Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

jueves, 13 de septiembre de 2007

SELENITAS (R. Creek)




Si me zambullo en la historia de la Historia, a duras penas logro encontrar un ser más cruel que Newton. Me refiero, obviamente, a su faceta gravitatoria. ¡Él y su G constante malditasea! Por su culpa sabemos que todo lo que sube baja (quién le preguntó nada). Sin remisión, sin excepción. Por su culpa conocemos que pueden elevarnos muy alto, crearnos la ilusión de volar, pero que el batacazo es seguro condenadoNewton.

De no haber venido él con sus leyes, algunos seguiríamos creyéndonos Clark Kent, susceptibles de ensupermanizarnos sin más. Cierto, nuestra calcomanía contra el asfalto sería sólo cuestión de tiempo. Pero lo veríamos como algo… no sé, accidental; sí: lo consideraríamos un error de cálculo, un fallo icariano consecuencia de una pésima elección de fijador de alas.

Siempre que alguien nos lanzase contra el firmamento creeríamos inquebrantablemente que podríamos seguir subiendo infinitamente benditoBuzzLightyearcawenIsaac. La gravedad no nos parecería tan grave, si me permiten el chiste fácil.

Pero, claro, tuvo que venir él, el bueno de Isaac, a abrirnos los ojos, a prevenirnos contra los bateadores de espíritus levitables, a avisarnos de que si ahora eres flotante esfera de helio en manos de David Copperfield, en escasos segundos serás la pelota del Galileo de la torre de Pisa.

No sé cómo lo veréis vosotros, pero yo no encuentro otra solución, para curarme de esta gran inquina contra Newton, que la de desafiarlo fijando mi residencia permanente en la luna. Eso, o retornarme a la dulce inopia de la infancia.

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