Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

viernes, 21 de agosto de 2009

LA TRISTEZA DEL ERIZO (R. Creek)


Cuando empecé a leer La elegancia del erizo me entusiasmó tanto leer pensamientos comunes y otros que Muriel me descubría, que empecé a recomendárselo a todo el mundo. Pequé de apresurada porque, hacia el primer tercio, empezó a hacerse denso como el chocolate de antaño. ¿Cómo se puede dedicar un libro entero a las divagaciones personales que todos tenemos? Es cierto, yo las vuelco en un blog. A fuerza de leer los mismos pensamientos una y otra vez, página tras página, con diferentes expresiones, o incluso con las mismas, dejas de disfrutar incluso de las reflexiones comunes.

(Si no lo has leído y piensas hacerlo, detente aquí).

Hacia el final del libro la historia vuelve a cobrar algo de ritmo... para terminar de sopetón con una bofetada tremenda que era lo que a mí me sobraba en ese momento. Atravesaba un trance (aún no acabado, pero creo que va suavizándose) en el que empezaba a estar convencida de que los pesimistas tienen razón: después de algo malo, o asociado a ello, no viene un suceso por el que el sufrimiento padecido cobra sentido; después de algo malo es probable que llegue algo peor, o igualmente caótico y desprovisto de toda lógica, inesperado e inesperable. Después de un sinsentido llega el caos más absoluto. En ésas estaba, debatiéndome entre ¿salir a flote con esas frases paliativas que me repito cuando dejo de tener el más mínimo control sobre el significado de la vida? ¿o rendirme al desaliento más absoluto, derrotada por todo lo que se empeña en convertirse en mi vivencia? En ésas estaba, sí, cuando Muriel despertó en su historia un poquito de esperanza ilusionada (o de ilusión esperanzada) con que agasajar a Renée sólo para, de forma tan ridícula como repentina (la vida misma), y re-matando la faena (y el libro), dejarla caer desde la cota más alta que había alcanzado en su llana existencia afectiva.

No he podido evitar hacer un paralelismo con lo que yo siento ahora, y he tenido tres visiones de todo lo que me ha estado sucediendo, de por qué estoy de pronto aquí, donde no me reconozco. ¿Para qué quiero que la vida me eleve hasta más allá de las estrellas? A ras del suelo no se vive tan mal. Elevarse es la sensación más increíble y maravillosa del mundo, sobre todo si lo haces del modo en que yo suelo hacerlo: poquito a poco, sin inflamarme de repente y salir despedida, sino como se elevan las cometas a las que se les va soltando el hilo de a poquito. Ese vuelo es impagable. Sin embargo, cuando estoy próxima a alcanzar otra galaxia, cuando mis labios se espiritrompan para recibir el roce del beso de una estrella, el hilo se corta inesperadamente, y mi caída no es lenta y deleitante como lo fue la subida, mi caída es vertiginosa y dura, tanto que no vuelvo al punto de partida desde el que inicié el vuelo: me hundo en el impulso hasta el NiFe y más allá. No es la caída de quien tropieza en el suelo y cae al mismo suelo; ahí la recuperación es rápida, basta un leve impulso para recuperar la posición inicial. En mis guarrazos me toca remontar desde un punto casi tan bajo respecto al horizonte como alto estaba el beso estelar. Creo que podré escalar hasta ese punto seguro en que nada es espectacular pero nada es terrible, creo que podré volver a subir hasta el nivel del mar. Pero más arriba ya no quiero.

La segunda visión-metáfora era la de una niña-ventosa. Me surgió en una conversación eaeaea que he tenido contigo y en la que te decía eso mismo, que: mi tristeza es una especie de tristeza que sólo es capaz de sentir quien ha sido muy feliz, así que, después de todo, al menos llegué a saborearlo en muchas ocasiones, llegué a tocar el paraíso muchas veces. Por eso no me resigno a tener que vivir en este páramo, y tampoco tengo fuerza ni gana de emprender un camino que me subirá a lo más alto para después caer vertiginosamente no de vuelta al terreno en el que estaba, sino al fondo de una sima que me cuesta remontar. Al menos ese trechito sí, el de la sima al terreno a nivel del mar, lo recorreré, pero no quiero volar más, y no sé cortarme las alas.

 
Soy la niña hecha ventosa frente al escaparate blindado que custodia, pero dejándola a la vista, la fábrica de chocolate. Pienso que un día, a fuerza de concienciarse del grueso e insalvable cristal, ese deseo infructuoso y apasionado de degustación, deglución, rechupeteo, baño, inmersión absoluta en cacao... dejará paso a la contemplación sin más, la chocolatería se convertirá en paisaje que disfrutar sin anhelar.

Y la tercera visión vino prendida de esto otro que te he dicho, y en lo cual me quedé enganchada como el eco entre montañas siamesas: Siempre me he guiado por el corazón y me he lanzado a todo porque siempre he creído que todo era posible. Soy una pueril adolescente que no se desengaña, y a quien la vida no deja de torear. Nunca he perseguido nada a priori, me he apasionado por las cosas cuando me han sucedido, nunca antes, sin embargo, la vida no deja de ponerme en el camino ocasiones, sabiendo que sigo siendo una puta cría que no es capaz de escapar cuando se enamora de algo o de alguien. Estoy rendida ya, derrotada, no quiero más risotadas de la vida en mi cara, que me dejan sin norte, desilusionada, triste... No entiendo nada, todo pierde sentido, hasta hablar de todo esto, porque, después de todo, la que no puede cambiar soy yo, que es lo que sería necesario para no pasar por lo mismo una y otra vez.

 
De esto vino la imagen de los pingüinos de los anuncios de Mixta. Pero ahora no hay mil pingüinos: soy el único pingüino pero que se tira mil veces. En lugar del razonamiento alguno tiene que volar de entre todos los que somos, mi pensamiento es el de que si salto 1000 veces en alguna de ellas volaré. Lo peor de todo es que no soy estúpida: me estrello contra el fondo consciente de que mis plumas son aciculares, que mis alas no soportan el peso de mi cuerpo, que me voy a dar una leche espantosa. Pero salto. Salto pensando que alguna vez tiene que ser. Ojo: si no veo barranco ante mí, no lo busco. Soy perfectamente feliz sin intentar moverme entre nubes. El problemón surge de que la vida no me gira de modo que le dé el culo al barranco y tenga ante mí una blanca llanura que anadear sin sorpresas. No sé por qué extraña razón, siempre estoy frente al barranco, y no sé inhibirme. ¿Te acuerdas de mis reservas/negativas tajantes iniciales? Pues bien, reculé, reculé y reculé para que, al final, ese recule sólo me sirviera para tomar impulso y saltar aún con más intensidad. No fui capaz de girarme solita hacia la planicie de hielo. Y salté. ¡Y cómo! Veía esas rocosidades insalvables, sabía que terminaría tan pulverizada que no podría recogérseme ni en cucharita. Y como la dificultad era tan grande, tan insalvable, salté aún con más ganas, ingenua, pensando que a mayor impulso mayor posibilidad de remontada. ¡Un carajo! A mayor impulso, mayor enterramiento en el subsuelo. Habría podido incluso reaparecer en Australia, asomando por un agujero perpetrado por mi cabeza, tal fue la fuerza de mi lanzamiento. Y a punto he estado. Quizá esté allí, en las antípodas, porque siento que en mi vida, desde entonces, todo va cabeza abajo.

Puesto que no soy capaz de darle la espalda a los barrancos y como estoy tan, pero tan, tan derrotada, he dejado de pedirle a los dioses que me den la capacidad de volar, he dejado de rogar por un Ícaro con suerte. Ahora sólo le pido una cosa sencillita: que me ponga de cara a la playa nevada, de espaldas al mar y bajo un firmamento al que no sea capaz de mirar. O estaré perdida de nuevo.

viernes, 7 de agosto de 2009

LA TERCERA OLA (R. Creek)



Hoy he visto La Ola y me he acordado de todo el hilo de pensamientos en que me sumió la de Los falsificadores: la obediencia ciega, el experimento de Milgram... Y es que resulta que esta historia está basada en hechos reales. Supongo que la parte más negra es un añadido para asimilarla a tantos casos de actualidad que no menciono para no destriparla.

Pero este mar que me ha traído estos restos de lo que yo escribía en un foro, me ha traído también, en una tercera oleada, los recuerdos de por qué dejé de hacer algo de lo que disfrutaba (compartir mis delirantes hilos sinfin) y, cómo no, esto me ha dado mecha para otro hilo sinfin.

Del mismo modo en que nos amparamos en la masa para perpetrar lo que no realizaríamos nunca en solitario, la mofa disfrazada de humor también nos sirve para arrasar lo que no nos atrevemos a incendiar a pecho descubierto. Con la máscara del humor-mofa conseguimos una serie de tres olas, o una sola ola que impacta en tres farallones: por una parte, nuestro ego se esponja al comprobar lo ingeniosos que somos; este efecto lo conseguiríamos igualmente si no dirigiésemos la inteligente payasada hacia nadie, pero haciéndolo así nos sentimos, además, poderosos, superiores al infeliz que recibe nuestro golpe (de humor, claro, sólo humor). Una segunda consecuencia es que, ante un efecto no deseado, nuestras manos están limpias: sólo bromeábamos; es una jugada perfecta pues en cualquiera de los casos el otro queda (o eso creemos) hecho un pelele: si no responde, prevalecerá nuestra burla; si lo hace y no está a la altura, reforzará la base de nuestra burla; pero si lo hace y la respuesta es un buenasnochesquedeustémpaz, también creemos salir victoriosos, pues queda patente que el otro no sabe aguantar una inocentísima broma. En tercer lugar conseguimos que, ante nuestro envite, el otro se marche por su propia voluntad, nadie lo ha echado (el sinoaguantaunabromamárchesedelpueblo que diría Gila); nos desprendemos de una molestia a carcajada (¿)limpia(?).

No es que piense o defienda que haya que callar las reacciones que el otro provoca en nosotros, pero sí pienso que expresar francamente la molestia que nos provoca su sola presencia es mejor que la burla.

Más allá de eso, me resulta incomprensible el hecho de que si alguien no se está dirigiendo a nosotros en absoluto, frecuenta poco nuestros salones, nos menciona con educación y distancia y a veces hasta con admiración, ¿hay necesidad de ir a buscarle donde quiera que se esté expresando para tirarle un tomatazo a la boca? Que lo hiciese Jiménez Losantos tampoco lo entendía, pero al menos él cobraba ¡y en qué cantidades! ¡Pero hacerlo gratis y gratuitamente...! No sé. ¿Qué mueve a alguien a perseguir a otro que ni siquiera camina en su dirección y que la mayoría del tiempo no aparece ni en su mapa/GPS? ¿Qué mueve a alguien a derruir de un plumazo lo que otro construye ladrillo a ladrillo? ¿Le tapa el sol? ¡pero si la pared es bajita y está en las antípodas!

Hay quien dice que el humor es un arma poderosa. Calificar al humor de arma me parece un oxímoron del calado de ése del texto de Enric González sobre la industria cultural. Preferiría llamarlo herramienta. El humor es una herramienta poderosa. La mofa sí. La mofa es un arma poderosa. Y, como sucede con cualquier arma, la esgrime sólo quien siente miedo, un miedo profundo, posiblemente irracional y, desde luego, inmotivado.

Quizá, después de todo, el origen de todo ese tipo de actitudes esté, como en la película, en un sentimiento de superioridad extrema que lleva a despreciar profundamente a quien no participa de la propia forma de ver la vida, al que disiente de nuestros modos y no responde a nuestras expectativas; un desprecio tal que lleva, primero, a no tolerar el encuentro con el inferior y, en rápida escalada, a no soportar siquiera el hecho mismo de su existencia.

martes, 4 de agosto de 2009

QUIEN SÓLO NADA EN LA SUPERFICIE CRECE EN LA CONVICCIÓN DE QUE NO HAY VIDA EN EL MAR (R. Creek)


De todas las cosas que vamos aprendiendo, algunas se nos prenden de forma casi indeleble. Me he preguntado muchas veces el porqué de que suceda así y he ido encontrando diferentes respuestas, todas igualmente satisfactorias según sea el caso de ese aprendizaje adquirido para siempre. 

Uno de los motivos en los que más me gusta pensar es que hay cosas que, cuando las leemos, escuchamos... nos impactan como una revelación: son llaves que nos hacen explicarnos recuerdos que permanecían almacenados sin sentido, o con significados equivocados. Esos aprendizajes reveladores (esa experiencia que vivía casi a diario con Javier San Martín) son como pequeños eurekas que nos abren grandes puertas del pasado pero, y lo que es igualmente importante, transforman nuestra visión de todo lo que acontezca a partir de ese descubrimiento.

Uno de esos eurekas en mi vida lo materializó Marvin Harris y su explicación sobre el emic y el etic. Es posible que muchos otros autores (quizá incluso los propios maestros de Harris) tuvieran idéntica o mejor teorización sobre el tema, pero él fue quien me lo enseñó a mí. Por simplificar y también para exponerlo tal y como se guarda en mi memoria, el emic sería la verbalización "fantástica", mágica, y válida de una realidad etic que jamás admitiríamos o que nunca osaríamos afrontar, por dolorosa, "antiética", o conflictiva en nuestra cultura, incompatible con nuestro sistema de creencias o valores y, sin embargo, imprescindible para mantener ese sistema, esa cultura, o para preservar incluso la existencia misma. Es una exposición burda, lo sé, pero al menos entendible (o eso creo). 

Por ejemplo, un determinado grupo patriarcal puede explicar el infanticidio femenino sistemático apelando a la debilidad física de las niñas porque hacer explícito que se descuida a las recién nacidas mientras que se cuida celosamente de los recién nacidos varones sería durísimo de admitir; no sería aceptable ni para el individuo ni para el grupo afirmar que se propicia la muerte de las niñas porque suponen una pérdida de medios para el grupo: se la alimenta "para nada" porque luego, cuando precisamente alcanza una edad "productiva" en la que puede "retribuir lo consumido" hasta el momento, se la lleva otra familia (la del marido) y encima junto con una dote de bienes familiares. En cambio, el varón no sólo permanece en el grupo como miembro productivo, sino que traerá otro miembro productivo (o más de uno en sociedades poligámicas) junto con su dote correspondiente. Explicarlo así es inconcebible para cualquier miembro del grupo; no es que no lo admitan ¡es que ni siquiera se les pasa por la cabeza! Las madres realmente lo perciben así: las niñas son débiles y mueren, o son los dioses los que se las llevan, o cualquier otro tipo de explicación. Recuerdo ahora que en el grupo que aparecía en el libro Camella (Marc Durin-Valois) no había explicación emic para el infanticidio selectivo; no había conflicto moral y era un hecho aceptado (casi obligado) el que en una familia con escasos medios, las niñas debían ser asesinadas por el padre nada más nacer. En China también se hace sin ambages: el estado, en general, sólo permite el nacimiento de un hijo por familia (hay un cómputo que no conozco muy bien según el cual alguna familia puede tener dos hijos -creo que tenía que ver con el hecho de que ambos padres fueran hijos únicos-), y al gobierno no parece preocuparle el método que se utilice para conseguir que este precepto se cumpla.

Me estoy desviando mucho de lo que quería, que no era otra cosa que desmantelar un poquito el mito de las sociedades musulmanas como prototipo del machismo. Ha sido una sorpresa para mí. Siempre he estado convencida de que el tópico del moro referido al hombre musulmán como machista por excelencia no era sino un estereotipo que traducía la realidad de forma inexacta o superficial. Siempre que he escuchado este argumento como motivo para despreciar esa cultura, respondo lo mismo: no es religión, es evolución social, sólo hay que retrotraerse al cristianismo español de hace apenas 3-4 décadas (también ahora, pero todavía era más evidente entonces, al estar legitimado social, moral y legislativamente) para ver que esa viga no estaba tan lejos de la paja que ahora vemos en el ojo islámico. Ahora he encontrado un dato objetivo con el que ejemplificar lo relativista del machismo musulmán. Sí, ya sé que toda la introducción que he hecho acerca de los conceptos que me explicó Marvin Harris parece no tener relación, pero la tendrá, paciencia.

Acabo de ver El niño dormido (o adormecido), de Yasmine Kassari, una maravilla a la que pienso dedicarle otras letras algún día, y que quiero ver en VO. Aparte de haberme quedado fascinada por esta joyita del cine marroquí(/belga) descubierta por azar, resultó que, cuando estaba a la búsqueda del título, di con un hallazgo aún más sorprendente: la permisión de la práctica del aborto en las sociedades rurales magrebíes bajo el rito emic de adormecer al niño que va a nacer cuando el padre está ausente; supuestamente, cuando el padre vuelva de su migración temporal, otro rito lo volverá a despertar. 

Esta práctica permitida por esa religión "tan machista" del islam (está veladamente -émicamente- permitida desde el momento en que se admite que la gestación pueda durar más de 9 meses) no tiene otro fin que el de proteger a la mujer. Ojo que ahora no estoy diciendo que sea la socidad más feminista del planeta (en la película también aparece, como práctica permitida, la paliza que le propina la familia del marido a la esposa adúltera, y la propia práctica de "adormecer al niño" tiene también su utilidad machista), pero sí que insisto en que todo es siempre muy relativo, que las generalizaciones son simplistas, reduccionistas, y no nos permiten ver más que una parte (muy pequeñita) de la realidad, que siempre es compleja y múltiple y diversamente abordable.

Volviendo a esta práctica que ha sido mi sorpresa: En su origen era el marido que partía a la guerra quien adormecía al niño en el vientre de la madre para mantener a ésta lejos de prácticas adúlteras, por más que tardase el padre en volver. Pero, en el fondo, lo que se hacía era proteger a la mujer y al niño: un niño que naciese a los dos años de la partida (o muerte) del padre se consideraba legítimo, puesto que se trataba del niño adormecido que ahora reanudaba su gestación. De este modo se salva a la madre de la consideración social de adúltera (y del castigo correspondiente -lapidación incluida-) y al niño de la de hijo bastardo. Se encuentra, así, un modo legítimo de aceptar algo que, en el fondo, se admite (que una mujer pueda continuar con su vida), pero que sin esta explicación "mágica"/émica no sería posible, puesto que entraría en conflicto con el tabú religioso y social del adulterio. Entendámonos, no es la ignorancia la que lleva a tal solución, sino una forma muy especial de sabiduría: tal creencia es necesaria para que puedan congraciarse dos exigencias contradictorias, la de la prohibición del adulterio y la de la necesidad de proteger a una mujer que ha perdido, del modo que sea, a su marido, y al hijo de ésta.

Aquí aparece ampliamente explicado:

En fin, que la costumbre siempre encuentra un camino mágico para cumplir una ley estricta sin acatarla del todo o no haciéndolo en absoluto. Y a lo que iba era a eso: El islam puede tener leyes muy rígidas, pero también legisla sobre el modo aceptable de violarlas. Exactamente como todas las demás formas y variedades culturales.

lunes, 3 de agosto de 2009

NO MIRES PARA ABAJO (R. Creek) / UM PINCELADA (Cesaria Evora)


De todo, hasta de este tratamiento tópico y vanal del amor y del sexo tántrico, sosa e inconvincentemente actuado, se pueden guardar tesoritos. Yo te he reservado, para cuando aparezcas (porque ahora sé de nuevo que vendrás a mi vida -aunque siga sin saber cuándo, ni en qué forma, ni en qué esencia, y te siga confundiendo con esos anticipos en que te encarnas para que yo te saboree apenas-), unos poquititos (más ha sido imposible miraquesmala): una cama con repisa decorada y con ventana, como la de Elvira; la estantería entera de la abuela bruja (a saber por qué bruja); la empanadilla caminando deprimida; unas poquitas frases-imagos no del todo rescatables pero tampoco del todo desechables:

Si la tierra dejara de atraer a las aguas del mar, los mares se elevarían y fluirían hacia la luna.

A veces una caída puede dejarte en el paraíso.

Nos besamos sobre las nubes.

¿A tu lado se hubiera muerto igual?

El patio se llenó de frases de amor entrecortadas

No quiero morir sin antes sentir un amor así

Todas las debilidades del hombre se deben a formas defectuosas de amar.

He muerto en mí y vivo por ti. Si me amo, te amo, y si te amo, me amo.

En la vida estarás siempre diciendo adiós. Que eso no te impida amar.

Este poemita-paradoja de Rumi, poeta afgano, del s. XIII, fundador de los Derviches Girovagos:


Hay un mar que no está lejos de nosotros; es invisible, pero no está oculto. Está prohibido hablar de él, pero, al mismo tiempo, es un pecado y un indicio de ingratitud no hacerlo.

Y, sobre todo, estas dos joyitas musicales que un día bailaré contigo:
Um pincelada, Césaria en dos versiones, con Dorota Miśkiewicz y con Mari, de Chambao:

Quel flor qu'tita murchá
Quel criancá qu'tita tchorá
Quel nuvem qu'tita passá

É sodade ...
É tristeza ...

É lembranca di nha infância
É fantasia daquel mesa
Recheode de côsa sabe
Pa consolá nha fraqueza

É lembranca di nha infância
É fantasia daquel mesa
Recheode de côsa sabe
Pa consolá nha fraqueza

Cette fleur qui se fane
Cet enfant qui pleure
Ce nuage qui passe
C'est de la nostalgie
De la tristesse

C'est l'odeur de mon enfance
C'est le mensonge de cette table
Remplie de bonnes choses
Pour consoler ma faim

É lembranca di nha infância
É fantasia daquel mesa
Recheode de côsa sabe
Pa consolá nha fraqueza

Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá

Le monde change
Mon histoire restera

É lembranca di nha infância
É fantasia daquel mesa
Recheode de côsa sabe
Pa consolá nha fraqueza

Le monde change
Mon histoire restera

Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá
Mundo ta mudá
Ma nha estoria ta f'cá