He estado pensando (qué raro) y lo primero que he rumiado ha sido la idea -vieja idea- de que te mereces a alguien especial a tu lado. Esa vieja idea ha adquirido hoy un matiz nuevo: te mereces a alguien especial, pero además alguien que sea reposo de guerrera. No alguien no sólo que no resuelve problemas, sino que los crea cuando no los hay. Alguien que, cuando más sobrepasada estés, te haga pensar: Pero le tengo a él y sólo por eso ya merece la pena latir.
No alguien tan auto-absorbido, egocentrado, egolatrado, que convierte un dolor de uñas en la mayor tragedia de vuestra convivencia mientras te tragas las ganas de aterrizarle en el planeta, sólo por no empeorar las cosas.
Te mereces un hombre-bálsamo que sane tus heridas sin cuestionarte cómo o dónde te las hiciste, no un hombre-juez implacable que llegue incluso a la crueldad de cuestionar si no te las habrás ganado a pulso a fin de cuentas.
Te mereces un hombre-cuna que te mezca cada tarde, al llegar a casa, sin siquiera preguntarte si es lo que necesitas.
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