Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

martes, 24 de junio de 2014

DESMONTANDO MITOS YANKEES (R. Creek)


Desde la infancia había deseado probar la mantequilla de cacahuete; también el jarabe de arce, pero sobre todo la mantequilla de cacahuete, desayuno de los niños de tantas y tantas series; y no sólo desayuno: también les preparaban un sandwich para el recreo con la deliciosísima mantequilla de cacahuete.

Hace unos añitos llegué a Italia y ¡no me lo podía creer! mi family tenía acceso a todas esas golosadas norteamericanas ¡y las podríamos probar y hasta devorar! No sólo mantequilla de cacahuete (mmmmmmmmm, tenía tan buena pinta como en las series) y jarabe de arce ¡¡¡también tortitas!!! Xdiox, xdiox, xdiox, estaba salivando como perro de Pavlov y ni siquiera había sonado la campanita...

Llegó el momento de probarlo todo, en el desayuno, claro, para cumplir la tradición. ¡¡¡¡¡¡¡¡Menudo timo!!!!!!!!!!! La mantequilla era llamada así por llamarla de algún modo, porque era grasaza de cacahuete solidificada. Te esperas algo dulce, cremoso, delicioso... ¡nanay! es lo mismo que si te da por chupar una sartén que has dejado sin fregar el día anterior.

El jarabe de arce tenía un pase, pero vamos, es como los botecitos ésos de líquido de colores que los niños compran en los kioskos, más o menos. Nada que considerase yo imprescindible en mis desayunos. Incluso me gustan más los flases, sobre todo los de lima.

Las tortitas... bueno, increíbles. Se hacen con un preparado que se puede comprar ya mezclado. Tú te esperas un crêpe, pero un crêpe norteamericano, que por fuerza tienen que estar buenísimos, porque todos los niños de las películas se llevan una decepción tremenda cuando las madres americanas no están y, por tanto, no hay tortitas. ¡Nanay de nuevo! Es totalmente panosa, como los panes de hamburguesa cuando se secan.

Cuando viajamos a Portugal, Judith vio la mantequilla de cacahuete. ¡Se volvió loca! ¡Tenía que comprarla! Al principio quise impedírselo, pero luego le dije: Sí, cómprala, es un rito de transición, una decepción que todos debemos experimentar. Ella estaba convencida (como yo, ilusa) de que a ella le iba a encantar, además que yo sabía que el probarla era una necesidad básica. Esperó a que estuviésemos de vuelta para catarla (pero porque nos fuimos a la mañana siguiente, si no, estoy segura de que le habría metido una cucharita esa misma noche). Y cuando me contaba lo que le había parecido, su cara era todo un poema: inexplicable que eso pudiese ser el producto estrella de los desayunos estadounidenses. ¡Donde esté la manteca colorá que se quite cualquier otra grasa, vamos!

No han sido las únicas decepciones. Pero para no ser pesadita añadiré sólo la del fondant: ¡Maldito Rey de las Tartas (how are you?) y sus secuelas! Convirtieron el fondant en el elemento a conseguir a toda costa para decorar cualquier tarta. A partir de su programa, ninguna tarta aprobaría nuestra crítica en cuanto al aspecto, a no ser que diésemos con el maldito fondant. Tuvimos suerte: estaba a la venta en nuestra ciudad ¡increíble! ¡qué suertudos! Al más puro estilo repostero norteamericano, prepararon la tarta de cumpleaños de Judith modelando un pug monísimo (su perro favorito). La tarta tenía una pinta espectacular. Seguro que el fondant estaba de muerte... ¡Y un carajo!: es puro azúcar, sin ningún sabor, azúcar molido más fino, tipo glass, y amasado con agua para que se apelmace. ¡Y todo el bollo estaba recubierto con él! Un cuarto de oreja ya te empalagaba, así que no os quiero decir una pata. Terminamos quitándole la cubierta para poder comerla.

En fin, que los yankees tienen el paladar con más aguante de todo el planeta (y el estómago también). Y, sobre todo, sobre todo: se saben vender de frutísima madre.

 Tan mono como empalagoso.

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