Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

domingo, 6 de abril de 2008

¿TENIA O MANTIS RELIGIOSA? (R. Creek)



Fui con curiosidad pero, a la vez, con temor ante la posibilidad de no ver ningún punto de vista nuevo sobre el tema, o un trato superficial. Me gustó. El campo de concentración es sólo el escenario para exhibir conflictos morales profundos (pero sencillos) extrapolables a cualquier época, a cualquier lugar del mundo, e, incluso, en otra escala, a cualquier microcosmos de relaciones humanas. ¿El bien colectivo o el individual? ¿Tendrá algún sentido sacrificarse -quizá para nada porque no hay garantía absoluta de que mi pérdida suponga ganancia de muchos- o, por el contrario, será mejor salvarse uno mismo a cualquier precio -incluso sin garantía de salvación-? y, en este último caso, ¿la salvación será tal o, una vez a salvo, resultará que la propia existencia ha perdido todo sentido y no será más que una miserable subsistencia? Las ganas de vivir, la lucha desesperada por vencer para sí, puede llevar, paradójicamente, a enterrarse en vida. La muerte puede, como en la genuina ética del cristianismo y de otras religiones y filosofías, generar vida, eternizar tus propias cenizas en los latidos de otros. Pero, como digo, no hay garantía, ni de lo uno, ni de lo otro. Cuando todo es un riesgo ¿qué ha de prevalecer? ¿qué prevalece para cada uno? ¿la inmediatez, la materialidad, lo tangible, el bienestar propio, y, quizá, el prometedor futuro; o lo abstracto, los valores, y, quizá, el prometedor futuro, pero probablemente para otros? ¿El onanismo vital o el orgasmo mortal pero ajeno -quizá compartido-? ¿autógama tenia o macho de mantis religiosa?

En una era en la que pudiera parecer que los ideales valen nada porque tanto cuestan, esta película lanza un montón de interrogantes abiertos, sin respuesta fácil. No es una historia de buenos y malos, es una historia de matices y complejidades, contada de forma simple y, a la vez, emocionante y, a veces, imprevisible, con un ritmo que no decae, sin abandonar el argumento en favor del trasfondo ni viceversa, con dramas bestiales "contados" sin regodeo ni recreo/descanso, con lo peor y lo mejor de nuestro género, pero dentro de cada individuo. Lo imposible no sólo fue real sino, lo más inquietante, se repite, en polimorfia, cada día en algún sitio, cualquier noche en cualquier esquina.

Siempre que veo, de la forma que sea, en la expresión que sea, a qué cotas de crueldad podemos llegar, me cuestiono a mí misma y mi primer impulso (supongo que el de much@s) es reafirmarme, "yo no, yo no lo haría". Pero, inmediatamente, recuerdo la lectura de un experimento de Milgram llevado a cabo en laboratorio con humanos, para dar respuesta, precisamente, a esa pregunta que nos planteamos tod@s: ¿Cómo es posible? ¡¿Cómo fue posible?! Los sujetos experimentales (estudiantes de psicología, creo) ignoraban su condición de tales y creían estar ayudando al investigador que, supuestamente, estudiaba los efectos del castigo sobre otros sujetos que eran, en realidad, cómplices. Bien, lo simplifico: los cómplices debían responder a una serie de preguntas sobre cultura general (creo); cada vez que dieran una respuesta errónea, el estudiante le debía aplicar una descarga eléctrica de intensidad progresivamente mayor. El sujeto que recibía (supuestamente) la descarga iba gritando cada vez más hasta que, llegado un punto, si el estudiante decidía seguir con su cometido (activar una descarga ante la respuesta incorrecta) y electrocutarlo definitivamente, el sujeto dejaba de gritar. Un porcentaje preocupante de estudiantes llegó a electrocutar potencialmente a otro ser humano sólo por no acertar una pregunta. Este experimento supuso una "revolución" por varios motivos: Muchos de los participantes tuvieron luego que recibir ayuda y el hecho contribuyó, con otras causas (incluidas consecuencias de otras experimentaciones con humanos), a que se crease un código deontológico en experimentación. Pero, y fundamentalmente, por lo obviamente escandaloso: somos capaces de cualquier cosa sin que medie siquiera una amenaza vital, simplemente por "sumisión" (en otros casos, por cualquier otro anodino motivo/motor).

Acabo de encontrar un parrafito donde lo explica infinitamente mejor:
http://www.kindsein.com/es/20/2/471/

Como digo, siempre que me doy una autorrespuesta rápida de bondad y humanidad, pienso en Milgram y me limito a concluir que me gustaría ser de ese porcentaje que paraba antes, o de los que ni siquiera aceptaban participar, pero, de forma realista, me limito, con inquietud desasosegada, a eso: a afirmarlo como deseo, más que como certeza. Supongo (espero, más bien) que estar en guardia contra uno mismo también ayudará a combatirse. Ser consciente de que somos, soy capaz de lo más insospechadamente altruista sin dejar, por ello, de ser, a la vez, potencialmente cruel, psicópata, perversa,... sin motivo y sin límites, me deja prevenida. Aterrorizada, pero prevenida.

No hay comentarios :

Publicar un comentario