Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

jueves, 19 de marzo de 2009

EL TIEMPO PASA... Y SÓLO DEJA POLVO EN ALGUNOS LUGARES (R. Creek) / Ha dicho el Santo Padre (Los Miserables)


Han pasado ya casi dos décadas. El 93 fue el año de uno de mis primeros carnavales gaditanos. Vi con Eva, Jose, Carmen, pero sobre todo con Mónica, que era la más aficionada, toda la final del Falla en la tele, y lloré, de rabia, de conmoción, de empatía,... de amalgama de emociones que no tienen nombre siquiera, con esta música y con esta letra:




Ha dicho el Santo Padre
que el aborto es de asesinos,
y es curioso que lo diga
alguien que no tiene hijos,
alguien que come y bebe
por culpa de algún cristiano,
que no vive en un piso,
que vive en el Vaticano,
que lo único que hace
es saludar con una mano.
Respóndame, Padre:
¿Por qué se le niega, entonces,
la comunión a los retrasados?
¿Por qué tantas criaturitas
mueren de hambre desamparaos?
¿A quién llama usted asesino?
Qué fácil es, qué fácil es
recordarnos los mandamientos
viviendo como un marqués.
Si usted es Dios aquí en la tierra
por qué se encierra en ese palacio.
Usted qué sabe de las guerras,
usted qué sabe de calvarios.
Déjese de tanta historia
apostólica y romana.
Creo en ese Cristo tan humilde
que murió en un "maero"
y creo en su Santa Madre
y, que me perdone el cielo,
a usted yo no le creo.
(Antonio Martínez Ares; Comparsa "Los Miserables"; 1993)

Han pasado casi 20 años, y asombra ver lo poco que cambian algunas cosas y lo poco que han cambiado mis emociones al respecto.

sábado, 14 de marzo de 2009

A LOS SUPERÉTICOS LA VIDA LES RESBALA (LA TIENEN MÁS PLASTIFICADA QUE LA VISA ORO) (R. Creek)


Ayer ocurrió un milagro. Uno de los más maravillosos y conmovedores que he "presenciado" en mi vida. Las células-madre del cordón umbilical de Javier salvaban a su hermano Andrés, de 7 añitos, de la condena a la que había estado sometido desde su nacimiento, de la tristeza propia y ajena de ver un preso en vida que no ha cometido otro "delito" que nacer, un reo sin infancia. Ayer terminaba esa pena (emicional y carcelariamente, pena): El milagro de una vida salvaba otra vida.

Pero a ciertos sectores esos milagros no les interesan. No hacen negocio con ellos, como hacen con las fraudulentas apariciones de la virgen en el Escorial. Son milagros que no les benefician económicamente y, por tanto, no sólo no los consideran tales, sino que apelan a la ética del embrión que ha tenido que sacrificarse para que dos niños vivan.

Voy a poner fácil la réplica: Quizá si a estos apologetas de la vida, de tres al cuarto, les pasasen las facturas médicas de los embriones igualmente condenados por la herencia genética, hoy desechados, y que ellos (eso dicen) no habrían dudado en salvar, quizá si apelásemos a sus bolsillos, su percepción acerca de lo que es y no es un hecho milagroso cambiaría.

Y ahora voy a ponerlo más difícil: Vamos a suponerles incluso ese buen fondo, vamos a suponerles esa ética suprahumana de la que presumen y vamos a creer que estarían dispuestos a sostener económicamente todo ese coste. ¿Estarían, también, dispuestos personalmente a abonar todo el coste emocional? ¿Pasarían sus vidas en el hospital, intentando hacer que la infancia de Andrés fuese lo menos geriátrica posible? ¿Abandonarían toda actividad que no fuera la de conseguir arrancar una sonrisa a Andrés? ¿Conseguirían, como a duras penas hacen sus padres, olvidarse de las fracturas de corazón cada vez que observan la vida que lleva y la vida que le espera, en aras de la felicidad del niño? ¿Se olvidarían de volver a ver otro entorno que el hospitalario?

Cuesta creer que así sería. Si la superética con que nos abofetean a los que nos emocionamos con estos hechos fuese auténtica, habríamos estado viendo, todos estos años, cómo esos defensores radicales de la vida a ultranza se autoinmolan solicitando ser los últimos en las listas de espera cuando enferman o han de ser operados, nos habríamos pasmado al ver cómo uno ¡sólo uno, no digo más! de estos superdefensores de la vida (que tan por encima están, según parece, del común de los mortales) lleva 15 o 20 años esperando a recibir sus sesiones de quimio porque siempre hay alguien que la necesita tanto o más que él; presenciaríamos todos los días cómo estos superhéroes de la moral se empobrecen más y más, invirtiendo todo lo que tienen en costear el tratamiento de raras y/o incurables enfermedades que no cubre la Seguridad Social ¡y ojo que no hablamos ya de las vidas de los embriones que estarían dispuestos a salvar, sino de vidas con mayor desarrollo, humanas y humanizadas ya, que, como sabemos, por lo que dicen, tienen tanto valor como la del embrión! De ser verdad esa defensa, de ser real y no sólo humo de moralina, entraríamos en los hospitales, infantiles y adultos, y nos los encontraríamos viviendo allí, haciendo que las familias de enfermos crónicos pudieran atender un ratito al resto de sus hijos, ducharse, comer, cambiarse de ropa... Pero yo nunca he visto nada así. Alguna visita esporádica de alguno, interesándose por algún enfermo (y conocido), sí. Cargando con todo el peso emocional y vital que conlleva, no, rotundamente no; eso por no hablar de muchas otras cosas que sólo conocen aquéllos a quienes les ha tocado vivir situaciones similares. Y esto es sólo un ejemplo fácil y próximo al tema. Si lo extrapolásemos a otros ámbitos en que deberían -y no lo hacen- demostrar (más allá del cacareo) cómo y hasta qué punto defienden ellos la vida, si pusiésemos a prueba cómo defienden la vida boicoteando las guerras, el tráfico de armas, la violencia de género, negándose a recibir subvenciones de quienes no defienden -como ellos- la vida, etcétera hasta el infinito... la obviedad de su falacia sería aún más insultante.

A lo mejor es que las palabras cuestan poco, muy poquito. Quizá es que resulta más barato afirmar la propia superioridad moral con argumentos "desempatizadores" y demagógicos, que traducir esos argumentos a la práctica, convertirlos en experiencias personales reales. A eso yo lo llamo hipocresía y facilismo. Si defendieras la vida con tu práctica como la defiendes con tus palabras, estas últimas serían innecesarias: estaríamos viendo, admirando e intentando imitar toda esa bondad infinita de la que presumes. Pero si no estás dispuesto a hacer lo que predicas, más te vale tragarte las prédicas y ahorrarnos a los demás las incontenibles lágrimas de rabia que nos provoca el escucharte. No me digas lo que debo hacer ni siquiera si es lo que tú mismo haces, pero menos te atrevas si, lejos de poder darme ejemplo, gritas haz lo que digo y no lo que hago, superético de pacotilla. Y, sobre todo: ¡No te atrevas a cuestionar la ética de unos padres que te darían sopa con hondas en lo que a defensa de la vida se refiere! Lo más triste es que aún sigas teniendo voz y, peor aún, que se dé eco a tu voz hipócrita e indignante.

sábado, 7 de marzo de 2009

RECIÉN PINTADO (o de las charlas patatísimas) (R. Creek)


Otro lugar común (que ignoraba hasta ayer que lo fuera): Es curioso (pero ahora creo que nada extraño) el verse a sí mismo pintado de arriba a abajo con colores vivos, gama soyfeliz, e ignorar que es una cubierta bajo la que desespera por asomar un blues intenso, tonalidad perodóndevatodosinqueyomentere.

Uno camina con disfraz de Naranjito sin saber que camina tuneado. Se relaciona como siempre, se ríe como siempre, danza como siempre entre el tráfico de las 20:30... pero no sueña como siempre. No es consciente de esa carencianomalía porque ni siquiera lo ha intentado (y esto me recuerda, de nuevo, a San Martín y la silla que se hace silla, más allá de su utilidad, por su disfuncionalidad eventual). Todo está anormalmente normal para las circunstancias que se viven en ese momento y esto, lejos de hacer que se enciendan todas las sirenas y alarmas en nuestro interior, nos impregna de tal modo que logramos hacer creer a los más íntimos (hasta al yo mismo profundo) que nuestra cotidianidad es apacible y en absoluto sintomática (quizá todo esto tenga relación con la frase que fijé como una bofetada desde la primera vez que la escuché: los depresivos se convierten en extremadamente preocupantes cuando dejan de avisar de sus negras intenciones).

Esta pintura viva(lavida) gama soyfeliz es impermeable totalmente y muy sólida, o eso parece. Por un lado, no permite adivinar ese blue(s) sobre el que se sostiene y, por otro, no deja que penetren sustancias que, habitualmente (y por motivos menores), suelen actuar como disolvente: abrazos estrechos, ¿estásbien?, cuentaconmigos, etc. La hemos fijado bien probablemente porque, en lo más íntimo, allá donde todo se enazula, sospechamos, sin reconocérnoslo, que lo que de veras late escondido es más que un azul: un inmenso gris que, de ganar terreno a través de alguna fisura, nos asfaltaría sin remedio.

Es por eso que, sin alarma, recién pintados de vivacidad, nos enfrentamos un día cualquiera al comentario trivial de un semidesconocido: Te veo un poco azul ¿necesitas algo? Y una frase así en cualquier otro momento nos hubiese sorprendido apenas un instante para concluir, acto seguido, que el semidesconocido nos semidesconoce, efectivamente. Pero ahora la sorpresa de una frase así no deriva de constatar cuán poco nos conocen, en definitiva. La sorpresa ahora viene de nuestra propia reacción: una catarata inagotable de blue alquitrán corre a borbotones y sin contención, atravesando mejillas, gotelés, tapaporos, lacas chinas con denominación de origen y hasta sellador marca Acme. Nos vemos contándole al semidesconocido tristezas que ni imaginábamos que guardábamos, episodios que ni recordábamos recordar, motivos que jamás nos habrían movido un milímetro.

Después de esa cascada nos vamos a casa pensando: ¿Quién me ha poseído? ¡Pero si esa persona no era yo! ¡Pobre semidesconocido, se ha quedado cuajado! ¿Quién le iba a decir a él que invitarme a un café o animarme a esforzarme con los irregulares iba a desencadenar tales confesiones, tales confidencias, tales vivisecciones sangrantes? ¡¿Y quién me lo iba a decir a mí, xdioxanto?! ¡Trágame, NiFe! (mañana mismo me borro de la academia, sí, qué vergüenza... no vuelvo por allí).