Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

martes, 28 de junio de 2016

VEINTE AÑOS ATRÁS (Omara Portuondo y Compay Segundo)



¿Qué te importa que te ame
Si tú no me quieres ya?
El amor que ya ha pasado
No se debe recordar.
Fui la ilusión de tu vida
Un día lejano ya
Hoy represento al pasado
No me puedo conformar
Hoy represento al pasado
No me puedo conformar
Si las cosas que uno quiere
Se pudieran alcanzar
Tú me quisieras lo mismo
Que veinte años atrás.
Con qué tristeza miramos
un amor que se nos va -es un pedazo del
alma que se arranca sin piedad.



LO INESPERADO (R. CREEK)






Antes me asombraba todo por desconocido. Ahora, que conozco mucho, me sigue asombrando todo por inesperado. Hace un tiempo escuché a una mujer aparentemente atáxica soñando con un amor de los que pudo haber sido y no fue. Esa descripción la añado yo, por resumir, pero ella nunca habría utilizado esas palabras, porque para ella fue (y es, al oírla no me cupo duda) un gran amor, un amor único, fugaz, de una sola mirada. No sé si al transcribirlo podré transmitir también la intensidad de su emoción y su recuerdo, pero, con mis palabras, ésta es la historia que escuché:

Aún sigo enamorada de él. Siempre me decía: espero un poquito más y ya. Y, a lo tonto, son quince años de amor que han pasado en un suspiro. Lo persigo en cualquier leve señal, cualquier azul o blanco me hace evocarlo. El mar, y por extensión el agua, me lo recuerdan. Los tejados de Estambul, cualquier cúpula, incluso cualquier tejado, me llenan de añoralgia. Los fados, los sirtakis, la chanson, la bossanova, la Semá... Las especias, la cocina emocional, los aromas dulces, los libros, las bibliotecas, la infancia, los dulces de miel y maní, el cine de lo cotidiano, de lo próximo y ajeno a la vez... 

Las cosas pequeñitas que nadie ve porque viven imbricadas en obras inmensas de inabarcable belleza. 

Las variaciones tenues que provocan sensaciones intensas: una brisa repentina y breve en medio de una calima que parece eterna; una nota en un parabrisas anunciando, de lejos, un gasto imprevisto, que se convierte, al acercarse, en un anónimo con sonrisa; un bebé saltarín en medio de una secuencia de días de tristeza impotente; un beso de auténtica alegría en una mañana que anunciaba que sería la de ayer y la del día siguiente...

La enorme aspiración de no aspirar a nada.

La ciencia de lo inútil y esencial.

El autosabotaje en huida de las consecuencias del éxito. 

El prodigioso talento de Sirio enmascarándose en estrella de mar.

Los roces fugaces con electricidad. De epidermis. De pupila. De cabello. De soplo respiratorio. De pestaña. De latido.

Los viajes solitarios a encantadores lugares sin encanto. Anodinos. Plenos de magia invisible, irretratable, ininstagramable.

Son tantos los activadores que desencadenan su vuelta en mi memoria, son tantas las veces que exhumo su mirada de entre los escombros de todas las miradas, que podría llenar un álbum familiar de cinco generaciones. Sin embargo, apenas si compartimos dos minutos y una foto que perdí, quizá en un acto fallido para poder recordarlo sin los contornos de una imagen estática, sin los límites de un tiempo y un lugar, sin el marco de lo que fue sin ser, y poder, así, convertirlo en un diamante con miles de facetas invitándome a mirar, a descubrir, a fabricar recuerdos, a imaginar futuros... A seguir buscándole entre mil actores, a alargar mis manos cuando cae la lluvia. A esperarle aún. Un poquito más.