Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

lunes, 12 de mayo de 2014

REPÚBLICA FELIZ (Sabina y Guerra)


O la paradoja de cómo un recuerdo feliz provoca una melancolía tan apátrida. Y que no deje de fascinarte.



No quería aprender a ser mayor,
me negaba a dormir sin mi chupete;
por Navidad, cargado de juguetes,
llegaba desde Oriente el rey Melchor.


Mi patria era un baúl en el desván,
un loro que decía palabrotas,
las desventuras del gato con botas,
una peonza, un globo, un antifaz.

Era mentira la televisión,
los maletas jugábamos al toro,
el mar era una mina de tesoros
en la panza de un viejo galeón.

Republica feliz,
sin lunes, sin acné,
en la provincia de Nunca Jamás.
El día que cumplí
catorce desperté
del sueño de llamarme Peter Pan.

La vida era una puerta sin abrir,
los adultos hablaban en voz baja,
la postguerra oxidaba las navajas
y helaba en las botellas el anís.

A lomos de un Babieca de cartón
llegué más lejos que cualquier jinete
y gané el Tour de Francia en patinete
sin ausentarme de mi habitación.


Era un lujo pecar. El porvenir
raptaba niños como el tío del saco.
Por cada Ave María, cinco tacos:
pirula, caca, culo, pedo, pis.
Republica feliz,
sin lunes, sin acné,
en la provincia de Nunca Jamás.
El día que cumplí
catorce desperté
del sueño de llamarme Peter Pan.


Republica feliz,
sin besos ni parné

bajo el sol imposible de Haway.
El día que cumplí
cincuenta desperté
del sueño de llamarme Dorian Gray.

  
Las nubes eran mapas de algodón,
no habían muerto los dioses todavía,
el mundo era un limón y yo tenía
prisa por estrenar el corazón.



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