Un libro del siglo XVI rezaba: "los magos dicen que si una persona se frota a sí misma con un diente de león será bienvenido en todas partes y obtendrá lo que desee".

lunes, 17 de mayo de 2010

TEODORO (R. Creek) / EL SON DE LA VIDA (Macaco)


© Thomas Zimmer


He andado todo el día tan tranquila sin saber que, desde esta mañana, me faltaba un pedacito de corazón. Se me ha quedado tronchado el compartimento donde albergo los buenos e imborrables recuerdos, ésos que verbalizados no expresan nada, porque son recuerdos sentidos, y bien bien hondo.

Pienso en Teodoro y siento su alegría, incluso entre mis lágrimas la siento. Veo sus ojos, siempre chisporroteantes, como su sonrisa. Nunca escatimó ni humor ni cariño, por más gruesa y pesada que la vida le cargase la mochila; y se la cargó de veras, como si fuese el propio Hércules quien hubiese de portarla, y no un frágil humano, con fibra cordal de platino puro, eso sí, pero mortal al fin y al cabo.

La vida, que cuando le da por ahí, y sin el menor motivo, es putarreputayrecontraputísima, se cebó bien con él, y desde bien chiquitito. Le hizo currar como hombre curtido a la edad de jugar a las chapas y jamás le dio tregua ni respiro. Trabajaba sin horarios, con poco más descanso que el de echarse una siesta ligera. Y por si eso fuera poco, la vida se encargó de intentar lastrar aún más sus espaldas con sinsabores de todos los colores. Pero por más cargas y causas de tristeza que le envió, él jamás tuvo una mueca de amargura, disfrutó a pesar de las jodiendas, y tuvo humor y amor de sobra como para contagiarlo. A pesar de que, como digo, la vida parecía haberse tomado como reto personal el hacer desaparecer su sonrisa, él hizo como si nada, y tiró p’alante, haciendo de la queja motivo de sonrisa. Pero que se joda la vida perdedora, porque se ha ido agotado, se ha ido vencido y sin resuello, se ha ido apalizado y vapuleado… pero se ha ido sin pena.

Hoy, en la eternidad, los luceros de los que ya se fueron están de fiesta, riendo, a buen seguro, con él entre ellos. Ese hombre sencillo, de apariencia tan pequeña y anónima, disfrazaba a un ser tan enorme, tan colosal como para dejar en los que nos quedamos una huella y una pena tan profundas que nos hacen bendecir, una y mil veces, la suerte de haberle conocido.

Un besito p’a tu sonrisa, ahora sí que sí, infinita y eterna, Teodoro, que no me sorprende lo mucho que te quiero y te recuerdo con el cachito tan pequeño que caminé contigo.

El son de la vida
[Esto se ha hecho con un cariño tal,
para que todo mundo lo baile
y que sientan el placer de lo que es bailar]

Llevo las miradas guardadas y un pasado que no fue.
Llevo las llaves olvidadas de un cerrojo que nunca encontré.
Pero hoy cambiare el orden de los momentos.
Tu sol será mi centro. La vida es hoy, ni mañana ni ayer.

Y danzaré al son de la vida, danzaré al son de la vida gritando eh eh eh... ah
gritando eh eh eh... ah

Los restos del naufragio convertidos en oro de ley
Porque si todo se mueve lo que perdura inalterable es saber
Que la vida es un giro de más de un sentido, y que vale vale tu sol que el mío encontré
Soñando en la misma orbita navegando en el mismo vaivén

Y danzaré al son de la vida, danzaré al son de la vida gritando eh eh eh... ah
gritando eh eh eh... ah