Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

martes, 15 de mayo de 2007

LOS BESOS DE HARRISON FORD (R. Creek)


Harrison Ford desvirgó mis labios. Iba vestido de Han y me hizo boquear en el vacío, como hacen las carpas cuando las hacinan en tanques, o quizá solas pero en una pecera demasiado pequeña. Así estaba yo, hacinada en una sala gigantesca de 1245 butacas ocupadas por sendos ciprínidos igualmente boqueantes, pero a solas con él, y mi capacidad torácica inflamada hasta el extremo de convertir mi esqueleto en una pecera tan mínima que no podía hacer sino entreabrir los labios, buscando el oxígeno de los suyos. Siguió haciéndolo muchos años. Indiana también besaba como Han, con expresión aparentemente entregada, a la vez que aislaba el perímetro oscular previniendo la invasión de intrusos a base de empujones o con miradas lanzadas incluso a través de los párpados cerrados.


Sin ser apenas consciente de mi rictus, yo estiraba mis labios hacia los suyos, deformándolos en trompa de Xanthopan morgani. Después, durante un tiempo variable (inversamente proporcional a la pasión que despertase en mí la pareja que tuviese entonces), no dejaba que nada ni nadie profanase mi boca, sacralizada y sellada por la comunión oral con Harrison Ford. Yo sabía exactamente cómo se sentía cuando protegía el beso sin dejar, por ello, de protegerse del beso mismo.

No hay comentarios :

Publicar un comentario