Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

miércoles, 23 de abril de 2008

CERTEZAS Y DESÁNIMOS (R. Creek) / DE LA AUSENCIA Y DE TI (Silvio)

Realmente me cambia el humor.

A menudo hago mía esa máxima que dice que quien escucha/lee lo que no debe, oye/percibe lo que no quiere. Pero no la cumplo catxisdiez.

Una piltrafilla de nada se puede convertir en nubarrón, pero de los innecesarios, de los que anegan cosechas o se llevan ilusiones o arrebatan alegrías. A veces eres tú quien invoca a Tlaloc, aunque creas que lo que haces es

simplemente danzar. Lo sabes porque otra vez has ejecutado idénticos pasitos y saltos y el dios se ha presentado con su desagradable rostro enmascarado en
muchas formas y encarnado en tantas otras. Tú quieres danzar. Lo necesitas. Te gusta. Pero no quieres agua, no quieres rayos y truenos y centellas. Y parecen ser indisociables.

Más inseparables aún desde que arrastro tu carga, sin compartirla. La mala hierba nunca muere; se enraíza y emponzoña. La raíz siempre está ahí, una raíz amarga que bebo desde que vivo en tu jardín.


Si no hubiese cadenas que te desencadenasen de a quien no quieres verte encadenado…

Si el deseo fuese libre y la esperanza posible…

Si fueses capaz de leerte, de verte, de sentirte,… leerías y verías quién es quien despierta tus sentimientos. Leerías y verías que no es con quien despiertas en tu cama. Aunque quisieras.


No son lo mismo, deseo y esperanza. No son lo mismo, aunque a veces caminen de la mano.




Ahora sólo me queda buscarme de amante
la respiración
No mirar a los mapas, seguir en mi mismo
No andar ciertas calles,
olvidar que fue mío una vez cierto libro
O hacer la canción
Y decirte que todo esta igual
la ciudad, los amigos y el mar
esperando por ti,
esperando por ti.
Sigo yendo a Teté semana por semana
te acuerdas de allá
Hoy habló de fusiles despidiendo muertos
Yo se que ella me ama
Es por eso tal vez que te siento en su sala,
aunque ahora no estás.
Y se siente en la conversación,
o será que tengo la impresión,
de la ausencia y de ti,
de la ausencia y de ti.

No quisiera un fracaso en el sabio delito
que es recordar.
Ni en el inevitable defecto que es
la nostalgia de cosas pequeñas y tontas
Como en el tumulto pisarte los pies
Y reír y reír y reír,
Madrugadas sin ir a dormir.
Si, es distinto sin ti.
Muy distinto sin ti.

Las ideas son balas hoy día y no puedo
usar flores por ti.
Hoy quisiera ser viejo y muy sabio y poderte decir
lo que aquí no he podido decirte,
hablar como un árbol
con mi sombra hacia ti.
Como un libro salvado en el mar,
como un muerto que aprende a besar,
para ti, para ti,
para ti, para ti.

domingo, 6 de abril de 2008

¿TENIA O MANTIS RELIGIOSA? (R. Creek)



Fui con curiosidad pero, a la vez, con temor ante la posibilidad de no ver ningún punto de vista nuevo sobre el tema, o un trato superficial. Me gustó. El campo de concentración es sólo el escenario para exhibir conflictos morales profundos (pero sencillos) extrapolables a cualquier época, a cualquier lugar del mundo, e, incluso, en otra escala, a cualquier microcosmos de relaciones humanas. ¿El bien colectivo o el individual? ¿Tendrá algún sentido sacrificarse -quizá para nada porque no hay garantía absoluta de que mi pérdida suponga ganancia de muchos- o, por el contrario, será mejor salvarse uno mismo a cualquier precio -incluso sin garantía de salvación-? y, en este último caso, ¿la salvación será tal o, una vez a salvo, resultará que la propia existencia ha perdido todo sentido y no será más que una miserable subsistencia? Las ganas de vivir, la lucha desesperada por vencer para sí, puede llevar, paradójicamente, a enterrarse en vida. La muerte puede, como en la genuina ética del cristianismo y de otras religiones y filosofías, generar vida, eternizar tus propias cenizas en los latidos de otros. Pero, como digo, no hay garantía, ni de lo uno, ni de lo otro. Cuando todo es un riesgo ¿qué ha de prevalecer? ¿qué prevalece para cada uno? ¿la inmediatez, la materialidad, lo tangible, el bienestar propio, y, quizá, el prometedor futuro; o lo abstracto, los valores, y, quizá, el prometedor futuro, pero probablemente para otros? ¿El onanismo vital o el orgasmo mortal pero ajeno -quizá compartido-? ¿autógama tenia o macho de mantis religiosa?

En una era en la que pudiera parecer que los ideales valen nada porque tanto cuestan, esta película lanza un montón de interrogantes abiertos, sin respuesta fácil. No es una historia de buenos y malos, es una historia de matices y complejidades, contada de forma simple y, a la vez, emocionante y, a veces, imprevisible, con un ritmo que no decae, sin abandonar el argumento en favor del trasfondo ni viceversa, con dramas bestiales "contados" sin regodeo ni recreo/descanso, con lo peor y lo mejor de nuestro género, pero dentro de cada individuo. Lo imposible no sólo fue real sino, lo más inquietante, se repite, en polimorfia, cada día en algún sitio, cualquier noche en cualquier esquina.

Siempre que veo, de la forma que sea, en la expresión que sea, a qué cotas de crueldad podemos llegar, me cuestiono a mí misma y mi primer impulso (supongo que el de much@s) es reafirmarme, "yo no, yo no lo haría". Pero, inmediatamente, recuerdo la lectura de un experimento de Milgram llevado a cabo en laboratorio con humanos, para dar respuesta, precisamente, a esa pregunta que nos planteamos tod@s: ¿Cómo es posible? ¡¿Cómo fue posible?! Los sujetos experimentales (estudiantes de psicología, creo) ignoraban su condición de tales y creían estar ayudando al investigador que, supuestamente, estudiaba los efectos del castigo sobre otros sujetos que eran, en realidad, cómplices. Bien, lo simplifico: los cómplices debían responder a una serie de preguntas sobre cultura general (creo); cada vez que dieran una respuesta errónea, el estudiante le debía aplicar una descarga eléctrica de intensidad progresivamente mayor. El sujeto que recibía (supuestamente) la descarga iba gritando cada vez más hasta que, llegado un punto, si el estudiante decidía seguir con su cometido (activar una descarga ante la respuesta incorrecta) y electrocutarlo definitivamente, el sujeto dejaba de gritar. Un porcentaje preocupante de estudiantes llegó a electrocutar potencialmente a otro ser humano sólo por no acertar una pregunta. Este experimento supuso una "revolución" por varios motivos: Muchos de los participantes tuvieron luego que recibir ayuda y el hecho contribuyó, con otras causas (incluidas consecuencias de otras experimentaciones con humanos), a que se crease un código deontológico en experimentación. Pero, y fundamentalmente, por lo obviamente escandaloso: somos capaces de cualquier cosa sin que medie siquiera una amenaza vital, simplemente por "sumisión" (en otros casos, por cualquier otro anodino motivo/motor).

Acabo de encontrar un parrafito donde lo explica infinitamente mejor:
http://www.kindsein.com/es/20/2/471/

Como digo, siempre que me doy una autorrespuesta rápida de bondad y humanidad, pienso en Milgram y me limito a concluir que me gustaría ser de ese porcentaje que paraba antes, o de los que ni siquiera aceptaban participar, pero, de forma realista, me limito, con inquietud desasosegada, a eso: a afirmarlo como deseo, más que como certeza. Supongo (espero, más bien) que estar en guardia contra uno mismo también ayudará a combatirse. Ser consciente de que somos, soy capaz de lo más insospechadamente altruista sin dejar, por ello, de ser, a la vez, potencialmente cruel, psicópata, perversa,... sin motivo y sin límites, me deja prevenida. Aterrorizada, pero prevenida.