El detalle del amante que, a tus 16, te puede resultar insoportablemente romántico y hasta imprescindible para mostrar al mundo que eres amada, pasados los 30 adquiere tales tintes que te hace mirar al detallista preguntándote qué clase de asesino en serie tienes delante.
Así sucedió que, una vez, entusiasmada por lo que podía ser el comienzo de una "bonita" amistad, tuve que posponer un avance en aproximación exploratoria anatómica porque en 5 horas tenía que estar de camino a Segovia. Lo que iba a ser un hasta dentro de unos días se convirtió, para mi asombro más ojiplático, en una dramática despedida para siempre. Él, a quien había conocido hacía escasas horas, emitió una frase terrible, espantosa, espeluznante, zombiótica... Cogió mis manos, me miró profundamente a los ojos y me dijo, con una voz temblorosa, torturada en extremo, que me arrancó brutalmente de mi ensoñación romanticona:
- Si me quisieras... no te irías a Segovia.
La segunda ocasión en la que fui consciente de que el amor peliculero de flechazo no supera la frontera de cierta edad amatoria (al menos en mi caso) llegó de mano de un chiquitín encantador cuya tierna mirada, lejos de hacerme sentir una chiquilla, martilleaba en mi cráneo una palabra, como queriendo tatuarla en agujeros: A S A L T A C U N A S. Cuando renegaba de él como una posesa, sellaba mis labios con el sabor del melocotón... Se estaba bebiendo un zumo, sí, qué pasa... ¿qué pasa? ¡el martillo perforador tacatatata tacatacata A S A L T...!
Estaba consiguiendo escapar entre los barrotes de su cunita cuando, empecinado como nadie, me pidió el teléfono. Le di unos números al azar sin tener en cuenta que, de buena memoria en general, en mi estado era imposible que recordase ni uno sólo después del 609. Me lo pidió una segunda vez para memorizarlo en la agenda del suyo. Volví a hacer de niña ildefonsina. Él no advirtió la falta de coincidencia. Pero quería confirmar que había anotado bien y, claro, esa vez no pasé la prueba. ¿15? ¿No habías dicho 38? Joé, ni siquiera rimaban, no tenía ninguna excusa... No, no, que me he liado con otro que tenía antes... ¡Y me creía! Martillohidráulico tacatacatatacatacata... Y A D E M Á S C O C H I N A H A R P Í A tacatacatatacatataca...
Ya me voy, sí, sí, llámame un día... ¡Quería llamarme ahora mismo! ¡Pero si estamos al lado! ¡Ahhhh, para que me quede registrado el suyo! Qué majo... Xdioxxxxxxxxxxxxxxxxxxx ¡¡esto no se acaba nunca!! ¿pero qué estoy exudando esta noche? ¿nitrito de alquilo concentrado? ¡Pero si no lo llevo encima, me lo he dejado en casa! Mi cerebro maquina, a toda velocidad (relativo, ya lo dijo Albert: a toda la velocidad de procesamiento que era posible en esas circunstancias, calculo que era equivalente a la de uno de aquellos ancestrales Amstrad), maquina, a una cierta velocidad, cómo silenciar mi móvil sin que él me vea estando a 4-5 cm de distancia. ¡Le echo el resto de zumo en los ojos como por accidente! Es más alto que yo, voy a errar la trayectoria. Me voy al servicio. Me voy corriendo, que no aguanto. Qué majo, si sospecha algo ni siquiera lo menciona. Pero me dice que mientras él va llamando y así cuando llegue a casa veré sus llamadas perdidas... ¡¡¡¡NOOOOOOOO!!!! (por favor, ¿a qué pobre mortal va a despertar la madrugada de un domingo sin que le diga crueldades que le dejarán marcado de por vida?). Nooooo, mira... verás... es que vas a despertar a mi familia... Qué lindo, sólo un llamacuelga, qué lindo, qué lindo, qué lindo, qué rápido va su cerebro de liebre en comparación con mi tortuga... qué lindo... esto... ¡Joé, esto es complicadísimo! Total, si lo que quieres es no quedar con él ¡sueltale la verdad y asunto arreglado! A bocajarro. A quemarropa: Es un número falso. No le importa, no me deja ir (sonrisa seductora) hasta que no se lo dé. Que me vaya al servicio. No, si ya se me ha pasado... Joé, joé, joéeeee... ¡¡¿Aquí quién conyo está siendo un crío al final?!! ¡Dáselo y luego no se lo cojas cuando llame y arreglado! Así me gusta. Con madurez.
Besito de despedida. Me voy a casa, sí, estoy muy cansada. No, no, mis amigos siguen de fiesta, tienen mucho aguante... ¡¡¡¡Me acompaña a casa!!! ¡¿Y a mí por qué?! (madredelamorhermoso ¿a que al final me toca de verdad irme a casa para que no vea que sigo mintiendo como una hija de... Geppetto?). Para que no vaya sola. Por diox, qué amorcito. Esto me lo dice a mis 16 (sí, obviemos el hecho de que quizá -sólo quizá JA- él no había nacido por entonces), insisto, me lo dice a mis 16 y reacciono embadurnándolo entero con Loctite para, acto seguido, darle un abrazo de oso. Pero no estoy en ese punto. Quizá ni a los 16 estuviese en ese punto, si tengo que ser sincera. Ahora no. Ahora lo miro y veo que se le está poniendo la misma carita que a Jack cuando se acercaba a Whitechapel... Me tengo que poner borde para que ni se le ocurra. Y cuando, dos horas más tarde, me pierdo en la noche camino a casa, no puedo evitar ir mirando atrás a cada paso por si me está siguiendo escondiéndose de columna en columna... esperando el momento oportuno para sacar su apodo Ripper a relucir... Termino el último tramo a la carrera. ¡Ay, si mi cerebro hubiese tenido hace un rato la velocidad de mis piernas!
No. Decididamente el flechazo romeojulietero ya no es para mí (suponiendo que lo fuese alguna vez). No quiero morir tan niña...
No hay comentarios :
Publicar un comentario