Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

miércoles, 25 de marzo de 2015

LA CRIOGENIZACIÓN NARCISISTA o CUANDO CEDER UN ASIENTO SE CONVIERTE EN OFENSA (R. Creek)


Deberíamos circular, caminar, charlar,... (cualquier cosa excepto soñar) con un espejo enfrente. Así evitaríamos ofender al otro cediéndole un asiento cuando ese otro apenas si nos sacará un par de años.

Palabra que no es mala leche. Vosotros, los de la EGB, lo sabéis. Es una especie de inopia (quizá narcisista) respecto a uno mismo, que te hace pensarte como en una edad congelada, incapaz de reconocerte en tus coetáneos.

Además de las involuntarias ofensas del tipo citado, hay otros signos de ese síndrome waltdisneyniano. No silbéis mirando al techo cuando os pregunto esto: ¿cuántas veces os ha costado controlar un gesto de susto desmedido al ver, después de algún tiempo, a alguien de vuestro pasado? Y si reprimís el comentario de que está mayor es porque sois buenos y no queréis hacerle más daño que el que ya le ha causado el tiempo ¡y no porque sospechéis siquiera que vosotros estéis causando el mismo efecto en el otro!

Confesad, confesad también: ¿a que cuando alguien os dice "Estás igual" respondéis un "Quitaquita" pero sólo por falsa modestia? En el fondo os lo creéis y pensáis: Es verdad, no he cambiado nada, quizá un kilito, pero por suerte soy Dorian Gray en persona, tanto gusto...

Es tremendo. Sobre todo porque no es voluntario. Es un proceso automático. Algo hay en nuestro interior, un vernos día a día, un sentirnos igual por dentro, un qué sé yo de escarcha inconsciente, que congela la autopercepción en cualquier momento indefinido. Por eso, cuando lo lógico sería tener que hacer un esfuerzo para vernos forever young, curiosamente el proceso es el inverso: hay que realizar una elaboración mental posterior para decirse "Si es que yo estaré igual". (Y fijaos que, sin darme cuenta de nuevo, he escrito un "estaré", como suposición, no un "estoy" de realidad consciente).

Otra cosa es cuando nos sometemos a un autojuicio consciente. Ahí nos lapidamos sin piedad y, pienso yo, hasta la hipérbole injustificada. Pero si no nos da tiempo a filtrar, a hacer un ejercicio de cálculo de nuestros cumpleaños, si actuamos espontánea y rápidamente, somos capaces de ofrecernos a ayudar a cruzar la calle a un adolescente.
El día menos pensado me cruzan a mí, pero la cara y sin ofrecérmelo previamente. Lo estoy viendo.

Idiosincrasias de mediana edad.

Joven de cabello cano leyendo a chica mayor que va perdiendo la vista.

2 comentarios :

  1. Ayer me descubrí una cana más. Igual a la anterior y será igual a las que vayan apareciendo. En el fondo, siempre seguiré siendo yo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La misma energía interior (aunque no eches una carrera contra un cuatroañero por si las moscas), la misma curiosidad por todo (incluso cuando alguna vez te tiente el hastío -después de todo, los niños también se aburren a menudo-), idénticas ganas de no conformarse, intacta la capacidad de asombro (aun cuando pensemos que ya hemos tocado techo con creces...), las mismas inseguridades adolescentes ante un cruce imprevisto o especial de miradas, etc, etc. ¿Cómo va a ser posible percibir cualquier arruguilla interna? ¡no las hay! ¡cuentan con nuestros "botox" de confianza! :)

      Eliminar