Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

jueves, 30 de octubre de 2014

martes, 28 de octubre de 2014

UTOPÍA (Galeano)




Ella estaba en el horizonte.
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. 
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la Utopía?

Para eso sirve: para caminar.

(Eduardo Galeano)

EL CAZO DE LORENZO (Isabelle Carrier)





MI HERMANITO DE LA LUNA (Frédéric Philibert)






POR CUATRO ESQUINITAS DE NADA (Jerôme Ruillier)






domingo, 26 de octubre de 2014

PRONÓSTICOS: EL PRÓXIMO 31 DE OCTUBRE, NICOLÁS DE MARIQUELO


QUÉDATE (Silvio)







Cuando este sol se apague,
tú partirás de mí.
Seguiré solo, con mi dolor
y llanto y llanto.


Mi convicción es no querer
ya nunca más, porque
la misma historia es otra vez
y otra vez, y otra vez, y otra vez.


Quédate, quédate
para poder vivir sin llanto,
sin llanto.


Cuando me desengañe
no sé si viviré,
porque es muy triste
tener tan sólo llanto y llanto,
y mil renuncias en el corazón
que implora
que alguna vez alguien se quede
y llora.


Mi convicción es no querer
ya nunca más, porque
la misma historia es otra vez
y otra vez, y otra vez, y otra vez.
(1967)

MATEMÁTICA DE LA CARNE (RAYDEN) - MADRID, TE COMERÍA A VERSOS (BOAMISTURA)




Fuimos a hacer el amor
Y parece que volvimos de la guerra,
Me sentí astronauta
cuando me abriste la puerta,
Perdido en tus lunares,
Diciendo adiós a la tierra,
Borrando en el felpudo el camino de migas
Para que nadie siga el rumbo
que entreven tus piernas cuando caminas,
Punto a punto formando una línea,
Una recta entre tus curvas
y mis indirectas con puntería,
Volaron los minutos teniéndote cerca,
Ocultos, y jugando mudos juntos
a ese "truco o prenda"
Con el lenguaje de las manos,
Leyendo el braille cada surco de piel
pero también tus labios,
Vivimos sin horarios lejos de calendarios,
Versos de pasión y no de aniversario.
Todo lo que te dije lo hice:
Cicatrices que aun recuerdo en sueños
cuando despertamos vecindarios,
Mi mas sentido bésame, bésame, besayúname,
Ayúdame a deshacer la cama,
Te comería a versos pero me tragaría mis palabras,
Por eso mejor dejarnos sin habla,
Perdí el sentido del amor pero no del sarcasmo
así que te haré el humor hasta llegar al orgasmo,
Que he visto enamorados ojos de legañas
Pero no hay mejores brindis que
los que hacen tus pestañas,
Estas en mi lista de sueños cumplidos
Y en el de pecados compartidos,
Rompamos juntos la barrera del sonido
cuando el gemido se coma a el ruido,
Hagamos juntos todas las maldades
La dieta de los caníbales,
Soy de los que siempre creyó en las señales,
por eso pégame, muérdeme,
déjame cardenales.

 http://vimeo.com/109583261

Canción: Te comería a versos (Leiva)

sábado, 25 de octubre de 2014

EL VIEJITO QUE AÚN NO LO HABÍA VISTO TODO



Esperando el bus volví a coincidir con el ancianito que tanto me recuerda a mi padre porque va hecho un pincelito. Nos saludamos. Consulté en el móvil cuánto faltaba para que llegase el bus y él inició una conversación sobre la diferencia entre el mío (un smartphone) y el suyo (uno como los de siempre). Le dije que para llamar servían los dos igual y que incluso, para esa utilidad, el suyo era mejor que el mío (consumo de batería, teclas como diox manda, menos delicadito...), que la única ventaja era consultar Internet. Pasó a comentarme el escaso uso que él le daba, que era viudo y sólo lo llevaba para que sus hijos no se preocuparan, etc. Hablar de Internet le llevó a contarme, entre risas, que hace poco le habían llamado para convencerle de que contratara conexión a la red. Una charlita intrascendente si no fuera porque, al explicarme que a su edad (91) ya lo tenía todo hecho y todo visto, desembocó en una mirada triste acompañando al final de la frase: "y lo que no tenía visto, me gustaría no haberlo visto nunca", y empezó a hablar de lo que desgraciadamente supone el tema de conversación generalizado: la corrupción degenerada.



Llevo mucho tiempo, como todos, de la incredulidad a la indignación, y de ahí a la impotencia, y de ahí a la rabia y al pensamiento de que "esto es lo máximo" para, a la mañana siguiente, ver, incrédula de nuevo, que no hay límite, y vuelta a empezar.

Pero hoy ese círculo vicioso se ha roto, y lo ha hecho por la esquina de la pena o por la pena en cualquier esquina (más allá de la que producen a diario las víctimas directas); la tristeza por un sector de la población en el que hasta hoy no había reparado: los ancianos que se han pasado toda su santísima vida haciendo lo correcto, por muy putas que las hayan pasado, y obviando caminos más fáciles si eran inmorales. 

Echo mucho de menos cuando los mayores sólo se quedaban boquiabiertos (pero nunca tristes) ante las nuevas modas de los jóvenes.

jueves, 23 de octubre de 2014

VACACIONES MANGUERAS


Comencemos por los principios, que diría Aníbal Lécter... La última semana de julio nos fuimos a La Manga-Cartagena a ver a Juan. Bien, el jueves estábamos pegándonos el baño matutino de costumbre cuando, de pronto, me volví justo cuando venía una ola. La ola pasó y yo dije: ¡Joé, no veo! Creí que era por la sal y que se me pasaría como siempre, pero fue a peor (debió picarme un pelo de medusa, un alga asesina o yo qué sé qué arrastraba esa ola maldita). Me pillé una conjuntivitis de aúpa. Esa noche salimos de marcha, yo llorando a moco tendido, pero sólo por el ojo derecho; estaba de lo más sentimental; me decían: éste es un bar con solera de La Manga, y yo, a llorar; o bien: desde aquí hay una vista fantástica de día, y ya estaba yo llorando emocionada por mi lado facha...

Me eché un colirio que me dejó Juan, esperando estar, después de dormir, como una rosa... Me levanté con el ojo, más que como una rosa, como un capullo reventón. Mi ojo era un huevo de gallina de corral, pero de los de récord... Y mi lado comunista también empezaba a inflamar sus ánimos, contagiado por el ultraconservador. Decidí ir a urgencias. No estaba Clooney. Me alegré, porque no podría haberlo disfrutado como se merece. Pero sí había un competente médico que, tras lavarme a conciencia el ojo y examinármelo con detenimiento dictaminó que mi ojo presentaba múltiples erosiones, pero de carácter leve. No supo explicarme la causa de esta repentina erupción ocular. Pero sí mandó a su ayudante ponerme una oclusión para que no pudiese abrir el párpado. Mientras, él hacía un dibujito en el diagnóstico que demostraba de forma fehaciente que se había dedicado a la medicina por un enorme suspenso en el acceso a Bellas Artes.

El ayudante era un becario. Fijo. O Ingeniero frustrado, a su vez. Me colocó una montañita de aproximadamente 20 gasas sobre el ojo en erosión y, para sujetarlo, comenzó a cortar ese esparadrapo que es como papel. Con mi ojo sano empecé a observar la longitud de las tiras... ¡El hombre pretendía convertirme en La Momia III ! Se lo comenté. El médico le dijo: “¡¿Dónde vas?!”. Al final redujo la longitud unos 6 micromilímetros. El médico, resignado, comentó que así no se me despegaría con el calor. Yo pensé: esto no se despega ni con soplete, querido doctor, muchas gracias. Pero me dio apuro verbalizarlo, por si me reducían otro milímetro la longitud de las tiras.

Esa noche habíamos pensado salir como fin de vacaciones mangueras, pero como durante toda la tarde estuve observando las caras de la gente al cruzarse con mi máscara, y escuchando comentarios compasivos: ¿Te han operado? ¡Que no sea grave! etc. etc. etc. Además del terror en las caras de los niños... Bueno, como vi/oí todo eso, yo me dije: No salgo si no es con gafas de sol que me cubran la décima parte de esta máscara (o lo que es lo mismo: no salgo si no llevo unas gafas de sol de esas de pega, tamaño monster). Pero, claro, mi ojo tenía una altura equiparable a la del Empire State y las patillas no me llegaban ni a las patillas, y valga la "rebuznancia".

Yo no salgo- volví a repetir por enésima vez. Pero a cenar sí ¿no?- me preguntaron con una carita de pena peor que la de mi etapa sentimental la noche anterior. Acepté ir de cena. Total, íbamos a un sitio de raciones, tampoco iba a dar tanto el cante en un sitio pequeño donde la gente estaría más pendiente de que el gorrón del amigo no acabase con sus chipirones al ajillo...

Llegamos a casa para ponernos guapos para la cena. La momia estaba radiante, con su gasa y esparadrapo inmaculados. Llamaba la atención. La momia se quejó ante sus amigos: Todo el mundo firma en las escayolas y vosotros no me habéis dibujado ni el típico corazón adolescente, hay que ver, sniff sniffff.

A Juan se le ocurrió una idea mejor y me dibujó el ojo. La verdad es que no le quedó mal, teniendo en cuenta que contaba sólo con un boli medio gastado de propaganda. Lo que sucede es que a Juan la perspectiva picassiana le va cantidad, y me dejó el ojo como 20 cm. más abajo. Parecía Rossy de Palma momificada. Me retoqué con el eye liner, y lucía unas pestañas que ni los arados antiguos. Al verme tan mona decidí que no sólo saldría a la cena, sino también de marcha. Nadie pensaría, luciendo esta guisa, que me pasaba algo grave.

Llegamos al pequeño bar de raciones en el que íbamos a cenar. Al traspasar la puerta, creí que mi ojo izquierdo me traicionaba: ante mí se extendía un salón de unos 100 metros cuadrados, ¡con el aforo al completo! Iba deseando que me tragase la tierra cuando llegamos a la mesa donde nos esperaba una pareja a la que me iban a presentar. No sé por qué, me había hecho a la idea, por los comentarios de Juan, de que se trataba de una pareja tan pirada como nosotros. Al encontrarme con una doble perfecta de Isabel Preysler acompañada del perfecto doble de Mario Conde, una frase martilleó mi mente: ¡que alguien me eche ácido clorhídrico en estado sólido! ¡que me sulfaten! ¡que me fumiguen con un potente pulverizador! ¡rápido! o que suelten una nube de óxido nitroso y todos empiecen a reír sin control ¡pero por diox que suceda algo que rompa este tenso silencio...! Bueno, fueron varias frases, pero el pensamiento era único.

Llegó el camarero y nos soltó el menú con los típicos gallos que se sueltan cuando estás a punto de reventar de risa y quieres aparentar seriedad. Evitaba cruzar mi mirada uniocular. Evitaba aún más mirar la mitad picassiana. Pobre hombre, lo pasó fatal.

Cenamos estupendamente y, por supuesto, la pareja excusó educadamente el seguir de marcha con nosotros. Al menos tuvieron la delicadeza de no salir corriendo al verme y aguantar toda la cena frente a The Mummy, sin perder la compostura...

Menos mal que luego todo cambió. En el primer bar al que entramos, el camarero quesito me dio un besazo alucinante y me pintó la ceja que me faltaba. Comentó que él había sufrido un episodio parecido y que le jorobaba que no se le hubiese ocurrido esa idea, pero que la próxima vez lo haría. Nos hizo una foto. Se enrolló de lo lindo.

Toda la noche fue así: gente que me comentaba lo mismo que el camarero; otros creían que me lo había puesto para dar la nota (Pi, cuando vio la foto, me preguntó directamente: ¿pero era una máscara, no? pensando que era una de mis locuras; aunque le expliqué con detalle mi ataque marino, creo que no se convenció del todo, porque me preguntaba: ¿y te taparon tanto? Alucinó en colores al saber que la foto está hecha cuando el ojo medía como 4 gasas menos de altura porque al llegar a casa me las había quitado).

Bueno, era el fenómeno: todo el mundo quería hablar con el monstruo, todo el mundo quería conocer al cíclope freaky. No, en serio, ligué más que nunca. Es más, uno con el que estuve hablando 15 minutos, estaba indignadísimo al final cuando supo que iba a dormir en casa de Juan. Se tranquilizó un poco cuando fue informado de que no en el mismo catre y ni siquiera en el mismo habitáculo, pero lo perdí definitivamente cuando le di la información adicional de que tampoco me iría con él. En fin, más se perdió en Cuba. Además, a esas alturas de la noche mi mayor preocupación era el averiguar por qué yo había visto a Jose (un amigo de Isabel) llevando una camisa que era claramente de rayas y ahora me lo enseñaban y llevaba cuadros…

Antes de entrar a la última discoteca, me intenté perder tras unos olivos y me pegué una caída entre espinos porque no veía ni torta; creo que rodé un par de veces antes de lograr levantarme con las manos más estigmatizadas que las del Jesucristo de Mel Gibson. No pienses mal, que no iba acompañada; es que los tíos, con ponerse de espaldas, lo tienen arreglado, pero a nosotras siempre nos toca, como a las cabras, tirar al monte...

Bueno, Alberto se coló en la discoteca y Chema (un amigo de Juan) y yo, como no nos enteramos, pagamos su entrada mientras él nos saludaba partido de risa, 5 metros por detrás del portero.

Nada más entrar, el tecnopopbacalaeroychundachundero empezó a taladrarme el cráneo. Chema nos dio una vuelta entera por la discoteca (al aire libre) y, a pesar de lo grande que era, me pareció que lo que nos había dado era una vuelta de campana ¡tal era el estado de mi masa cerebral! Tuve que ir a sentarme. Aprovechando que había asientos de forja de ésos que parecen de jardín versallesco, para dos personas, más que sentarme me tumbé elegantemente, ¡qué mediomoña llevaba! Tenía un codo apoyado en el reposabrazos y la mano por detrás de la oreja, las piernas levemente encogidas, vamos, que si voy más ligerita de ropa estaría de posado de Interviú. Como vi que Alberto se había quedado solo (Chema desapareció -luego supimos que porque estaba agobiado-) y me preguntaba si nos íbamos, decidí que sí. Fue a buscar a los demás. Cuando vinieron, al verme con mi pose de reinona de Saba, por supuesto no se creyeron que yo me hubiese ido a descansar para no dar rienda suelta a mis náuseas...

Menos se lo creyeron cuando, en dos segundos, me sentí una mujer nueva y, de un salto, me fui a saludar a la pista a Sergio Pazos, el de Caiga Quien Caiga. Nos hicimos una foto con él, y el muy cab... se tapaba también un ojo, fue mundial. También vimos a dos de un programa que se llama la Casa de tu vida, en el que diferentes parejas tenían que colaborar para construir una casa; Jose Carlos, que es la monda, les gritó: ¡Os conozco! ¡Sois los de Bricomanía! casi nos da algo. Mucha gente siguió afirmando que saldría así, con ojo picassiano, el próximo fin de semana. Lástima que no fuésemos a estar allí para corroborarlo.

Además, con el pasar de las horas, la oclusión fue descendiendo hacia el cuello, y el ojo ficticio, que ya había comenzado algo descolocado, era todo un homenaje a las señoritas de Avignon. Jose Carlos, que en teoría se había dejado convencer para salir de la cama a la 1 de la mañana si le jurábamos que sólo se tomaría una y lo llevaríamos de vuelta al hogar, no paraba de repetir: “¡Pero mira dónde lo lleva ahora! ¡Al final termina de compresa!” Ufff, tremendo.

Nos lo pasamos genial. Yo tenía consulta médica a las 10 de la mañana, pero como "sólo" eran las 8:30 cuando pasamos por el hospital, decidimos que era demasiado esperar y nos fuimos a dormir... Llegamos a las 9 y ¡oh! nadie pusimos el despertador, una pena. Al día siguiente (es un decir, me refiero a las 4 de la tarde, cuando nos levantamos) estaba fenomenal, incluso mi ojo estaba bastante bien. No hay nada que el alcohol no mate,...

Nos fuimos a comprar comida preparada al local de abajo, inconscientes totalmente de las horas que eran. Nos extrañó que sólo quedase pan. ¡Nos habíamos metido por la puerta de los empleados y estábamos por dentro del mostrador esperando que alguien nos atendiera! ¡Qué vergüenza! ¡Ya nos extrañaba un poco que las vitrinas estuvieran del revés...! Los empleados estaban comiendo y, al ver que salían del cuarto directamente a nuestro lado del mostrador, sólo acertamos a decir tímidamente: ¿Está cerrado, verdad? glubssss. Menos mal que se partieron un poco el pecho sin más.

Por supuesto, nos tocó comer en un centro comercial: un metro de salchichas cada uno ñammmm. Esa tarde pensábamos pasarla tranquilita y volver pronto, porque nos íbamos al día siguiente. Nos fuimos a Mazarrón y, en la cena, tuvimos que comer juntando dos mesas porque si no al camarero le daba algo malo. Cabíamos perfectamente en una, pero se ve que el camarero no sabía qué hacer con la otra y, a pesar del clamor popular insistiéndole en que sólo queríamos una, él no se dejó intimidar y nos plantó la otra en cuanto tuvo la mínima ocasión; Alberto quería cenar un Viña Pomal GR 94; como tenía buena pinta y costaba muy caro, yo quería pedirme otro, pero creo que no lo servían en ración, así que nos quedamos con otras alternativas. Lo pasamos bien, y si no llega a ser porque a Alberto se le habían olvidado el estuche y el líquido de las lentillas, no llegamos a casa. Aun así llegamos a las 4, que para un plan de "tarde" "tranquila" no está mal. La culpa la tuvo Ana, la hermana de Juan, que nos llevó a Cala Negra y nos vimos negros para salir de allí (de bien que se estaba; de buena gana habríamos llamado a los de anoche para que nos montaran una casa en un momento).

Y ésa es la historia de la foto. Espero que la hayas disfrutado. Nos hicieron fotos en dos bares de la Manga, pero seguro que son tan sosos que ni se les ocurre enviárnoslas.

El día que nos fuimos también fue mundial. Nos recogió una taxista que vive al lado de Juan que, después de contarnos lo mal que le va el aire acondicionado, que es asmática, que en casa no lo tiene, que en esa zona en la que vive Juan hace más calor que en el resto de Cartagena, que viajó a Salamanca y a Ciudad Rodrigo cuando estaba embarazada del primer hijo, que uno de sus hijos estaba en Alemania, etc. etc. etc., es decir, una vez que terminó el relato de su vida, empezó a contarnos la de la alcaldesa de Cartagena: que era de Lugo, que mantener la alcaldía le supuso la ruptura sentimental con su marido, al que dieron un cargo en Madrid y se lió con una pelandrusca, lo que hacían los hijos de la alcaldesa, que no son gallegos sino de Cartagena, las cosas nuevas de Cartagena, el cambio de sitio del submarino, la mejora del paseo marítimo, etc. etc. etc. Todo esto en 6 minutos de trayecto. Cuando nos despedimos de ella, Alberto y yo nos miramos con gesto de incredulidad y concluimos: “Ésta es la herencia de mamá”.

En el tren, tanto de ida como de vuelta, hubo dos momentos de risa. A la ida estuvimos sentaditos todo el trayecto como dos niños buenos. Apenas hubo movimiento de gente, ni siquiera en las paradas. Cuando ya quedaba poco para llegar le pregunté a Alberto si quería venir al bar a tomar un café. Nos levantamos y, al llegar al primer enganche de nuestro vagón, vemos, alucinados, que todo el mundo del vagón siguiente se levanta con sus equipajes; como no podíamos pasar, nos damos la vuelta pensando en volver a nuestros asientos: todo el mundo había hecho lo mismo allí; nos quedamos atrapados, muertos de risa, diciendo, entre dientes, a la gente que bajaba en Murcia: gracias por su visita, adiós, muchas gracias, espero que hayan disfrutado, etc. etc., fue increíble.

A la vuelta, el asiento de Alberto estaba desencajado y se cambió; cuando llegó el revisor le explicamos el motivo y le dio tal viaje al asiento que creímos que nos iba a tocar ir sentados por fuera del vagón, saludando a diestro y siniestro y con nuestros cabellos al viento. Fue buenísimo.

(Verano 2004)

lunes, 13 de octubre de 2014

HOY PLATÓN CONDUCIRÍA UN URBANO Y PITÁGORAS MORIRÍA ATROPELLADO ¡POR PEATONES!

Últimamente tengo más ocasiones de satelitar a extraños. Me encanta. 

Hace unos días, una mujer (que iba o venía de trabajar), aprovechando que no había avisos de "Prohibido hablar con el conductor", se dirigió a él diciéndole que seguro que él había visto mucho dinero.

- Vamos, me refiero a que tú habrás visto muchos billetes.

- Sí, todos. Menos de 500, que ésos ni los conozco.

- ¿Y has visto los nuevos de 10€?

- No, aún no.

- Son una birria, parecen de juguete.

Y él le respondió algo que me dejó absorta, y que convirtió una conversación anodina en algo que, para mí, merece ser contado:
 
- Mejor. El dinero tendría que ser como los ajos. Al año... -y realizó el gesto de tararí con la mano.

Poco después, mientras iba caminando, escuché también algo que me volvió mahareta. Dos mujeres charlaban. Una, mientras la otra asentía (se ve que era la que le había dado la mala noticia), exclamaba, acalorada:

- ¡¿Qué pretenden?! ¡¿Que repartamos 200 citas entre 4?! Entonces hasta dentro de... a ver, 4 por 4 dieciocho... ¡¿hasta dentro de 18 días nada?!

Todavía estoy preguntándome, no tanto por el resultado, sino por la estrategia que le llevaba a 18, o incluso a 16...