Voy a aprovechar la celebración de hoy para contaros una cosilla.
Como soy mente-culo inquietos, este año me he metido en otra historia
diferente. Vaya por delante que soy de las que al ver un vídeo de los
logros de personas con prótesis o amputaciones, lo paso rápido porque se
me quedan los huesos blanditos cual gominolas. Aun así, no sé si por
valentía, por inconsciencia, o posiblemente por la mezcla explosiva de
ambas, este año me lancé a la Atención Domiciliaria (una modalidad educativa para los niños que no pueden acudir con normalidad al centro escolar).
Cuando me pusieron en antecedentes sobre los problemas de los que iban a
ser mis niños, cogí mucho aire y ensayé en casa para no mostrar, el
primer día, mi cara impresionada. No me esperaba en absoluto lo que
sucedió: frente a ellos, no vi absolutamente nada, nada salvo niños como
los de todos los años. Y, en poco tiempo, vi más: vi personitas
admirables, no sé si locos inconscientes como yo, que lo único que ven
es la vida por delante, y que ponen en juego, como todos, las
herramientas que tienen a su alcance. Son mis campeones. Con ellos no se
me vuelven los huesos gelatina, lo que se me reblandece hasta el
infinito es el corazón. Y desaparece de mi entorno cualquier motivo de
queja anodina. Los admiro tanto que todos mis ídolos de antes se han
empequeñecido en comparación. Me tienen secuestrada el alma para siempre
jamás.

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