Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

lunes, 17 de febrero de 2014

ESPERADORES - MI HÉROE (R. Creek)

 
©Brandi Sherman Germana

Salva se pasa los días lanzando telas de araña y soñando con que algún día tendrá el traje de Spiderman. Su libro de protagonista se completó íntegramente con dibujos de Salvaspiderman. Un día me dijo que cuando los Reyes le regalasen el traje me iba a salvar. No se lo trajeron, pero yo con él estoy a salvo, a salvo de cualquier tristeza. Es bueno, cariñoso, noble. Es altísimo y tiene un vozarrón de tenor que llama la atención en una clase de 4 años. Tiene una imaginación desbordante, y unos dibujos que te dejarán (cuando te los mande, que lo haré, para que los disfrutes y te sigas inspirando en tu fantástico mundo en el que todo es posible) con la cabeza llena de sueños y de infancia. Te hace volar porque él vuela; sin disfraz de superhéroe, vuela. Y más alto de lo que cualquiera de los seres de ficción soñó siquiera llegar.

Los Reyes no le dejaron el traje y un día me preguntó si, cuando tuviera dinero, le regalaría uno. No abandono la idea de hacerlo; no sé cómo sin distinguirlo de los demás. A lo mejor se lo dejo al lado de un camellito, como si se hubiera perdido de la caravana de los Reyes y hubiera tardado en llegar a Peñaranda. A lo mejor ése puede ser el tema del cuento y cuando lo contemos en clase... ¡zas! aparece el traje en el cesto de los disfraces, envuelto al lado de un camellito. Me muero de risa imaginándolo. Si puedo, grabaré toda la escena, jajajaja. Voy a esperar a carnaval, por si se lo compran. Si no es así, no sé si de esa forma o de otra, pero lo tendrá.

Salva es el mejor amigo que nadie podría desear. Y el que da los mejores abrazos. Es el siamés de Manuel. Lo quiere con locura. Tanto que es capaz de dejarle ser Spiderman.

S- Yo soy Spiderman.
M- Yo también soy Spiderman.
S- No, sólo hay uno.
M- ¡Soy yo!
S- Bueno, vale, somos los dos ¿quieres?

No los dejo sentarse juntos; sólo pueden juntarse para jugar, porque, de lo contrario, no se enterarían de nada terrestre ¡tanto es lo mágico que tienen que compartir! Todos los días, cuando nos sentamos en la alfombra, Salva me suplica: "No vamos a hablar, vamos a atender" (quiere que lo deje sentarse a su lado). Todos los días digo: "Bueno, vamos a darles otra oportunidad", pero es pedirles algo totalmente sobrenatural, incluso para un superhéroe como él. 

Manuel se ha enamorado de Laura y, por supuesto, Salva, que no piensa para nada en noviazgos, también se ha convertido en novio de Laura. Manuel es su héroe. Después de Spiderman, claro está. 

De Salva podría hablar sin parar, como él mismo habla, sin parar, de mil mundos que a cualquier mortal nos gustaría visitar.

ESPERADORES. VANALIKA (R. Creek)


Vanalika, la tía de Dhara, pasó toda su vida encendiendo bengalas creyéndolas antorchas. Cada vez que se decidía a prender la chispa de una de ellas, lo hacía en el convencimiento de que se trataba de la fuente eterna del calor. De haber sabido lo poquito que duraban, quizá nunca hubiese derrochado (con lo que a ella le costaba, y lo a oscuras que se quedaba) tanta energía en encenderlas. A la oscuridad se terminaba acostumbrando. Lo que la hacía llorar era el contraste, el vacío que le provocaba pasar de la luz a...


(Él llega a las 7:30 de la tarde. Lo sé porque, indefectiblemente, día tras día, los muelles comienzan a gemir, las patas de la cama galopan).



MANDARINAS (VÍCTOR HEREDIA)





Recuerdo cuando niño
robaba mandarinas
redondeces de oro

que una dulce vecina
cuidaba de mis garras,

mis garras asesinas,
como quien cuida al tiempo

que no arruine la vida.

Yo esquivaba en la siesta

la leve ligustrina,
sobornando a su perro

con sobras de cocina
y entraba al terrenito

de doña Catalina
que dormía sus sueños

 tras pesadas cortinas.

Alzaba mi tesoro

y escalaba la encina.
Después, con un silbido,
le avisaba a Cristina
y comíamos juntos

y ella a veces reía
con risa transparente 

y fulgor de aguamarina.
Silbo de vez en cuando

para ver qué sucede,
aunque hace tantos años

que talaron la encina
y, aunque no me lo crean,

 a veces siento risas
y un perfume en el aire

como de mandarinas.