Vanalika, la tía de Dhara, pasó toda su vida encendiendo bengalas creyéndolas antorchas. Cada vez que se decidía a prender la chispa de una de ellas, lo hacía en el convencimiento de que se trataba de la fuente eterna del calor. De haber sabido lo poquito que duraban, quizá nunca hubiese derrochado (con lo que a ella le costaba, y lo a oscuras que se quedaba) tanta energía en encenderlas. A la oscuridad se terminaba acostumbrando. Lo que la hacía llorar era el contraste, el vacío que le provocaba pasar de la luz a...
UNA CANCIÓN IRLANDESA
Hace 2 semanas
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