Nuestro árbol de tesoros se ha desvencijado a martillazos de una malentendida confianza. Por las rendijas de la dejadez y el desmimo han empezado a filtrarse esquirlas de realidad, cada día más grandes y pesadas, que no han hecho otra cosa sino agrandar las heridas de una corteza otrora exultante de la frescura de los ilusionistas. La roya de lo cotidiano y la carcoma de la incertidumbre amenazan con hacer de nuestro árbol su presa.
Me niego. No pienso cometer la negligencia de dejar morir o rematar lo que aún late. Qué digo. Lo que late como loco aunque agonice. No quiero dar la extremaunción a la esperanza: yo aún guardo emociones que verter en su hueco, aún me siento en comunión con el canibalismo cuando me desnudas, aún tengo agapornis que hacer volar hasta el corazón de ese tronco que empieza a amenazar desgraciada e ingrata graciosis.
Me he pasado tres noches rastreando en el Google de mi memoria. “Remedios para el dolor de alas”, “Cómo volar con lastre”, “Manual para pilotos con plomo en el talón de Aquiles”, “La levitación en tiempos de Phytophthora cinnamomi Rands”… Creo tener la solución. La cura más rápida, según todas las fuentes consultadas, es hacer deslizar, por el hueco de nuestro árbol, once caricias de islas griegas, quince besos calientes de sol, dos poemas de Benedetti, una enciclopedia sonora, veintitrés risas ahogadas bajo las sábanas, doscientos kilómetros del Anda de Aute envuelto en film de silencio contenido, siete moles de sorpresa y tres láminas de cristal transparente para tequieros y destemores. Debe administrársele en cucharaditas, nunca de golpe, poco a poco hasta que, henchido, abombe su corteza y salgan despedidos los hongos que quieren morarlo. A continuación, y para restañar sus grietas, se hace una masa de miedos, futuribles, sóloparamíydemí e imposibles, trabajándola bien con manos de madera de roble y ayudándose de un rodillo especial para indiferencias y desganas, y se le aplica suavecito, en leve masaje erotizante.
¡Yo voy a probarlo!
Ay, mi bien, qué no haría yo por ti,
Por tenerte un segundo, alejados del mundo y cerquita de mí.
Ay, mi bien, como el río Magdalena,
Que se funde en la arena del mar, quiero fundirme yo en ti
Hay amores que se vuelven resistentes a los daños.
Como el vino que mejora con los años,
Así crece lo que siento yo por ti.
Hay amores que se esperan al invierno y florecen
Y en las noches del otoño reverdecen,
Tal como el amor que siento yo por ti.
Ay, mi bien, no te olvides del mar
Que en las noches me ha visto llorar tantos recuerdos de ti.
Ay, mi bien, no te olvides del día
Que separó tu vida de la pobre vida que me tocó vivir.
Hay amores que se vuelven resistentes a los daños.
Como el vino que mejora con los años,
Así crece lo que siento yo por ti
Hay amores que parece que se acaban y florecen
Y en las noches del otoño reverdecen,
Tal como el amor que siento yo por ti,
Yo por ti, por ti, como el amor que siento yo por ti.
Por tenerte un segundo, alejados del mundo y cerquita de mí.
Ay, mi bien, como el río Magdalena,
Que se funde en la arena del mar, quiero fundirme yo en ti
Hay amores que se vuelven resistentes a los daños.
Como el vino que mejora con los años,
Así crece lo que siento yo por ti.
Hay amores que se esperan al invierno y florecen
Y en las noches del otoño reverdecen,
Tal como el amor que siento yo por ti.
Ay, mi bien, no te olvides del mar
Que en las noches me ha visto llorar tantos recuerdos de ti.
Ay, mi bien, no te olvides del día
Que separó tu vida de la pobre vida que me tocó vivir.
Hay amores que se vuelven resistentes a los daños.
Como el vino que mejora con los años,
Así crece lo que siento yo por ti
Hay amores que parece que se acaban y florecen
Y en las noches del otoño reverdecen,
Tal como el amor que siento yo por ti,
Yo por ti, por ti, como el amor que siento yo por ti.
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