Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

sábado, 1 de septiembre de 2007

NO SÉ (R. Creek)




Yo no sé si es cierto que lo que digo, en el fondo, no es sino lo que a ti te llega. Quizá lo disfrazo y tú lo desenmascaras antes, siquiera, de haber terminado de pronunciarlo. No sé si es cierto que, impíamente, intento huirte porque me abraso en ti y, sin poder hacerlo, persigo provocar tu hastío. No lo sé. No sé si, catatónica, trenzo cuerdas y luego me ahorco con ellas. Lo que sé es que, buscado o no, cuando te alejo agonizo en una tortura en la que sólo deseo que se apaguen todos mis latidos, incluso los que me despiertan amante, para que cese la desesperanza. Sólo quiero, si te duelo, cerrar la puerta y dormirme, no sé si para siempre.

Tampoco sé si lo que tú callas es lo que yo escucho, ni si lo que te subleva es que lo inhale incluso sin que lo desprendas. No sé si eres tú quien, invocando esquivar la brasa de confusión en que te sumo, y no viéndote capaz, ideas fabricar mi desgana. No lo sé. Lo que sé es que cuando te veo agonizar en la tortura, no deseo sino consumir los latidos, -incluso los que nos llevan a dormir abrazados- para agotar el sufrimiento. Sólo quiero que cerremos la puerta y soñarte. Y sé que para siempre.

Yo no sé si es intentando perfilarte que te borro, o si es cuando me moldeas que me deshaces. Sólo sé que voy a seguir bocetándote hasta que mi mano se adiestre a tus contornos o hasta que tu perfil se oville entre mis manos. Sólo sé que cada vez que me conviertas en añicos, me dejaré resurgir, masa informe, entre tus manos tantas veces como me rebele negándome a adoptar el cuerpo que me quieras dar.

No sé si es al escapar en tinieblas, el uno del otro, que chocamos en un orgasmo infinito; o si es buscándonos a tientas que terminamos distanciándonos. Sólo sé que no es preciso perderte para empaparme de cuánto te necesito ya. Y sé también que, incluso cuando salgo en loca fuga, no pretendo sino gritarte en un susurro como Nino Belvedere:

(- ¿Acepta usted por esposa a Norma Pellegrini para amarla, cuidarla en salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe?)
- Y después también.

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