Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

miércoles, 10 de diciembre de 2014

A VECES BASTA UN EMPUJÓN (II)


Sunday es una mujer enamorada irremisiblemente de sus pasados, en especial de su pasado con Baxi. Los recuerdos se le han vuelto rémoras parasitando y lastrando sus zapatos poco a poco, al punto de que un día, al intentar caminar, se da cuenta de que parecen los zapatos de cemento que fabrica la mafia.

Quiero estar con él. No quiero estar con ninguna otra persona. Es la persona que más me quiere y a quien más quiero en el mundo. Por eso estoy buscando las claves para dejarlo todo atrás: fingir que no me pasa nada; correrme una buena juerga en cuanto pueda; ir a verle; recuperar un aspecto físico que me haga gustarme. Pero sobre todo, no regodearme en esta situación como llevo haciendo desde hace meses: pensar que todo me sale mal, que nada me va a salir bien, que todo es injusto etc. etc. etc. No voy a permitir que lo que nunca me ha afectado me afecte ahora. Mi vida no es peor ahora que antes. Así que no puedo hacerme creer a mí misma que sí. Necesito espacio. Necesito espacio emocional más que físico. Luego, todo a mi alrededor ha sido más bien triste: tú; tus pérdidas; las mías; la vida en general.

Pero siempre he dicho lo que tú me dices hoy: que hay un montón de cosas buenas por venir. Que están esperándonos. No puedo perder ni un minuto de mi vida llorando por las esquinas por cosas absurdas. Es cierto que llorar te descarga, pero regodearse en el dolor o en la pena es casi pecado. Porque si es cierto que la vida no es rosa en muchos momentos, también lo es que tenemos mucho, mucho, mucho, mucho que nos ha tocado en suerte; no hemos hecho nada por tener la vida que tenemos; sólo tenemos que mirar un poquito más allá de nuestras narices y ver lo injustamente afortunados que somos, pese a todo. Y, sin embargo, pese a cualquier contrariedad (incluso justificada) nos permitimos el autocompadecernos hasta el infinito. Me planto. No puedo seguir así, como una niña mimada, llorando por lo que pierdo y sin ver lo que aún conservo. Se acabó. Desde este mismo momento. Salvo si recibo un empujón que me tire de culo (y aun así volveré a levantarme), me pongo de pie. Con mi derrumbe estoy creando un efecto dominó increíble, derrumbando a todos los que estáis alrededor, y que no os lo merecéis. He empezado a pensar hace 10 minutos que debía incorporarme, y tu empujón ha terminado por ponerme en pie.

Bastó un empujón: verle, verle con su pasado superado y hasta olvidado, para comprender que ella también, ella tenía que soltar para caminar.

Voy a ser mala sin remordimientos. Porque pensaba que eso era maldad: olvidar lo inolvidable, sufrir al ver que caminaba ligero y con reluciente sonrisa. Y como no pudo ser mala con él, lo fue consigo misma. Se ató fuerte sus zapatos de cemento y se lanzó, desde el tren que la traía de vuelta, al mar.

Michael Dweck

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