A veces te miro, muy muy dentro, y me parece ver un cachorro mezclando sin naipes, echando un órdago al póker, o apostándolo todo sin fichas.
Para no hacer trampas, cantas las jugadas, y nunca quieres saber si vale más la sota o el valet.
Otras, te miro aún más adentro y me parece avistar un ser vetusto, consciente de estar barajando dudas, encartando miedos, echándole el resto a la vida, sapiente de que quien, como tú, tiene en sí mismo a su propio adversario de juego, nada arriesga apostándolo todo: nada gana quien se vence a sí mismo; nada pierde quien se deja triunfar.