Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

domingo, 23 de marzo de 2014

LA SOGA (R. Creek con Joseba Molina)




Rascayú ha vuelto a escapar, atrapado desde hace tres días por la abandonada casa de enfrente. La sombra de la soga sigue ahí, pendulante...

sábado, 15 de marzo de 2014

FELICIDADES, GRAN PULGARCITO. (R. Creek)


Seguro que seguiremos alejándonos, más que por la distancia, por los años, que parece que se empeñan en enterrar lo que fuimos cada uno. Pero por mucha tierra que nos eche encima el tiempo, siempre serás el niño que silbaba conmigo a las nubes para hacer creer a las gallinas que no vigilábamos su huida cuando les dejábamos la puerta abierta, el mismo que corría conmigo a meterlas cuando aparecía el milano y nos hacía presagiar la tragedia en una broma tantas veces repetida.

El niño que se quedó sin sitio en la escalera del sobrao y, como Pulgarcito y tantos otros hermanos pequeños de la literatura, nos salvaba de los cerdos escapados por un descuido pactado e ideado por la mente exploradora de nuestro hermano mayor.

El niño que me hizo volar por las escaleras del poli (y casi matarme) y soltar el alarido de dolor que tú no diste cuando te lesionaron el brazo en judo.

Siempre estás y estarás, cuando veo en una película un niño a quien sus hermanos martirizan diciéndole que es adoptado. Tú eras nuestro gitanito adoptado, el mismo por quien terminamos todos registrando por primera vez el cuarto de los padres en busca de nuestros propios papeles de adopción y por quien descubrimos, sin querer, quiénes eran los Reyes.

Y estás también en las siestas obligatorias en las que imaginábamos que nuestra abuela resbalaría con una piel de plátano y se caería con todos los cacharros por querer ahogar a los gatitos que teníamos escondidos.

Estás en mi niñez de tómbola de rosarios de garbanzos, en la cabaña de la Araña y sus contraseñas, en los "bautizos" de "la" Tini cuando se iban sus padres, en mi resistencia a ser novia "del" Rodol cuando yo estaba enamorada "del" Cuco, en los hoíyos, en las carreras de chapas, en el churro-mediamanga-mangotero (y no mangaentera), en la mula que salta a la una y a las dos tira su primera coz, en el balontiro, en el mepidolachurrera y yolacuchara, en las lluvias alubieras desde un cuarto piso.

Fuiste el primero en irse de casa en la infancia, cuando al pasar el piso de "la" Pitu olía a lentejas, y seguiste siendo el Pulgarcito de la adolescencia: el más pequeño y el más valiente, abandonando el primero el nido, y haciéndome ver, por primera vez que se nos acababa la infancia, que no íbamos a estar todos juntos para siempre, que la niñez se iba en un barquito velero de cáscara de nuez o en un Alfa Romeo rojo con salpicadero de madera y elevalunas (de destornillador) eléctrico; el adolescente con el que me igualó el tiempo, convirtiéndonos en amigos, pasando de cómplices a confidentes.

Estás (y a partir de aquí ya siempre será "estáis") en mi barba de tres pelos, y cuando me sobrevuelan recuerdos de carnavales gaditanos, o de primeros amores locos intensos y efímeros, en los partidos de volei contra la selección coreana en plena calle, en los looks imposibles de regalos promocionales en los bares que nos hacían llevar en las madrugadas de agosto chubasqueros de JB con cascos de albañil amarillo, o sombreros de paja de Ron Negrita, camiseta de Cacique, y cestita de peluches, linternas, relojes... Estás en mi borrachera no buscada del garrafón del Gatsby, rescatándome del asiento trasero de mi ranita, pero también intentando asesinarme (con la ayuda de Carlos) tras la improvisada del Juglar, (y tras tu paso "discreto" por la verbena, y tu "discreta" parada en el callejón, lleno de vecinas), primero contra la escalera y luego contra la bañera. El bourbonero "yosóloquieromorirme", ya siempre va a ser sólo tuyo. Estás en mi bola de bolera magnética atraída por los petacos, en la movilización del hermano de Marta por el efecto 2000, y en el premio de vacunas gratuitas para su niña; estás, estás... ¡vaya que si estás! lejos, pero siempre aquí. Estás en mi primer viaje a Italia, y estás/estarás, en mi primero a los USA, ya verás. Estás en mi infarto al corazón cuando conocí al amigo que vino a recoger el paquete de Reyes...

Pero, sobre todo, y más allá de en mi cerebro, estás donde tienes que estar: en mi corazón.

Te quiero.

jueves, 6 de marzo de 2014

NO ME CONFORMO (Miguel Hernández)


 

XX
 
No me conformo, no: me desespero
como si fuera un huracán de lava
en el presidio de una almendra esclava
o en el penal colgante de un jilguero.

Besarte fue besar un avispero
que me clama al tormento y me desclava
y cava un hoyo fúnebre y lo cava
dentro del corazón donde me muero.

No me conformo, no: ya es tanto y tanto
idolatrar la imagen de tu beso
y perseguir el curso de tu aroma.

Un enterrado vivo por el llanto,
una revolución dentro de un hueso,
un rayo soy sujeto a una redoma.


IV

Me tiraste un limón, y tan amargo
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió una mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.



VI

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!

miércoles, 5 de marzo de 2014

EL CINE (Eduardo Galeano)


 


Geraldine estaba empezando a trabajar en una película, en una aldea perdida en las montañas de Turquía.

La primera tarde, salió a caminar. No había nadie, casi nadie, en las calles. Pocos hombres, mujer ninguna. Pero a la vuelta de una esquina se topó, de sopetón, con un enjambre de muchachos.

Geraldine miró a los costados, miró hacia atrás: estaba cercada, no tenía escapatoria. La garganta se negó a gritar. Sin palabras, ofreció lo que tenía: el reloj, el dinero.

Con gestos, los muchachos le dijeron que no, que no era eso. Y hablando en algo más o menos parecido al inglés, le preguntaron si de veras ella era la hija de Chaplin.

Geraldine, atónita, asintió. Y recién entonces advirtió que los muchachos se habían pintado bigotitos de carbón.

Y empezó la función.

Y todos fueron él.

EL FUEGO (Eduardo Galeano)



El fuego
 
De la primera civilización, se salvaron las palabras.
 
Las palabras parecen huellas de pájaros. Manos maestras las dibujaron en la arcilla, con cañitas afiladas que hacían las veces de lapiceras.
 
Miles de libros de barro nos cuentan, ahora, lo que los sumerios contaron hace más de cuatro mil años.

''Todo cuanto hacemos no es más que viento'', dice uno de esos libros: ''Somos polvo y nada''. Y polvo son, ahora, los templos y los palacios de aquellos antiguos reinos de Sumer.
 
Pero las palabras quedaron. No fueron devoradas por la lepra del tiempo. Las antiguas voces sobrevivieron gracias al fuego, que coció la arcilla. El fuego las guardó. El fuego, que aniquila y salva, mata y da vida: como los dioses, como nosotros.

LA LUZ (Eduardo Galeano)


   

En Ifé, la ciudad sagrada del reino de los yorubas, estaba agonizando un viejo.

El moribundo entregó una moneda a cada uno de sus tres hijos, y anunció: 

-Todo lo que tengo será de quien pueda llenar mi dormitorio. 

Y bajo el portal esperó, en la estera donde yacía. 

Con su moneda, el hijo mayor compró paja, y la paja llenó el dormitorio hasta la mitad. 

Con su moneda, el hijo segundo compró arena, pero la arena no llegó hasta el techo. 

Con su moneda, el tercer hijo compró una vela, y la encendió. 


EL SOL (Eduardo Galeano)


 

En algún lugar de Pensylvania, Anne Merak trabaja como ayudante del sol. 

Ella está en el oficio desde que tiene memoria. Al fin de cada noche, Anne alza sus brazos y empuja al sol, para que irrumpa el cielo; y al fin de cada día, bajando los brazos, acuesta al sol en el horizonte. 

Era muy chiquita cuando empezó esta tarea, y jamás ha fallado a su trabajo porque ella sabe que el sol la necesita. 

Hace medio siglo, la declararon loca. Desde entonces, Anne ha pasado por varios manicomios y ha engullido muchísimos psicofármacos. 

Nunca consiguieron curarla. 

Menos mal.

DÍA TRAS DÍA... (Eduardo Galeano)




Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera.

Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.

LAS COMETAS (Eduardo Galeano)




Las cometas

Acaba la estación de las lluvias, el tiempo refresca, en las milpas el maíz ya se ofrece a la boca. Y en el pueblo de Santiago Sacatepéquez crece, en cada casa, una cometa mucho más grande que cada casa. No hay vecino que no sea un artista de las cometas, capaz de combinar, con mano maestra, los colores que van formando flores o soles o estrellas en círculos sucesivos.
 
Después, las cometas se despliegan fuera de casa, y en la intemperie se pegan a las armazones de caña. Entonces estos pájaros inmensos, de plumas de papel, esperan que llegue la hora del vuelo.
 
Cuando amanece el Día de los Muertos, las cometas más grandes del mundo se alzan sobre el cementerio y ondulan en el aire, hasta que rompen las cuerdas que las atan y en el aire se pierden.
 
Allá abajo, al pie de cada tumba, la gente cuenta a sus muertos los chismes y las novedades del pueblo. Los muertos no contestan. Ellos están gozando esa fiesta de colores que ocurre allá arriba, donde las cometas tienen la suerte de ser viento.

martes, 4 de marzo de 2014

DESMIRAR (Eduardo GALEANO)



Hacía más de un año que Betina Benavídez no conseguía levantar los párpados. 
 
El médico del hospital creyó que podía ser un caso de miastenia, una enfermedad rara; pero los análisis de sangre y todos los exámenes decían que Betina era una joven saludable. Tampoco el oculista encontró nada; y Betina seguía día y noche con los párpados caídos, encerrada en la chacrita de su familia, en las afueras de Montevideo. 
 
¿Sería una huelga de ojos? ¿Los ojos se habían cansado de mirar, y habían perdido las ganas de seguir mirando? Vaya uno a saber: el hecho es que después también el corazón se cansó de latir, y perdió las ganas de seguir latiendo. 
 
Ciega del mundo, Betina murió a la medianoche del 31 de diciembre de 2000, mientras morían el año, el siglo y el milenio, quizá cansados de mirar y ver lo que veían.