Quieras o no, quiera yo o no, pones en marcha
conectiva a mis neuronas y me planteo muchas cosas nuevas sobre
mi mismidad de siempre.
¿Qué temo, en general?- me he preguntado
últimamente. Creo que, básicamente, temo la dependecia; es una sensación
ambivalente, porque sé que esa dependencia incontrolada e "indeseada"
de la que hablo y de la que huyo tiene componentes lo suficientemente
atractivos como para zambullirme en ella y no querer volver a salir
nunca más. Pero mientras mi cabeza continúa lo suficientemente cuerda,
sé (o pienso, o creo,...) que no es un estado óptimo, el de
domesticación. Y me tengo por alguien sumamente sensible a la
domesticación; de ahí las luces de alarma que se encienden cuando creo
encontrar al Principito y me veo susceptible de convirme en el zorro que
le suplica que lo domestique.
Siempre he leído ese fragmento con
fascinación y siempre, hasta ahora que me lo planteo desde mí misma, lo
he sentido como algo sublime. Serás para mí único en el mundo, seré para ti único en el mundo.
¿Qué puede haber más deseable que singularizarse para el otro, para ese otro que se ha convertido en único para ti?
Pero ahora, desde la reflexión que implica la
cuestión: ¿y qué pasa si te domestica un Principito?, ya no pienso en
el zorro y en el niño de cabellos rubios, sino en éste y en su rosa. La
domesticación nunca es un fenómeno recíproco; hay un
domesticador/domador y un domesticado/domado. Y es, además,
irreversible: el domesticado siempre dependerá del domesticador, por más
que llegue a sufrir y lamentar la pérdida de su salvajismo. Para él su
domesticador será único en el mundo, pero el domesticador tiene ese
poder/saber que lo mantiene independiente del domado. La dependencia del
Principito de su rosa amada, esa agonía por saberla bien, por haberla
dejado sola, esos sentimientos de culpabilidad/responsabilidad hacia el
destino de ella, todo eso... es aterradoramente hermoso, pero también
desgarradoramente terrorífico.
Eso es, creo, lo que temo: que el juego
acariciador de las algas sedositas se convierta, en un momento
imprevisible e irreversible, en una red de filamentos de la que no
pueda/quiera salir.
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Sorolla |
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