

Y fue entonces cuando el vuelo de ella empezó a trenzar ambas telas y destinos, y cuando el extremo mismo de su columpio no se distinguió ya del de él, se dejó enlazar por la cintura. Envueltos en las melodías de sus gemidos, fueron enredándose más y más, ardiendo sus alas tras sus columpios, y fue tal el calor generado que disolvió la piel que contenía sus materias y no fue más el vuelo de dos totems, sino una sola figura de magma, en baile cadencioso en las alturas.
Él, temeroso de una huída intempestiva, apretó de pronto el abrazo, tanto que arrancó sus lágrimas. La lava de hacía unos momentos, volvía a convertirse en dos sólidos colores, aún más helados que cuando iniciaran el número circense. Ella se sacudió, decepcionada, destrenzando su tela bamboleante, y, en un giro amplio, muy breve, desapareció sobre los focos.
Él, temeroso de una huída intempestiva, apretó de pronto el abrazo, tanto que arrancó sus lágrimas. La lava de hacía unos momentos, volvía a convertirse en dos sólidos colores, aún más helados que cuando iniciaran el número circense. Ella se sacudió, decepcionada, destrenzando su tela bamboleante, y, en un giro amplio, muy breve, desapareció sobre los focos.
Fue tan sólo un número de circo en una tarde de fieras y payasos.
(14-12-2005)
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