Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

lunes, 23 de julio de 2007

VIDRIERA VIRTUAL (R. Creek)


Somos pedacitos rotos componiendo una vidriera abstracta y ecléctica. Un fragmento de ella, el más iluminado desde la posición en que me hallo (pero que nada es sin el total):


El combatiente de lo cotidiano.

Mi combatiente favorito. Sabedor siempre (sin necesidad de pancartas-jueces-árbitros-avisos-alertas-amonestaciones,...) de que lo nuestro es de Risk. Nunca acorralado -por más que uno se empeñe- lejos de perder ni un ápice de compostura, contra las cuerdas exhibe cordura. No te devuelve un golpe bajo. Juega con la limpieza del deportista y se bate con ardor, pero sin desenfreno. Un señor(*) de la guerra de juguete, un paladín del verbo -al que cuida amorosamente, pero no más de lo que mima al adversario-. Un sabio conocedor de que quien mata al oponente, mata, al punto, una parte de sí mismo, y que en ello le va su propio crecimiento.

Es el orgullo en su sentido más puro: el orgullo patrio, el orgullo matrio, el orgullo uxorio, el orgullo filio. No le molestará una cana, antes bien, le palmearán las sienes, si la cana nace en el sitio mismo en que la luciese su abuela. Ni un disgusto si es el mismo sinsabor que padeció su hijo hace apenas dos semanas. Cuando lo escuchas hablar, sueñas ser lo que describe: su ancestro, su amiga de infancia, su playa amanecida, su rosa, sus luchas, sus vistas de pájaro, su Klimanjaro, sus penas, sus vidas...

Es la presencia del espectro, ésa que sientes imperecedera incluso cuando su ausencia se prolonga lustros.

Es esa rara avis, imposible, legendaria, de una pasión que actúa con razón y una razón a la que mueve el corazón.

Pura paradoja: el solitario con quien uno se siente más acompañado. El diferente buscando la semejanza. El apoyo incondicional del desconocido. Es el autista sociable, el invencible vencido, el sabio inocente, el ilusionista ilusionado. El amigo.

(*) mayor ; )


El fiero cachorrillo

Mi Delia es el cachorrillo tierno que cree engañar a todos cuando enseña esos dientecillos de leche ladrando autosuficiencia. Se vale muy bien por sí misma, eso no hay quien lo dude, pero hasta el más ciego se percata de que se derrite como el chocolate cuando siente la tibieza respirándole cerca.

Mi Delia es un caramelo agridulcepicante. Con ella sabes que puedes reírte de todo, es capaz de convertir en comedia la más tonta de las tragedias sólo con un breve comentario teñido de ironía inteligente. Su dulzura se desborda por esos ojazos que te gritan humanidad cuando su boca te canta la de “Y a mí me importa un bledo”.

Mi Delia es insensible a la ñoñería, pero pura fibra cordal ante la injusticia, la incomprensión, la intolerancia,… Es sincera, consecuente, leal y sensata, incluso (o quizá más que nunca) cuando se viste de Suellen y comparte sus quiméricas reflexiones antes de zarpar a bordo de su cama-carabela. Fiera espadachina contra la prepotencia, el engaño y la traición, te tiende la mano cuando te sabe vencido y te invita a un desayuno con un par de mimos lijosos, de ésos que sólo ella sabe dar. Mi Delia, de vez en cuando, se pone su máscara de impenetrable, pero no le aguanta ni dos besos. Y no tiene otra. Mi Delia te pone su mejor manta de amor cuando tiritas de desolación, y se defiende del gesto diciendo que te ha caído encima cuando su intención era sacarla a que se airease. Mi Delia arropa de comprensión tus actos más descabellados y se justifica diciendo que venía de ver a la Chaning. Mi Delia, que es también tu Delia, nuestra Delia, es de las mejores cosas que te puedan suceder en la vida (pero ni se te ocurra decírselo, o te verás enterrado por la enciclopedia universal de la excusa, mientras escuchas el gruñidillo con el que enseña esos dientes de leche que a nadie engañan). Te quiero, Delia, aunque te joda que te lo diga, y que te lo diga en público.


 Il lupo

Toda una vida de mitología lobuna, tantas Caperucitas de infancia devorada, tantos rebaños mermados a costa de nuestra postadolescencia, tantos terrores superados y, cuando aprendemos a combatir, evitar, ¡torearlo! viene el lobo de Rodríguez de la Fuente a enseñarte esos ojos melosos de inteligencia infinita, ese hocico húmedo que acaricia a su camada, esa soledad buscada aullando a la luna…

La pasión tiene dos caras enfrentadas y, entre ambas, la pasión tiene tantas faces como el prisma de Nichols. No te deja indiferente porque deshace la luz blanca que podría llegarte y la reparte en haces de colores, y si un día te toca la tibieza del azul te inundarás de calidez maternal y te arrancará tres nanas y diez agarimos; pero si un día te tiñe de rojo, te tocará el incendio de Roma y creerás que la presa de las Tres Gargantas no será suficiente para apagarlo.

¿Qué escena lupina pintar, pues? ¿la del defensor de lo suyo o la del atacante de lo ajeno? ¿la del colmillo que hiere o la de la boca que lame? ¿la del cachorro que pide que acaricies su lomo o la del adulto a quien le sobra casi hasta el alimento que puedas ofrecerle? ¿la que te gusta o de la que huyes por el caminito corto, a refugiarte en brazos de la abuela, aunque te pierdas las flores? ¿la que ves o la que temes? ¿Amable o terrible? Querible.
 


Un Manolete que encontró a su Lupe Sino

Se cree invisible, parece. Pero no lo es en absoluto.

Aparte de las hechuras (buenas hechuras) tiene el temple de los buenos toreros y sus pases destacan incluso en una tarde de capea. En el coso, rodeado de otros quince maletillas, capta, aun sin proponérselo, la atención del público y del astado, y termina toreando solo. Tiene esa mirada larga de quien, a la primera, ve en el bicho la casta, más allá de la apariencia, y pega los capotazos precisos, sin agotar al animal, pero sin buscar la faena rápida y facilona, sacando, con lo peor, lo mejor del Miura. Torea por afición y con maestría, por naturales o por chicuelinas, pero con el brazo y la muleta, guardándose el corazón en su sitio y para lo que tiene que estar.

Fuera del ruedo da la misma impresión de no juzgar a la ligera. Tiene el don de la visión estroboscópica, que le permite captar, en un instante, lo que a otros nos cuesta años.

Tiene suerte, y lo sabe, pero sabe también que a la suerte hay que echarle valor, y él no ha andado corto. Por si no fuese bastante, derrocha la sensatez de las grandes figuras, a las que el éxito no se les sube a la cabeza porque saben que el triunfo es una conquista del día a día.

¡Olé, maehtro!


 La laguna

 Ana es la Laguna Negra, remanso de aguas cristalinas y tranquilas. Te sientas frente a ella y te refleja en una imagen tan pura y serena que no te reconoces. Junto a ella brota, turbulentamente, el río de la vida, pero ella permanece inalterable, incluso apaciguando su salto recién nacido.

Esa superficie, infinitamente calma, encierra, engañosa, en lo más hondo, torbellinos de corrientes doloridas, laberintos subterráneos de lágrimas habitados por peces abisales que, ciegos, nadan torpemente de un lado a otro buscando la luz, algas que se enredarían sensualmente en tus pies, cantos de sirena que te llevarían a lo más profundo de esas aguas sin fondo, paraísos acuáticos de intensas pasiones... Todo ese mundo submarino permanece invisible. Sólo ella sabe que existe, porque, en su afán de no perturbar la quietud del paraje, lo ha cubierto con un cristal que espeja el exterior, ocultando, opaco, el riquísimo interior.

De vez en cuando, tras un deshielo, la superficie del cristal se resquebraja un poco y deja salir, por la grieta, un haz de sensaciones en arcoiris. Si, en ese momento privilegiado, se hallase por allí algún intrépido explorador, sin dudarlo se zambulliría para enredarse en esas plantas acariciadoras, para emborracharse en esos sonidos enloquecedores, para sumergirse y sumergirse y nunca más volver. Pero la laguna restaña rauda sus brechas, de modo que hay que ser muy tenaz y muy romántico para esperar plácidamente ese casi imperceptible instante en el que aparece la breve rendija por la que acceder a la inmersión. Merece la pena. Lo intuyo. Casi lo sé.
 


Lupe Sino 

La Pasionaria del XXI, conquistando el día a día para, moral sincera, ofrecer a los suyos las mismas consignas que enarbola para sí en su bandera. Mirada al frente, adelanteadelanteadelante, atrás ni para coger impulso. Luchadora en mil batallas, se acuesta revolucionaria y se despierta libertaria, antorcha en mano, a dibujar calles y despintar machos.

Globo aerostático que se infla con los vuelos de su peludito y su samurai, a quienes sirve, a un tiempo, de combustible y canasta. Y que son para ella, también a un tiempo, motor inagotable y efímero pero placentero reposo.

Genara de Manolete, a quien ha convertido en uno de los pocos tipos sabedores y pregoneros de su suerte.

El nenúfar que navega por la vida con raíces flotantes porque, mujer de su tiempo, sabe que no llegaría a ningún sitio si se empeñase en enterrarlas en lo perenne e inamovible de la nostalgia. Pero, savia tierna, sabia inmensa, conservando el romántico poso de amor en sus cálidos y risueños pétalos.

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