Otro lugar común (que ignoraba hasta ayer que lo fuera): Es curioso (pero ahora creo que nada extraño) el verse a sí mismo pintado de arriba a abajo con colores vivos, gama soyfeliz, e ignorar que es una cubierta bajo la que desespera por asomar un blues intenso, tonalidad perodóndevatodosinqueyomentere.
Uno camina con disfraz de Naranjito sin saber que camina tuneado. Se relaciona como siempre, se ríe como siempre, danza como siempre entre el tráfico de las 20:30... pero no sueña como siempre. No es consciente de esa carencianomalía porque ni siquiera lo ha intentado (y esto me recuerda, de nuevo, a San Martín y la silla que se hace silla, más allá de su utilidad, por su disfuncionalidad eventual). Todo está anormalmente normal para las circunstancias que se viven en ese momento y esto, lejos de hacer que se enciendan todas las sirenas y alarmas en nuestro interior, nos impregna de tal modo que logramos hacer creer a los más íntimos (hasta al yo mismo profundo) que nuestra cotidianidad es apacible y en absoluto sintomática (quizá todo esto tenga relación con la frase que fijé como una bofetada desde la primera vez que la escuché: los depresivos se convierten en extremadamente preocupantes cuando dejan de avisar de sus negras intenciones).
Esta pintura viva(lavida) gama soyfeliz es impermeable totalmente y muy sólida, o eso parece. Por un lado, no permite adivinar ese blue(s) sobre el que se sostiene y, por otro, no deja que penetren sustancias que, habitualmente (y por motivos menores), suelen actuar como disolvente: abrazos estrechos, ¿estásbien?, cuentaconmigos, etc. La hemos fijado bien probablemente porque, en lo más íntimo, allá donde todo se enazula, sospechamos, sin reconocérnoslo, que lo que de veras late escondido es más que un azul: un inmenso gris que, de ganar terreno a través de alguna fisura, nos asfaltaría sin remedio.
Es por eso que, sin alarma, recién pintados de vivacidad, nos enfrentamos un día cualquiera al comentario trivial de un semidesconocido: Te veo un poco azul ¿necesitas algo? Y una frase así en cualquier otro momento nos hubiese sorprendido apenas un instante para concluir, acto seguido, que el semidesconocido nos semidesconoce, efectivamente. Pero ahora la sorpresa de una frase así no deriva de constatar cuán poco nos conocen, en definitiva. La sorpresa ahora viene de nuestra propia reacción: una catarata inagotable de blue alquitrán corre a borbotones y sin contención, atravesando mejillas, gotelés, tapaporos, lacas chinas con denominación de origen y hasta sellador marca Acme. Nos vemos contándole al semidesconocido tristezas que ni imaginábamos que guardábamos, episodios que ni recordábamos recordar, motivos que jamás nos habrían movido un milímetro.
Después de esa cascada nos vamos a casa pensando: ¿Quién me ha poseído? ¡Pero si esa persona no era yo! ¡Pobre semidesconocido, se ha quedado cuajado! ¿Quién le iba a decir a él que invitarme a un café o animarme a esforzarme con los irregulares iba a desencadenar tales confesiones, tales confidencias, tales vivisecciones sangrantes? ¡¿Y quién me lo iba a decir a mí, xdioxanto?! ¡Trágame, NiFe! (mañana mismo me borro de la academia, sí, qué vergüenza... no vuelvo por allí).
No hay comentarios :
Publicar un comentario