Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

lunes, 24 de septiembre de 2007

TAN POBRE… ¡QUÉ POBRE! (R. Creek)


Porque así lo quieres y porque así te quiero, me finjo en el papel de idiota idolatrada, idiota sapiente de que, para no herirla, me sangras.

No soy, no. Lo sé aunque calle e interprete.
No soy la luna que desata tus mareas,
el viento-aliento que provoca tus crecidas,
ni el cuerpo que despierta tus deseos.
No soy ni el nombre que pueda pronunciarse.
No soy, no. Hasta de mi ser desposeída.

Aleteo, mariposilla frívola, riente-inconsciente, como tú quieres verme y como quieres que me vea. Me acerco al candil, sin salir del rol que has escrito para mí, para ella en fin. Y, a su luz, muero en la dolorosa certeza de saber quién soy, de sentirme ridícula en este trágico disfraz de payasa convencida, de ver cómo me sobran costuras sin faltarme ni una hechura.

Reflejada en tus ojos me veo empequeñecida. Me atrapas en la minúscula pecera de tus pupilas negándome el derecho a crecer por mi cuenta y en mi mundo, no vaya a ser que ella, entonces, sepa de mí.

Silencio. Siempre silencio. Respetando con piruetas el cartel de NO MOLESTEN que ni siquiera has colgado, porque sabes que lo leo en el mismísimo silencio. Ese silencio que grita. Tú callas aullar a otra estrella. Yo callo saberlo sin que lo digas y ejecuto la cabriola que serena tu conciencia.

Tú derramas las migajas en mis manos, las encierras entre mis dedos, y me dices, sin poderme sostener la mirada: Es oro. Y yo, que conozco desde siempre la textura del pan duro, con la alquimia de una pasión con la que no me correspondes, las transformo y, antes de extenderte de nuevo mis palmas, repito tus palabras en conjuro: Es oro. Y oro ves, porque oro hay. Oro que vuelves a robar de mis manos para depositarlo en otras que no tienen mi tacto, diciendo, esta vez sí, a sus ojos: Es oro.

En fin, que el motivo de la presente era sólo para que supieses que me duele hasta la médula este tanto tejer.

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