Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

domingo, 7 de diciembre de 2014

EL HERMIMANAMIENTO, MAGNETISMO HUMANOIDE O GRAVEDAD HORIZONTAL


©Gürbüz Doğan Ekşioğlu


Todo lo lapa que soy con conocidos, soy de repelente con desconocidos. Y como me desazona la invasión de mi espacio físico por extraños (hablo de esa cercanía que te lleva a creer que el otro te está haciendo casi un boca a boca o boca a nuca), llevo muchos años fijándome en fenómenos que a mí me parecen totalmente extraterrestres, pero que, estadísticamente, demuestran que la rareza la represento yo. Es lo que yo llamo atracción gravitatoria horizontal de los humanos. Sí, así, tal cual.

Una de las primeras cosas de las que huí (y que, por tanto, cobró visibilidad para mí) fue del boca a nuca. Me di cuenta enseguida de que muchísima gente tiene la costumbre de poner las puntas de sus zapatos en tus talones. No entiendo por qué. Esto sucede mucho en semáforos. Pero más en escaparates que estaban vacíos a tu llegada y que, sin razón lógica aparente, empiezan a llenarse de personas a las que, de los diez metros de vitrina disponible, resulta que sólo les interesan los 40cm. que tú estás observando. Te ningunean de tal forma que terminas hecha ventosa contra el cristal mientras ellos continúan empujando en un intento de hacértelo atravesar, como hizo Carroll con Alicia, pero de una forma mucho más burda y con la finalidad, mucho más prosaica, de ver qué es lo que tú mirabas con tanta atención.

Pasa también en el cine y en otros lugares en los que tomar asiento. Tú eliges al azar una butaca; en el cine hay tres personas contadas. Pues el próximo que venga elegirá, sin duda, sentarse, bien a tu lado, bien inmediatamente delante de ti. Es como si nada más verte decidiesen convertirte en el experto elector de butacas y, ante la imposibilidad de darte un empujón para ocupar la tuya directamente, se "conforman" con el lugar más próximo.

Pasa muchísimo también en los bares. Situate al buen tuntún en cualquier lugar de una larga barra vacía y verás, con estupor, cómo el próximo cliente decide pedir hombro con hombro contigo. Ponte a bailar en el rincón más solitario y verás cómo en segundos se convierte en el lugar más demandado. Ponte a pedir en una cola de 100montaditos un día de verano y creerás que el camarero ha conectado al cliente que te sigue al aire acondicionado para que te refresque a ti la nuca. Y así hasta el infinito.

Pero también pasa de forma macro, como cuando la gente quiere relajarse huyendo de las aglomeraciones del día a día y elige pasarlas en un crucero, o en un viaje organizado, o al destino más de moda, o hace colas de media hora para hacerse la foto que está tomándose todo el mundo, o...

Muchos, sobre todo los que no son conscientes de estos fenómenos porque no les perturban o porque incluso son los que practican el hermimanamiento boca a boca/boca a nuca al ciudadano, al leer esto pensarán que exagero, que se trata de una distorsión en mi percepción debida a que, al molestarme, percibo una simple casualidad proximal como un acoso asfixiante. Podría ser. Pero hace poco tuve una experiencia que me arrancó una carcajada por dentro (y una sonrisa que no pude reprimir por fuera) y que indicaría que no estoy tan lejos de la realidad al explicar la gravedad horizontal. En el principio de una línea de autobús urbano estábamos tres personas esperando. Subí la primera y, a continuación, las otras dos señoras que se conocían. Me senté en un asiento intermedio cualquiera, al lado de la ventanilla. Las mujeres se habían esperado una a la otra, de modo que tardaron medio minutillo en aproximarse. Una de ellas se sentó en paralelo a mí, pero del otro lado del pasillo (lo que ya me pareció sorprendente) y la otra ¿a su lado? ¡ni hablar! ¡al mío! Tuve que contar los asientos, no pude menos. ¡Entre 27 asientos libres encontraron que el mejor era el mío de forma indiscutible! La de mi lado pugnaba incluso por sentarse en mis rodillas. Fue tremendo.

La gravedad horizontal o hermimanamiento existe, amigos, incluso aunque no creáis en ella, todos los días sufrís/disfrutáis de suspiros y frotamientos derivados de esa fuerza descomunal que desafía la Física conocida.

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