Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

miércoles, 6 de febrero de 2008

DE FIERAS Y PAYASOS (R. Creek)




Los focos iluminaron el centro de la pista mientras él descendía de una tela roja a modo de maroma. Todos los ojos fijos en él -ave transformada en humano para el breve número circense-, que volaba en círculo, apenas sujeto por sus pies a aquella llamarada hecha tejido, mientras sonaba la bella melodía de Colorful Clouds Chasing Moon. Su cabeza girada de pronto hacia la derecha, con el brazo extendido y la palma abierta, anunciaron su llegada: un ovillo dorado, pendiente de un columpio tejido de los hilos de la intangibilidad, se fue desmadejando dando paso a una hermosa ibis en vertiginoso aleteo.


Él, tensos sus músculos en el esfuerzo, pretendía en vano alcanzarla. Había instantes en que ella parecía esperarlo, detenida boca abajo, enredado su frágil tobillo en el columpio de seda. Y cuando parecía él rozarla ya con sus yemas, alzaba el vuelo a mayor altura aún. Él, cansado de anhelar su captura, se rindió y relajó su cuerpo, abandonado al balanceo de la seda que lo sujetaba. No así su mirada, que seguía penetrándola más allá, incluso, de la absoluta desnudez.


Y fue entonces cuando el vuelo de ella empezó a trenzar ambas telas y destinos, y cuando el extremo mismo de su columpio no se distinguió ya del de él, se dejó enlazar por la cintura. Envueltos en las melodías de sus gemidos, fueron enredándose más y más, ardiendo sus alas tras sus columpios, y fue tal el calor generado que disolvió la piel que contenía sus materias y no fue más el vuelo de dos totems, sino una sola figura de magma, en baile cadencioso en las alturas.

Él, temeroso de una huída intempestiva, apretó de pronto el abrazo, tanto que arrancó sus lágrimas. La lava de hacía unos momentos, volvía a convertirse en dos sólidos colores, aún más helados que cuando iniciaran el número circense. Ella se sacudió, decepcionada, destrenzando su tela bamboleante, y, en un giro amplio, muy breve, desapareció sobre los focos.


Fue tan sólo un número de circo en una tarde de fieras y payasos.
(14-12-2005)


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