Cuesta muchísimo creer que, como nos contaron en la presentación, se trate de actores no profesionales. La pretensión de Hany Abu-Assad al escogerlos era la de dar mayor realismo a la película. Lo consigue, pero no porque se trate de aficionados sino porque es precisamente el buen hacer de sus actores el que te hace olvidar que lo sean.
Lo que, por una parte, es un acierto (Adam Bakri), se convierte, por otra, en un escollo: tiene un físico y unos primerísimos planos tan espectaculares, unas expresiones tan tan tan emprimaverantes, que he corrido el riesgo de perderme en su rostro, en su sonrisa, en sus labios silenciosos cediendo la palabra, palabras maravillosas, a su mirada... y no volver jamás al hilo de la película. Sin embargo, ese hilo es tan real y tan crudo que volvía a recuperar mi absoluta atención.
En esta ocasión no he vuelto a mi propia infancia como con Wadjda. Ni a ninguna infancia conocida. Afortunada de mí. Es trágico pensar que a muchos, demasiados, no sólo les retrotrae a un pasado inmediato, sino a un presente continuo e interminable, bastante dulcificado en la película.
Es tremendo todo lo que se repite una y otra vez, conflicto tras conflicto, transmitido por los medios. Pero lo más terrible no nos llega porque, siendo más dramático, no tiene tanta espectacularidad como para ocupar unos minutos de informativos: el día a día y lo que supone vivir en estas circunstancias; la estrategia harto frecuente de emparanoiar al enemigo para que llegue a desconfiar de sus amigos, de los que quiere, de los que le quieren... y termine traicionándose a sí mismo. El miedo a los que sabes enemigos es terrible, pero el miedo a los tuyos es insoportable, tanto como el miedo al rechazo o al recelo de los tuyos, de los que son tu normalidad, tu referencia, tu mundo afectivo. En esta película se nos transmiten/contagian a la perfección ese miedo y esa paranoia: sospechas, tú también, de todo y de todos, anticipas traciones de todos y cada uno de los personajes, temes ser defraudado por cualquiera...
Tremenda película sin exageraciones. Cuánta crueldad entrañan las muertes, los asesinatos... pero cuánta más violencia aparece en otros miles de hechos sin sangre, tan difíciles de fotografiar, tan sin trascendencia en los medios, tan normalizados e invisibilizados si no fuese por unos poquititos Hany Abu-Assad, Gervasios Sánchez,... conocidos y anónimos.
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