Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

lunes, 4 de abril de 2016

LAS CUARENTA (Francisco Gorrindo y Roberto Grela, 1937; por Antonio Carmona y Concha Buika)



Con el pucho de la vida apretao entre los labios,
la mirada turbia y fría, un poco lerdo el andar,
dobló la esquina del barrio y, curda ya de recuerdos,
como volcando un veneno, esto se le oyó acusar:

Vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso,
vuelvo a vos gastado el mazo en inútil barajar,
con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos,
que me rompió en un abrazo que me diera la verdad.

Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo,
sé del beso que se compra, sé del beso que se da;
del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga,
y sé que con mucha plata uno vale mucho más.

Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran,
y si la murga se ríe, uno se debe reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corres el riesgo que te bauticen gil!

La vez que quise ser bueno en la cara se me rieron;

cuando grité una injusticia, la fuerza me hizo callar;
la experiencia fue mi amante; el desengaño, mi amigo...
Toda carta tiene contra y toda contra se da.

Hoy no creo ni en mí mismo. Todo es truco, todo es falso,
y aquél, el que está más alto, es igual a los demás
Por eso, no has de extrañarte si, alguna noche, borracho,
me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar.

Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo,
sé del beso que se compra, sé del beso que se da;
del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga,
y sé que con mucha plata uno vale mucho más.

Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran,
y si la murga se ríe, uno se debe reír;
no pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corres el riesgo que te bauticen gil!

Puerto moruno de Cai y puerto que te vi pasar...
con la esmeralda en el cielo, con la esmeralda en el mar...

Le pregunté yo a los santos,
una noche que llovía.
Le pregunté yo a los santos,
una noche que llovía,
a ver si tú me querías
tanto como me decías,
y los santos me dijeron
que era yo quien no sabía
si quererte.
ay ay ay, ay ay ay corazón...(bis)
échale semilla a las maracas p'a que suenen...(bis)

 
©Alberto Arroyo

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