Esta mañana estaba en un organismo oficial. Se trataba de un edificio nuevo y, como estaba un poco desorientada, decidí coger el ascensor a pesar de que sólo iba a la 2ª planta. Viajábamos 4 personas. Dos de ellas bajaron en la primera.
Nos quedamos solos, el otro chico y yo. Él bajó inmediatamente la cabeza y me dejó espacio. Supuse que pensaba, como yo, en la difícil disyuntiva a la que me enfrentraba, y que estaba a la expectativa de cuál sería mi elección final: el dinero o el matrimonio, León de la Riva o Ray Rice, tirarle el sujetador y salir corriendo y gritando o esperar a que me noquease y me pidiese luego ser su esposa.
No tenemos más remedio que reconocerlo: El tiempo atmosférico ya es el último tema en el que pensamos si subimos a un ascensor con desconocidos. Esos dos animalitos nos han fastidiado para siempre el tópico.
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