibicionista e impúdica La amnesia es anestesia. La asepsia es la única vía que no precisa de anestesia: no produce nada, ni siquiera recuerdos.













Egoísta es la luna (Lucas Masciano)
En tus mundos azules
hay diez mil puertas que están siempre cerradas,
hay diez mil costumbres desacostumbradas
a infundir respeto y a veces no hay nada.

Me levanto al acostarme
todas las mañanas, vuelvo a recordarte,
porque mientras dormía no te echaba
en falta porque te tenía de tanto soñarte.

Y yo no tengo nada a cambio.
Y yo no tengo nada a cambio.

Egoísta es la luna que marcha en la mañana
¿Adónde te ha llevado? que si yo no te sueño
de ti no tengo nada y espero.
Egoísta es la luna que se lleva mi sueño
adonde no te encuentro porque si sale el sol
yo lloro sin remedio y espero.

Cuando cierro mis ojos
soy una nube negra que nunca dice nada,
soy arena y rocío, soy un "te necesito",
soy más de lo que tengo y aunque no tengo nada.

Sufro el estar despierto porque no estás conmigo,
sólo cuando te sueño que beses mis canciones con tus oidos tiernos
y escuches con tu boca lo que dicen mis besos.

Y yo no tengo nada a cambio.
Y yo no tengo nada a cambio.

Egoísta es la luna que marcha en la mañana
¿Adónde te ha llevado? que si yo no te sueño
de ti no tengo nada y espero.
Egoísta es la luna que se lleva mi sueño
adonde no te encuentro porque si sale el sol
yo lloro sin remedio y espero.

Soñar contigo (Toni Zenet)
 Déjame esta noche
soñar contigo.
Déjame imaginarme
en tus labios los míos.
Déjame que me crea
que te vuelvo loca.
Déjame que yo sea
quien te quite la ropa.

Déjame que mis manos
rocen las tuyas.
Déjame que te tome
por la cintura.
Déjame que te espere
aunque no vuelvas.
Déjame que te deje
tenerme pena

Si algún día diera
con la manera
de hacerte mía,
siempre yo te amaría
como si fuera
siempre ese día.
Qué bonito sería
jugarse la vida ,
probar tu veneno.
Qué bonito sería
arrojar al suelo
la copa vacía.


Déjame presumir
de ti un poquito,
Que mi piel sea el forro
de tu vestido.
Déjame q te coma
solo con los ojos.
Con lo que me provocas,
yo me conformo.

Déjame esta noche
Soñar, soñar contigo.

lunes, 4 de mayo de 2009

EL DESTINO DE LA POLILLA (R. Creek)



De nuevo bajo las tejas y no sobre ellas aullando a la luna. De nuevo enterrada en lodo; lodo cocido, pero lodo al fin y al cabo. De nuevo, pies amarrados por un ¿ cuyo cabo es el ? que esposa sus manos. De nuevo latido escayolado, que no de escayola como sería ahora su anhelo. De nuevo bebé a gatas que no sabe levantarse. De nuevo y, no obstante, tan nuevo todo.

¿Cuál es el destino de alguien cuyo cerebro no es lo suficientemente lúcido como para huir de la llama, pero cuyas terminaciones sensitivas son lo suficientemente agudas como para no huir tampoco de la atracción de su calidez? Sin duda, el destino de la polilla. Quizá logre superar un par de veces más, a lo sumo tres, la constante abrasión de sus alas; pero un día de éstos, el menos o el más pensado, terminará, además de hecha polvo, hecha cenizas.