De todas las cosas que vamos aprendiendo, algunas se nos prenden de forma casi indeleble. Me he preguntado

Uno de los motivos en los que más me gusta pensar es que hay cosas que, cuando las leemos, escuchamos... nos impactan como una revelación: son llaves que nos hacen explicarnos recuerdos que permanecían almacenados sin sentido, o con significados equivocados. Esos aprendizajes reveladores (esa experiencia que vivía casi a diario con Javier San Martín) son como pequeños eurekas que nos abren grandes puertas del pasado pero, y lo que es igualmente importante, transforman nuestra visión de todo lo que acontezca a partir de ese descubrimiento.
Uno de esos eurekas en mi vida lo materializó Marvin Harris y su explicación sobre el emic y el etic. Es posible que muchos otros autores (quizá incluso los propios maestros de Harris) tuvieran idéntica o mejor teorización sobre el tema, pero él fue quien me lo enseñó a mí. Por simplificar y también para exponerlo tal y como se guarda en mi memoria, el emic sería la verbalización "fantástica", mágica, y válida de una realidad etic que jamás admitiríamos o que nunca osaríamos afrontar, por dolorosa, "antiética", o conflictiva en nuestra cultura, incompatible con nuestro sistema de creencias o valores y, sin embargo, imprescindible para mantener ese sistema, esa cultura, o para preservar incluso la existencia misma. Es una exposición burda, lo sé, pero al menos entendible (o eso creo).
Por ejemplo, un
determinado grupo patriarcal puede explicar el infanticidio femenino sistemático apelando a la debilidad física de las niñas porque hacer explícito que se descuida a las recién nacidas mientras que se cuida celosamente de los recién nacidos varones sería durísimo de admitir; no sería aceptable ni para el individuo ni para el grupo afirmar que se propicia la muerte de las niñas porque suponen una pérdida de medios para el grupo: se la alimenta "para nada" porque luego, cuando precisamente alcanza una edad "productiva" en la que puede "retribuir lo consumido" hasta el momento, se la lleva otra familia (la del marido) y encima junto con una dote de bienes familiares. En cambio, el varón no sólo permanece en el grupo como miembro productivo, sino que traerá otro miembro productivo (o más de uno en sociedades poligámicas) junto con su dote correspondiente. Explicarlo así es inconcebible para cualquier miembro del grupo; no es que no lo admitan ¡es que ni siquiera se les pasa por la cabeza! Las madres realmente lo perciben así: las niñas son débiles y mueren, o son los dioses los que se las llevan, o cualquier otro tipo de explicación. Recuerdo ahora que en el grupo que aparecía en el libro Camella (Marc Durin-Valois) no había explicación emic para el infanticidio selectivo; no había conflicto moral y era un hecho aceptado (casi obligado) el que en una familia con escasos medios, las niñas debían ser asesinadas por el padre nada más nacer. En China también se hace sin ambages: el estado, en general, sólo permite el nacimiento de un hijo por familia (hay un cómputo que no conozco muy bien según el cual alguna familia puede tener dos hijos -creo que tenía que ver con el hecho de que ambos padres fueran hijos únicos-), y al gobierno no parece preocuparle el método que se utilice para conseguir que este precepto se cumpla.
Por ejemplo, un

Me estoy desviando mucho de lo que quería, que no era otra cosa que desmantelar un poquito el mito de las sociedades musulmanas como prototipo del machismo. Ha sido una sorpresa para mí. Siempre he estado convencida de que el tópico del moro referido al hombre musulmán como machista por excelencia no era sino un estereotipo que traducía la realidad de forma inexacta o superficial. Siempre que he escuchado este argumento como motivo para despreciar esa cultura, respondo lo mismo: no es religión, es evolución social, sólo hay que retrotraerse al cristianismo español de hace apenas 3-4 décadas (también ahora, pero todavía era más evidente entonces, al estar legitimado social, moral y legislativamente) para ver que esa viga no estaba tan lejos de la paja que ahora vemos en el ojo islámico. Ahora he encontrado un dato objetivo con el que ejemplificar lo relativista del machismo musulmán. Sí, ya sé que toda la introducción que he hecho acerca de los conceptos que me explicó Marvin Harris parece no tener relación, pero la tendrá, paciencia.
Acabo de ver El niño dormido (o adormecido), de Yasmine Kassari, una maravilla a la que pienso dedicarle otras letras algún día, y que quiero ver en VO. Aparte de haberme
quedado fascinada por esta joyita del cine marroquí(/belga) descubierta por azar, resultó que, cuando estaba a la búsqueda del título, di con un hallazgo aún más sorprendente: la permisión de la práctica del aborto en las sociedades rurales magrebíes bajo el rito emic de adormecer al niño que va a nacer cuando el padre está ausente; supuestamente, cuando el padre vuelva de su migración temporal, otro rito lo volverá a despertar.
Esta práctica permitida por esa religión "tan machista" del islam (está veladamente -émicamente- permitida desde el momento en que se admite que la gestación pueda durar más de 9 meses) no tiene otro fin que el de proteger a la mujer. Ojo que ahora no estoy diciendo que sea la socidad más feminista del planeta (en la película también aparece, como práctica permitida, la paliza que le propina la familia del marido a la esposa adúltera, y la propia práctica de "adormecer al niño" tiene también su utilidad machista), pero sí que insisto en que todo es siempre muy relativo, que las generalizaciones son simplistas, reduccionistas, y no nos permiten ver más que una parte (muy pequeñita) de la realidad, que siempre es compleja y múltiple y diversamente abordable.

Esta práctica permitida por esa religión "tan machista" del islam (está veladamente -émicamente- permitida desde el momento en que se admite que la gestación pueda durar más de 9 meses) no tiene otro fin que el de proteger a la mujer. Ojo que ahora no estoy diciendo que sea la socidad más feminista del planeta (en la película también aparece, como práctica permitida, la paliza que le propina la familia del marido a la esposa adúltera, y la propia práctica de "adormecer al niño" tiene también su utilidad machista), pero sí que insisto en que todo es siempre muy relativo, que las generalizaciones son simplistas, reduccionistas, y no nos permiten ver más que una parte (muy pequeñita) de la realidad, que siempre es compleja y múltiple y diversamente abordable.
Volviendo a esta práctica que ha sido mi sorpresa: En su origen era el marido que partía a la guerra quien adormecía al niño en el vientre de la madre para mantener a ésta lejos de prácticas adúlteras, por más que tardase
el padre en volver. Pero, en el fondo, lo que se hacía era proteger a la mujer y al niño: un niño que naciese a los dos años de la partida (o muerte) del padre se consideraba legítimo, puesto que se trataba del niño adormecido que ahora reanudaba su gestación. De este modo se salva a la madre de la consideración social de adúltera (y del castigo correspondiente -lapidación incluida-) y al niño de la de hijo bastardo. Se encuentra, así, un modo legítimo de aceptar algo que, en el fondo, se admite (que una mujer pueda continuar con su vida), pero que sin esta explicación "mágica"/émica no sería posible, puesto que entraría en conflicto con el tabú religioso y social del adulterio. Entendámonos, no es la ignorancia la que lleva a tal solución, sino una forma muy especial de sabiduría: tal creencia es necesaria para que puedan congraciarse dos exigencias contradictorias, la de la prohibición del adulterio y la de la necesidad de proteger a una mujer que ha perdido, del modo que sea, a su marido, y al hijo de ésta.

Aquí aparece ampliamente explicado:
En fin, que la costumbre siempre encuentra un camino mágico para cumplir una ley estricta sin acatarla del todo o no haciéndolo en absoluto. Y a lo que iba era a eso: El islam puede tener leyes muy rígidas, pero también legisla sobre el modo aceptable de violarlas. Exactamente como todas las demás formas y variedades culturales.

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